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PESCA | 15-11-2019 16:51

Tucunaré en el embalse Tres Marías

La pesca de estos ejemplares se realiza en un embalse de increíbles dimensiones, considerado el top tres de Minas Gerais.

Cuando se habla de tucunarés, inmediatamente se piensa en la selva amazónica. En pescas brutas, costosas y al medio de la nada misma. Sin embargo, existe otra realidad poco divulgada, sumamente interesante y completamente diferente: el tucunaré en embalses.
Por su política de estado y la geomorfología de sus ríos de planalto rocoso, Brasil construyó infinidad de embalses. Solo en la cuenca del Paraná existen 170, de los cuales 30 son de gran magnitud. Todos ellos supusieron un tremendo impacto ecológico, que afectó de manera irreversible a la comunidad íctica y, por sobre todo, a los peces migratorios potádromos. Los de mayor valor comercial o deportivo, con el dorado, surubí, pacú o pirá pitá, son los más representativos.
También por política de estado se decidió la traslocación de peces autóctonos a estos nuevos ámbitos, entre los cuales los tucunarés son las estrellas. Fundamentalmente, el amarillo (Cichla kelberi) y el azul (Cichla piquiti), ambos provenientes de la cuenca el Araguaia-Tocantins. De hecho, y aunque parezca increíble, para un mosquero del sur de Brasil resulta mucho más simple y barato pescar un pez traslocado como el tucunaré, o un exótico como una trucha arco iris, que un autóctono como el dorado o el pirá pitá blanco.
El tucunaré amarillo o pitanga es el más pequeño, adaptable, rústico y peleador en la comparación “libra por libra”. En el contexto de la pesca con mosca, un ejemplar de dos kilos se considera muy bueno. El azul también es rústico, aunque más sensible a las variaciones ambientales. Por lejos, el pez deportivo estrella del sur de Brasil, que motoriza a miles de pescadores, concursos y circuitos de pesca. En los mejores embalses alcanza los cuatro o cinco kilos, ofrece un pique brutal, aunque se cansa más pronto y, proporcionalmente, pelea menos. Es una de las pocas especies que viven en correderas, donde su lucha se intensifica.
Con motivo de una serie de pescas y clínicas en Brasil, y muy motivado por todo lo que llevaba leído, decidí lanzarme al tucunaré del embalse Tres Marías. De entrada, el panorama se anunciaba muy malo. Por la sequía de la región se estaba acumulando agua en el embalse, subiendo la cota casi cinco metros en un mes, lo cual es muy malo para la especie que, al ser territorial, debe reubicarse en otro sector y queda completamente desorientada. Los reportes con spinning, jigueando a profundidades de más de cinco metros, eran muy magros. Solo 10 piques diarios por lancha, pero nuestro guía Roberthino se tenía mucha fe con la mosca, que da muchos más piques que el señuelo.

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Hay muchas diferencias entre el tucunaré amazónico y el de embalses. El primero es el costo. Para tener una idea, un guía con embarcación para dos pescadores cuesta entre 100 y 150 dólares, sin incluir el combustible. La segunda es la cercanía, con decenas de embalses próximos a ciudades, sobre la cuenca del Paraná, San Francisco o Tocantins. Si bien los peces son más pequeños, compensan esta falencia con un abordaje mucho más delicado, y la posibilidad de usar equipos más livianos y disfrutables. En Tres Marías el grueso de su dieta son mojarras y camarones. De hecho, la mosca más productiva del viaje fue una flacuchenta imitación de pejerrey, de craft fur, de apenas seis centímetros. Al contrario del dorado, que prefiere moscas oscuras, al tucunaré le gustan claras. Predominantemente blancas, con algún agregado de rojo, chartreuse o amarillo.

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Al final, y contra todos los pronósticos, redondeamos dos días fantásticos. Con más de 30/40 tucunarés por día por pescador. Ubicados los cardúmenes, los piques con streamer eran tiro a tiro. La mayoría de los ejemplares pesaron entre 600 g y casi dos kilos. La configuración de equipo más eficiente fue una caña Nº 6, con un shooting transparente Nº 8 de hundimiento I. Y como leader, dos metros de fluorocarbono del 0,40 mm.
Pero lo más lindo de la salida fueron las pescas de vadeo, en aguas llamativamente amigables y cristalinas. Con la fortuna de que los peces más grandes de cada especie salieron de esta manera, y a pez visto. Durante el almuerzo del primer día, al ver la bellísima bahía a mi derecha, no pude resistir la tentación de hacerle unos tiros. Perderme solo en mis pensamientos, buscando tucunarés con la vista desde las costas barrancosas. Una pesca completamente diferente a la de los bajos inundados. 
Sobre unas varillitas semisumergidas metí un tiro y hubo una sutil subida de inspección. En una segunda presentación, más agresiva, un tucunaré azul voló por los aires a lo Hulk, cayendo sobre la mosca con la boca abierta. ¡Impresionante el pique de este ejemplar! Pelea de perros, con caña doblada a full, zafé del enganche y pude vararlo en la costa. Completamente solo, no quedó otra que hacerle una foto con el equipo como referencia. Un chancho azul de 52 cm y un peso que por tabla daba tres kilos. Lo devolví, y obvio seguí pescando hasta que mi anfitrión Guilherme Rodrigues me vino a buscar, ¡pensando que me había raptado un jaguar! A la vuelta, en el mismo lugar fui por la hembra. Esta vez no tomó popper, hubo que seducirla con shooting intermedio y un minnow flacuchento, con varios tiros y presentaciones lentas. 
En otra oportunidad, en una lengua pantanosa con mucho mato inundado, escuchamos una violenta cacería atribuible a un casal de tucunarés. Me bajé y a los 50 m los encontré apostados bajo la cubierta de una alfombra de detritos. Apenas el popper lo cruzó de frente, salió disparado como un torpedo. Como nuestras tarariras laguneras, pero potenciadas al cubo. El ataque de un kelberi de 2,5 kg a pez visto en 50 cm de agua es algo que difícilmente se olvida.

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at Diego Flores

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