Uno tiende a pensar que en la Argentina, las grandes montañas y, por ende, los grandes desafíos que de ellas se desprenden, siempre están en la Cordillera de los Andes. Sin embargo, muchas veces la ruta elegida o la forma de desarrollar la travesía pueden hacer que lo que a simple vista podría parecer fácil, se transforme en un desafío de los más complejos. Con sus 2.790 msnm, el cerro Champaquí es la cumbre más altas de las sierras grandes, un gran cordón montañoso que se ubica al Oeste de la provincia de Córdoba y se extiende en dirección Norte-Sur, a lo largo de unos 600 kilómetros que recorren gran parte la provincia de Córdoba y parte de la provincia de San Luis.
Travesía solitaria en busca de los durmientes
Como en casi todas las montañas, existen varias rutas posibles para acceder a la cumbre de este imponente cerro y cada una de ellas cuenta con diferentes características que las hace más o menos accesibles, dependiendo de nuestro nivel de experiencia, estado físico y de la forma elegida para transitar ese recorrido. A grandes rasgos, podríamos decir que el Champaquí es un cerro que ofrece muchas alternativas y que, si se lo respeta, suele recibir muy bien a todo aquel que se aventure por sus filos, pero como en las montañas al fin y al cabo todo se trata de desnivel, se podría resumir que en general, en el Champa, todas las rutas que se inician desde el Este son más largas y tienen menos pendiente, en cambio accediendo desde el Oeste son más técnicas ya que cuentan con mucho desnivel en muy pocos kilómetros y, por lógica, las pendientes son mucho más fuertes.
Primer intento
En el 2018 llegamos por primera vez a San Javier con nuestros amigos de Halawa Alforjas, con el objetivo de probar unos nuevos desarrollos de bolsos de bikepacking y también porque teníamos el dato de un antiguo camino que ascendía desde el pueblo hasta el filo del cerro Los Linderos, desde donde teníamos la certeza de poder conectar con la cumbre del cerro Champaquí. En aquella oportunidad, El Clavo, un bombero de San Javier, referente indiscutido de la zona serrana, nos recibió e incluso nos acompañó pedaleando en el primer tramo de la travesía hasta el puesto de la familia Ferreyra, unos 8 kilómetros sierra arriba.
Los Ferreyra son conocidos por su hospitalidad y también porque en su casa se puede disfrutar de lo más rico de la gastronomía serrana, desde un tecito de hierbas con torta fritas a un cabrito al limón en horno de barro. Además, son pobladores históricos del lugar, con lo cual conocen cada metro de las sierras y poseen información muy precisa de cada sendero o camino existente. Por eso mismo, en parte, fue que en aquella oportunidad decidimos seguir los consejos de ellos y acampar en su terreno para salir bien temprano al otro día, ya que según sus palabras, el camino que habíamos elegido era muy duro y más aún para subir en bicicleta.
Finalmente, con las primeras luces del día encaramos para arriba a lo largo de un ancho camino de vehículos que seguía la línea de torres de alta tensión y que fue ganando altura muy rápido a través de grandes curvas pavimentadas en las que, inevitablemente y por la extrema pendiente, teníamos que caminar empujando las bicis, así que con la experiencia que teníamos en cordillera de los Andes y después de hacer un cálculo muy simple de progresión y avance en las primeras horas, ya nos dimos cuentas de que no íbamos a alcanzar el objetivo de llegar en esa oportunidad a la cumbre del Champa, pero que de todas maneras iba a ser una buena posibilidad de conocer un poco más de cerca aquella ruta que subía desde el Oeste hacia la cumbre del cerro mas alto de Córdoba. Diez horas después y a una cota de 2.300 msnm, el cansancio, la falta de tiempo, pero sobretodo unas nubes caprichosas que lo taparon todo, nos hicieron bajar y dejar la cumbre del Champa para otra vez.
Desafíos en dos ruedas en las sierras cordobesas
Segundo intento
Unos meses después, con la motivación renovada y con la gran diferencia de saber a lo que nos íbamos a enfrentar, regresamos al camino de las Torres. Esta vez íbamos solo Sol y yo, para intentar subir más rápido y solo con lo indispensable para que las bicis estuvieran más livianas. Pasamos a saludar a los Ferreyra y a avisarles que a la vuelta volveríamos por unos mates, y avanzamos un poco más hasta una planicie cercana a los 1.900 msnm, donde armamos un campamento desde el cual podíamos ver la enorme pared por donde el camino ascendía siguiendo la forma de un perfecto zigzag. Hasta este momento los planes venían desarrollándose como lo habíamos planeado, pero en la montaña los hombres nunca tienen el control y cualquier pequeño detalle puede hacer que los planes se derrumben en cuestión de segundos.
El segundo día comenzó con el sol como protagonista, ya que a pesar de ser temprano se hizo notar durante todo el desayuno, así que para cuando terminamos de desarmar el campamento y comenzamos a subir, ya había acaparado toda nuestra atención, pero sobretodo la de Sol que sufre muchísimo el calor y ya empezaba a notar una cierta incomodidad que fue aumentando con el correr de las horas, y que para el mediodía se transformó en un bajón de presión y el punto final para ella en la montaña, ya que decidimos que bajara hasta un punto donde había agua y sombra para que yo pudiese continuar al menos hasta llegar al filo donde termina el camino de las Torres.
MTB: revancha del downhill en Vaparaíso
Desde allí fue avanzar en solitario durante unas cuatro horas más, con una temperatura cercana a los 38 ºC en un camino donde el agua es casi inexistente y las pendientes obligan a caminar empujando la bici en gran parte del recorrido e, incluso, en los últimos 200 m no dejan más opción que ascender cargándola en la espalda para poder llegar al filo donde por fin se accede al camino vehicular que va hacia Linderos. Lamentablemente por la hora y porque debido al calor mi compañera quedó a mitad del camino con la carpa y la bolsa de dormir, tuve que abandonar la idea de llegar desde allí a la cumbre del Champaquí y bajar nuevamente desde el filo por el mismo camino que había recorrido en subida hacía apenas unas horas. Pero la montaña es así, todos los metros de ascenso siempre valen la pena y más aún si a la hora de bajar se lo puede hacer sobre una bici, por un camino muy técnico y serpenteante que en ocasiones ofrece unas vistas que hasta ese momento creíamos que solo se encontraban en las grandes montañas de los Andes…
Seguimos entonces con la cuenta pendiente de un tercer intento que esperamos sea el definitivo, pero de no ser así podremos volver una y otra vez a esa montaña que, en definitiva, siempre estará allí.
La cordillera en bike, paso a paso
Dificultades técnicas
La Ruta de las Torres comienza en el pueblo mismo de San Javier, pero podríamos decir que el verdadero desafío se presenta luego de los primeros 9 km, cuando se llega a la primera torre de alta tensión, ya que desde este punto y hasta el filo se sube ininterrumpidamente durante 8 km en los que se gana una altitud de 1.300 m y eso, en la montaña que sea, siempre es un desnivel que se debe respetar. Además, esta ruta cuenta con la desventaja de que durante ese trayecto no existe la posibilidad de acceder a agua potable, lo que obliga a llevar unos kilos extras y, más aún si es verano, en donde las temperaturas y el sol suelen hacer las cosas aún mas difíciles.
Mapa del recorrido
Ubicación: desde San Javier a la cumbre del Champaquí, por el camino realizado, hay unos 27,5 km. La última parte para llegar a la cumbre se hace exclusivamente caminando. Antes de eso, es un mix durante todo el recorrido. Arriba, en el filo, hay un sendero donde se puede pedalear muy bien.
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