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PESCA | 28-10-2019 17:17

Duros combates en la Salada de Monasterio

La clave para tener éxito en este corredor de la Autovía 2 es lanzar cerca y recoger despacio. Así se disfrutarán los piques, con señuelos o carnada.
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Con la idea de repetir los muy buenos ejemplares de la temporada anterior, pusimos proa a la Salada de Monasterio, un ámbito rico también en pejerreyes, carpas y bagres, al punto de que es considerado uno de los más importantes del corredor de la Autovía 2. Al momento de este relevamiento, la condiciones climáticas se presentaron alternantes entre sudestada, frío, calor y viento. Y, como sabemos, las tarariras incrementan su combatividad y cantidad de piques con el calor, cosa que no venía sucediendo, pero que sí tentamos para que ocurriera en este predio de unas 600 hectáreas que cuenta con ocho campings en los alrededores y buenos sectores para pescar, tanto de costa como embarcado.
Con esa premisa como disparador, en una ventana climática que inesperadamente se abrió, concretamos en tiempo récord una visita junto a Alberto Frontoni y Sebastián Sayar. Nuestros anfitriones serían Fernando Moyano y su amigo Leo, grandes cañas locales y excelentes personas, que María Eugenia Scagluisi (mano derecha del concesionario del lugar) propuso como referentes y ellos aceptaron como parte del desafío.

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La mateada previa sirvió para entender qué equipos debíamos armar para no fallar. Y en eso el guía fue preciso: una línea sencilla de una boya ping pong de 40 mm amarilla, con un metro de brazolada y un líder de acero de 50 libras (1 lb = 453,59 gramos) terminado con un anzuelo del 4/0 modelo Worm o Maruseigo encarnado con dientudo vivo. Todo señalaba que las primeras tarariras de este ámbito serían grandes, tal vez de tres kilos o más. ¡Una gran expectativa!
Para hacer rendir el tiempo al máximo, y tras calzarnos los waders, salimos en dos embarcaciones que alternativamente irían fondeando en distintos lugares para descender, vadear y recorrer ciertos lugares de baja profundidad cercanos a juncos y espadañas que rodean el ámbito, separados en sendos grupos para cubrir una mayor distancia.

Pasar la carnada varias veces 

El primer rincón prospectado fue el que los locales conocen como Los Bajos del Duraznillo, que tenía una profundidad media de 1,20 m. Hacia allí lanzamos nuestros señuelos y gomas blandas (ranas de látex y pescaditos con flecos), efectuando movimientos en el fondo para activar a la especie que, a las 10 de la mañana, no daba señales de vida. De repente, desde una pared de juncos asomaron movimientos de tarariras y lamparones de barro que subían desde el fondo: ¡movimiento taruchero! La insistencia de pasar la carnada y los artificiales más de tres veces mostraba el primer resultado: una tararira que acusó apenas un poco más que un kilo de peso y a la que se sumaron varios ataques instantáneos que no pudimos concretar. Los juncos juegan en estos espejos un rol fundamental para que la especie se proteja y resguarde el nido de su cría.

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El sol estaba en su cénit cuando decidimos cambiar y dirigirnos a unos sectores de bahías de piedras y toscas donde había un reparo. El viento ya se hacía sentir y enturbiaba las aguas. El monte en la costa opuesta ofrecía protección y una bahía con poca vegetación pero muy rendidora. Eran unos 200 m de extensión con diferentes profundidades que solamente tentamos con carnadas naturales (la blanca resultó una de las preferidas) desde tierra firme. Meterse al agua resultaba muy complicado por las piedras y el musgo. Apenas 10 minutos tardó nuestro amigo Sebastián en dar con su primer ejemplar de casi 1,5 kg, que logró con un aparejo denominado boya sonajero (lleva municiones dentro). Luego fueron Fernando y Alberto quienes también hicieron efectivas sus capturas cercanas al kilo, y a las que sumaron algunos bagres.
Para la tarde nos quedaban dos lugares más por recorrer. Uno era la zona del molino, donde vuelcan sus aguas unos arroyos de campos lindantes, de poca profundidad como para vadearla sin problema y poder dar con ejemplares que se alimentan de dientudos y mojarras. Allí tuvimos tres ataques y concretamos dos, ejemplares de muy buen porte pese a que la temperatura del agua todavía se encuentra muy baja y la tararira no se activa. El segundo sector por recorrer era una bahía a la derecha del espejo, donde concluimos la jornada con tres ejemplares obtenidos con señuelos y carnada a 80 cm de profundidad. Sin duda, con el paso de los días, el incremento de la temperatura (estamos en noviembre y tuvimos muy pocas jornadas por arriba de los 24 grados) y la ayuda de algunas precipitaciones, este ámbito será uno de los preferidos de la zona y los aficionados se agolparán en las costas de desbordes y en las salidas de arroyos, donde la tararira se amontona para reproducirse y alimentarse.

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Técnica y equipos

En esta oportunidad utilizamos cañas de bait de 10 /17 lb y de 1,98 a 2,10 m, y reeles frontales modelos del 500 al 1.000 (algunos más grandes también) cargados con multifilamento de 15 a 25 lb. La línea más rendidora fue la de flote conformada por una boya ping pong de 50 mm cargada con municiones, un líder de 40 a 50 lb de 30 cm de longitud, y anzuelos que variaron del 4/0 al 6/0. En cuanto a los señuelos, empleamos tanto los de estilo lipless –que raspan el fondo–, como también ranas con anzuelos lastrados con plomo serie offset, ratones y gusanos con colas y fiocos de 6 cm para que se parezcan lo más real al alimento de la especie. Si hablamos de carnadas, el dientudo vivo y los sabalitos cortados en postas resultaron muy rendidores en la jornada, siempre cortados en postas. También el filet de pejerrey y la carpa dan muy buenos resultados en este ámbito.
Para no fallar, la forma de trabajar el espejo con artificiales es tirando y recogiendo despacio, con vueltas de manija muy lentas. Ello es porque aún la especie está aletargada para comer. De ahí que los reeles deben tener baja relación de giro y los lances no realizarse a grandes distancias. De esta forma tendremos piques cercanos, fáciles de concretar, le daremos a la especie tiempo de comer y disfrutaremos más los combates y embestidas.

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Salada de Monasterio

Cómo llegar: desde Ciudad Autónoma de Buenos Aires por Autovía 2 hasta el Km144,5, donde se toma el retorno que nos lleva al pueblo de Monasterio. Luego de pasar la estación de tren, el camino (siete kilómetros de tierra mejorada) nos va indicando con cartelería el acceso hasta la laguna.  
Pesquero: abre solamente viernes, sábados y feriados a partir de las 8. El cánon es muy accesible y el concesionario atiende personalmente, tanto para pescar de costa como para embarcarse (con embarcación propia –motores hasta 20 HP, máximo– o con botes de alquiler). Con días previos de lluvia, llamar para chequear el acceso. Reservas Tel.: (02241) 115507645 (Eugenia o Susana), Facebook: lagunalasaladamonasterio. Servicios: botes en alquiler, camping, parrillas y baños. No se reservan botes, es por orden de llegada.

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Gustavo Frontoni

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