Saturday 27 de April de 2024
TURISMO | 05-08-2023 19:00

Avistaje de fauna en los grandes cañadones santacruceños

En Santa Cruz, en el Parque Nacional Patagonia, inhóspitos parajes donde observar la migración de los guanacos y al felino rey de estas tierras.
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Hemos venido a la ciudad de Perito Moreno en invierno para avistar pumas. Y a recorrer una de las varias patagonias, quizá la menos célebre, en el norte de Santa Cruz. No es la de los glaciares, ni la andina con sus bosques, ni la de la llanura esteparia, ni la costera: nos internaremos en la Patagonia de los grandes cañadones que se levantan allí donde la estepa empieza a ondularse y brotan mesetas perfectas. Su paradigma es el cañón del río Pinturas con la Cueva de las Manos. 
Facundo Nahuel Epul –guía experto en avistaje de fauna– nos pasa a buscar en su 4x4 por el hotel a las 7 AM –aún de noche– para tomar la Ruta Nacional 40 hacia los alrededores del Parque Nacional Patagonia. Lo que haremos sería imposible sin él, criado en una estancia de la zona donde desde muy chico acompañaba a los lioneros, los cazadores de pumas que trabajaban en las estancias ovejeras (algunos aún lo hacen). Facundo tiene 27 años y pertenece a una generación que se relaciona de otra manera con el entorno: él los caza con su cámara de fotos.

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Foto: Facundo Epul.


– Ayer salí a reconocer el terreno porque ustedes venían y vi que los pumas habían cazado un guanaco. Iremos a ese lugar donde está la carcasa, que es como llamamos a un ejemplar muerto acá –dice Facundo– y nos preparamos para una jornada de varias horas de rodar y caminar, en las que acaso no veamos a nuestro objetivo central. Por eso es recomendable planificar tres días seguidos de salida por la zona con el guía. En cada una hay un 50 % de posibilidades de verlo. Pero el puma es también la excusa para caminar por paisajes muy variados.

En busca del felino esquivo

Al dejar la RN 40 el camino se vuelve ripio y comienza a amanecer, mientras nos internamos en tierras de uso público que compró la Fundación Rewilding –creada por Douglas Tompkins–, que ahora las está restaurando ecológicamente y creando caminos e infraestructura para donarlas al Estado y ampliar el Parque Nacional Patagonia, creado por este mismo equipo de ecologistas: también organizan la rueda del turismo para que el uso de la tierra ya no sea más extractivo y quede protegida para siempre como parque nacional: el turismo de naturaleza es central en esta reconversión económica.
A la derecha del camino vemos la meseta Lago Buenos Aires, con el único glaciar extra andino de la Patagonia, donde nacen tres ríos y lagunas en las que habita un ave amenazada: el macá tobiano, la razón central por la cual se creó el Parque Nacional Patagonia. El calentamiento global seca los ríos y lagunas donde habita.

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Foto: Facundo Epul.


Cruzamos el Portal del Cañadón Pinturas –donde vive un guardaparques– y Facundo explica que esta actividad se puede hacer todo el año. La ventaja del invierno –a pesar de que podría haber cero grados– es que luego de una nevada el paisaje se vuelve blanco: es de una belleza cegadora y las fotos salen mejor por el contraste del puma con el blanco. Y hay cielos más limpios. Por eso gran parte de los que vienen a hacer este paseo son amantes de la fotografía en busca la figurita más difícil de la Patagonia.  
Al aparecer la primera manada de 50 guanacos hay conmoción a bordo de la 4x4. A las tres horas hemos visto acaso 1.000. Están migrando desde la meseta hacia aquí, la parte más baja, como en cada invierno. Algunas manadas tienen más de 200 ejemplares.
Facundo divisa la carcasa del guanaco y nos detenemos para caminar: “El puma debería estar por esta zona”, dice Facundo hablando muy bajito. Nos explica que el puma caza por emboscada y en los cuatro años que lleva dedicado a esto, los ha visto cazar 10 veces. Casi siempre los guanacos escaparon. Cuando no fallan es en la noche. Y agrega que ahora que los estudia, se ha dado cuenta de que hay mitos sobre los pumas: “No es cierto que un puma con cachorros te mata 100 ovejas para enseñarles a cazar. Un guanaco cazado le dura varios días, y se queda en la zona comiendo y cuidando su presa de intrusos, como ese trío de cóndores que vuela en círculos sobre nosotros, como suspendidos en el aire. Si no bajan es porque por acá anda el puma”, dice Facundo. Y de inmediato lo divisa, en tiempo récord: 10 minutos de caminata. “¡Allá está!”, manifiesta en un grito apagado.
Caminamos en fila india, lento y en silencio absoluto: el puma nos ha divisado desde mucho antes y no nos quitará la vista de encima jamás. Su poderoso oído capta nuestra voz a 500 metros y eso para él es señal de alarma: la idea es no espantarlo y aproximarnos. Parecemos cazadores al acecho avanzando sobre manchones de nieve. Hace frío. Facundo me pasa los binoculares y veo al puma echado, sobre la ladera de una lomada oscura. Ya lo tenemos a 200 metros.
De repente, el guía entra en trance y susurra con un énfasis que quisiera ser grito: “¡Allá a la derecha hay otro!”. Está a unos 100 metros del anterior, junto al guanaco muerto. “A lo mejor está al acecho, a ver si el otro puma abandona la presa”, especula. Nos seguimos acercando y el puma que está con el guanaco se levanta y comienza a caminar lentamente hacia el otro. ¿Habrá un combate? Nada de eso: comienzan a retozar, a jugar como gatitos. Facundo planta el trípode y comienza el festín fotográfico a 100 metros de los animales.

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Foto: Facundo Epul.


“No son pareja: los pumas son solitarios y no andan de a dos. Fíjense que uno es más largo; creo que son madre e hijo”, explica con ojo de etólogo. Hoy ha sido un día de mucha suerte para nosotros, pero en una recorrida común, Facundo sale a caminar con sus turistas identificando huellas. Él sabe dónde se guarecen cuando hay viento. Pero, en general, hay que caminar mucho. Nosotros nos parapetamos detrás de unas rocas y desde allí disparamos la cámara a gusto durante horas, hasta el atardecer.

Nos servimos unos mates y le pregunto a Facundo por su apellido, Epul. Explica que tiene ascendentes mapuches: “Mis antepasados vivían en el sur de Chubut y Río Negro y bajaron a principios del siglo XX a Santa Cruz, a la costa del río Fénix donde varias familias mapuches viven hasta hoy”.
Este es un viaje de observación de fauna. Pero en unos paisajes como no los hay, ni parecidos, en toda Sudamérica. Fotógrafos y documentalistas de varios países han contratado a Facundo por su saber del comportamiento de los animales patagónicos. El eje central de nuestra travesía es la RN 40. Pero para salir de ella hacia lugares donde en una jornada completa, uno no se topa con un solo ejemplar del gran depredador de este planeta, la bestia bípeda. Por eso, aquí la fauna se mueve a sus anchas, muy a la vista, como cuando en tiempos de los pueblos originarios se vivía más respetuosamente con el entorno.  

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Foto: Felipe Menzella.

Datos para agendar

Lo ideal es dedicar una semana a recorrer esta zona –se puede con auto común incluso en invierno ya que todo es asfalto y Facundo Epul tiene una 4x4 para donde haga falta–, tomando como base a la ciudad de Perito Moreno para ir también al Parque Provincial Cueva de las Manos, al sendero geológico Tierra de Colores, a la ciudad de Los Antiguos y al Camino del Monte Zeballos.
Instagram de El Choique (guía Facundo Nahuel Epul): @elchoiqueguia 
WhatsApp: +54 9 3513 092452
Más info: www.rewildingargentina.org

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Julián Varsavsky

Julián Varsavsky

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