Desde afuera, la Argentina suele ser vista como un país insólito en varios sentidos. Y pareciera que la naturaleza se empeña en reflejar nuestra rareza intrínseca con formaciones caprichosas, talladas por el choque de las placas tectónicas que generaron los Andes; por la erosión del viento sin fin, que saca a la superficie antiguas eras geológicas y cincela el hielo, formando penitentes; por volcanes que nunca estallaron; por goteos subterráneos que esculpen estalagmitas y estalactitas; y por pirámides andinas o arcos de piedra que emergen inexplicablemente en el centro de un lago perdido en la estepa patagónica. Para esos viajeros curiosos que les escapan a los lugares comunes, una gira nacional con 10 paradas en algunos de los paisajes y formaciones naturales que parecen querer reforzar el estereotipo –sin dudas injusto– de que el nuestro es un país muy extraño.
Volcancito en laguna Brava (La Rioja)
Al final de la excursión riojana a laguna Brava, la camioneta desciende por un gran valle y aparece de repente ese espejo azul zafiro rodeado de volcanes nevados de 6.000 metros de altura, que se duplican invertidos en el espejo de agua con centenares de flamencos picoteando. Si nadie está apunado, la excursión sigue subiendo hasta el surrealista géiser El Volcancito. A pesar de su forma cónica, no es un volcán sino un manantial cuyo cono se forma desde hace milenios por acción del agua burbujeante que brota cargada de minerales desde las entrañas de la Tierra. Es firme y se lo trepa caminando –10 metros– para pararse al borde de ese espejo de agua esmeralda y cristalino, en el marco de uno de los paisajes más inhóspitos, hermosos y desconocidos de la inabarcable Argentina.
Pirámides de La Troya, La Rioja
Desde la ciudad riojana de Villa Unión parte una excursión en 4x4 a laguna Brava en los Andes, internándose en la Quebrada de La Troya, justo pasando el pueblo de Vinchina y el río Bermejo. Al avanzar por los caracoleos de ripio, es ver para creer: aparece lo que a simple vista es una pirámide como las de Egipto. Pero esta es de origen natural. Desde la ruta se ve su frente perfecto, con líneas rectas que se elevan terminando en ángulo agudo. Hay por supuesto un componente de efecto visual: se trata de una placa que se desprendió de la montaña con esa forma y no es exactamente una pirámide sino un triángulo sin profundidad, que parece esconder su volumen cuando se la mira de frente.
Paseos y sabores bajo el encanto de las palmeras
Concreciones en el Calafate (Santa Cruz)
Desde la ciudad santacruceña de El Calafate, una excursión en 4x4 organizada por Mil Outdoor a Balcones del Calafate, pasa frente a rocas esféricas llamadas concreciones, originadas cuando los Andes eran el fondo del mar donde se generaban campos magnéticos que atraían óxido de hierro: se agrupaba formando esferas moldeadas por corrientes de agua, luego tapadas por sedimento. Cuando la placa de Nazca se acercó bajo el Pacífico, chocó con el continente americano: el fondo del mar se levantó y la cordillera surgió de las aguas. El lecho submarino pasó a ser laderas de montaña erosionadas por lluvia y viento, dejando al descubierto extrañas rocas ferrosas y circulares, que al ser de metal no sufrie-ron erosión. Ahora se las ve con media esfera saliendo de una roca, rodeadas por un círculo como un sombrero mexicano. Cuando la erosión termine su trabajo, llegará el día en que la esfera se desprenda y caiga con un golpe seco en la tierra.
Diques Basálticos (Santa Cruz)
En el norte de la provincia de Santa Cruz, en 1923 un viajero se internó en la Patagonia buscando la mítica ciudad de oro de los Césares y publicó en varios diarios del continente que había hallado los restos de su muralla de 150 m de largo por 12 de alto, la prueba de aquel Edén del finis terrae donde se conocería el secreto de la inmortalidad. Pero el sueño dorado del doctor Wolf se disipó: era una formación natural llamada dique basáltico. La confusión era entendible: aún hoy cuesta creer que su origen no sea humano. Esa muralla de ladrillos está junto al Camino del Monte Zeballos que une Los Antiguos con el pueblo de Lago Posadas, en el Km 77 de la RN 41 (de ripio). Desde la ruta se ven dos paredes que suben en paralelo el filo de la montaña. Fragmentada por la erosión, parece la Gran Muralla china con torres bastante simétricas que inducen a detener el auto y subir a pie las áridas laderas (media hora de caminata).
El arco del lago Posadas (Santa Cruz)
El santacruceño camino del Monte Zeballos termina en un pueblo llamado Hipólito Irigoyen al que todos conocen como Lago Posadas. Su origen se remonta a la década del ´20, cuando fue surgiendo alrededor del casco de una estancia y su pulpería. El dueño de la estancia Lago Posadas donó a la provincia el dormitorio de los peones para instalar una escuela-hogar. Como otros pueblos de la Patagonia, éste se fue organizando alrededor de la escuela. Más adelante llegó un enfermero, luego la policía y así fue creciendo en una zona alejada de todo con inviernos durísimos. Hoy tiene 250 habitantes y se ha convertido en destino turístico. A metros del lugar se camina hasta la orilla para ver el insólito Arco del Lago Posadas, una descomunal roca solitaria que sobresale en el agua con un túnel en el centro.
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