A 470 km de la Ciudad de Buenos Aires, por la Ruta 3, se encuentra la laguna El Pinocho (provincia de Buenos Aires), un ámbito en el que solamente se pesca de costa ya que no se permiten embarcaciones de ningún tipo. Cuenta con buenos servicios y una tarifa más que accesible, pero lo más destacado son los portes de sus pejerreyes, con sorpresas de más de un kilo de peso. Para darnos el gusto de semejante captura, solo hay que hacer los deberes y seguir los consejos del guía. No es una laguna fácil para dar con los grandes si se va por primera vez, por lo que es fundamental contratar los servicios de alguien que sea referencia en la zona.
En compañía de Alberto Frontoni y Hugo Bustamante, gran pescador de costa, visitamos este ámbito que previamente contó con varios días de lluvia. Salimos desde Quilmes por la tarde del sábado para instalarnos en Azul y al día siguiente continuar viaje, la idea era evitar la niebla que suele haber en la zona, característica de esta época del año.
En la localidad de Gonzales Chaves pasamos a visitar a nuestro referente de carnadas. Como siempre, Oscar y su hijo Ale nos estaban esperando con unos ricos mates y la típica calidez de su hogar. Allí nos nutrieron de diferentes anécdotas y nos hablaron de las lagunas que ellos, como pescadores, visitan regularmente. Como sabemos, ésta área está muy poblada de espejos y campos privados que dan unos ejemplares para el recuerdo.
Luego de levantar unas buenas mojarras, continuamos el viaje por la Ruta Provincial 75, camino a la localidad de San Cayetano. A mano izquierda nos topamos con un cartel indicador de la entrada a la laguna El Pinocho. Son unos 15 km por un camino en buen estado, que se vuelve intransitable si llueve más de 50 mm en un día. Antes de salir se recomienda llamar para preguntar cuál es el estado del acceso, no sea cosa que nos quedemos atascados.
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Atención a las distancias
A las 9 de la mañana llegamos a la laguna, donde nos esperaba nuestro amigo y guía, Juan Carlos Galaso, un gran conocedor de los espejos de la zona. Nos dirigimos a una bahía y empezamos la pesca separando cada caña unos 50 metros entre sí, para obtener diferentes referencias de pique. Un dato para tener en cuenta: nos ubicamos en el sector de mayor profundidad, de acantilados con toscas muy firmes, para hacer lances al medio del espejo porque el pique de las piezas más grandes se daba a distancias superiores a los 80 metros de la costa, según los relevamientos de los últimos días.
Armamos potentes cañas telescópicas de 4,30 metros, como para la pesca de lisas, para cargarlas con plomadas de más de 100 gramos. También llevamos varas del tipo de mar, de 3,90 metros de acción 8, para alcanzar distancias superiores a los 100 metros, cargadas con reeles rotativos y frontales con capacidades que variaban desde los 200 a 250 metros, con nylon del 0,25 mm y un chicote de 10 metros que iba desde 0,25 hasta 0,58 mm, ideal para realizar lances largos y sentir el pique al mínimo toque de caña.
De carnada utilizamos mojarra grande, filet de magrú solo y coloreado de amarillo, cornalitos frescos y anchoas de mar, también fresca, que nos habían suministrado nuestros amigos de Carnadas Ariel. Las líneas fueron de dos y de tres anzuelos del tamaño 1/0, con brazoladas de distintas medidas para que trabajaran separadas del plomo.
Exigente y rendidora
A las 10:30 Alberto izó un triplete de pejerreyes de diferentes tamaños en la modalidad de fondo y con tres carnadas diferentes. Las piezas iban a partir de los 30 cm, incluso hubo uno muy robusto de 800 gramos. Más tarde Juan Carlos sacó un ejemplar que rondó el kilogramo de peso, que fue encarnando con filet coloreado de magrú. Por su parte, Hugo obtuvo varias piezas de considerable porte, por lo que al mediodía ya contábamos con una cosecha de más de diez pejerreyes de portes aceptables.
Durante la tarde nos fuimos corriendo de lugar para probar en otro sector donde nacía el viento, favorable para hacer grandes distancias. Allí sacamos varias piezas más de portes considerables. Alejandro Daniel Finocchio, amigo y administrador del campo, se consagró con un ejemplar de más de un kilo de peso, encarnado con mojarra grande salada.
A las 16, tras una pesca en la que claramente disfrutamos de las bondades de este ámbito, decidimos emprender la vuelta hacia la Ciudad de Buenos Aires antes de que nos agarrara la niebla, algo que –insistimos–recomendamos evitar teniendo en cuenta que es un viaje de más de cinco horas.
La laguna El Pinocho es todo un desafío, en el que si queremos pescar los grandes, hay que hacer muy bien los deberes y aprender sus manías. Si disfruta de la pesca de costa, es el mejor reto para los entusiastas de los flecha de plata. Sin lugar a dudas, un ámbito donde el viaje vale la pena.
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