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PESCA | 04-12-2012 13:22

Bestias amazónicas, pesca extrema y desconocida

El río Juruena en el Amazonas brasileño, es el hogar de algunas de las especies más grandes del mundo. Galería de imágenes.
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Existen algunos lugares del planeta que todavía se erigen y mantienen como paraísos perdidos. Ciertos rincones de la Amazonia permanecen, aún hoy, como edenes plenos, impregnados de verdor, de misterio y de magia, escenarios virginales donde cualquier amante de la naturaleza puede sentir vibrar sus cuerdas más íntimas, profundas y ancestrales.

Como no podía ser de otra manera, la pesca aquí ofrece un inacabable menú de opciones y posibilidades. El agua diáfana y limpia de algunos cursos, como el importante río Juruena, donde elegimos pescar en esta oportunidad, discurre caudalosa entre fondos irregulares de piedra y arena. Una cuenca rica en especies de todo tipo, con muchos accidentes, como correderas (cachoeiras), pozones, arroyos tributarios (igarapés) y lagunas (lagos o resacas). Un enclave ideal para la pesca con artificiales, sean estos cucharas, señuelos o mosca.

Tomando como base de operaciones el estratégico Ecolodge da Barra, en plena selva, a unos 500 km al sudeste de Manaos, en la mítica confluencia de los ríos Juruena, Tapajós y Teles Pires, vivimos una vez más junto a Piccino Gemma y Daniel Calamaro extraordinarias jornadas de pesca a lo largo de una semana.

La especie deportiva por excelencia y más numerosa y convocante es, sin dudas, el tucunaré. Un pez vigoroso, fuerte e impetuoso, que toma con vehemencia los artificiales de media agua y de superficie, con un ataque sumamente rápido, que no escatima nada de potencia en los embates y derrocha energía en cada uno de sus saltos fuera del agua. Su costumbre de apostarse en lugares ribereños accidentados y su habilidad para buscar ramas y troncos sumergidos durante el combate, enredando y cortando líneas, hacen de él un adversario digno de respeto. Entre las particularidades de la especie, el macho tiene la costumbre de cuidar primero el nido donde la hembra deposita alrededor de 10.000 huevos y luego a su cría una vez eclosionados los huevos.

La evolución

Un mes aproximadamente dura la crianza de los alevinos, hasta que alcanzan unos 5 cm y se independizan. Se cree que el tucunaré acumula reservas en una especie de joroba o chichón que se le forma sobre el final de la cabeza. Este reservorio de grasa temporal lo mantiene con resto para afrontar la crianza y el cuidado de los pequeños. Lo curioso es que el padre se mantiene siempre cerca y atento cumpliendo su rol de tutor. Y cuando un pez grande se acerca a su progenie, abre su gran boca y los alevinos se refugian allí dentro hasta que pase el peligro.

La línea lateral del tucunaré es muy desarrollada y sensible, y le permite captar la más mínima vibración aun en aguas no tan claras. Por eso, utilizar señuelos barulleros que agreden mediante hélices, popeos o que vibren con rattles (bolillas) e invadan el espacio de crianza de un macho adulto, consigue desencadenar una furiosa respuesta de ataque y luego una pelea bestial.

También paga bien moverse paralelo a una ribera e ir lanzando con justeza cerca de las orillas, de los palos sumergidos y de las ramas de la costa. Allí están los tucunarés cuidando su nido o a sus descendientes, o acechando forrajeros que precisamente buscan refugio en las zonas costeras más accidentadas y escabrosas. Moscas de buen volumen con líderes de nailon de no más de 1,20 m de largo y del 0,70 de diámetro (sin necesidad de líder de acero) y líneas de flote para clima tropical en equipos de potencias # 7 a # 9 son lo apropiado para enfrentar a este manojo explosivo de músculos y escamas que, cuando supera los 3 o 4 kilos y encara hacia el palerío, se transforma en un oponente de temer.

Para el bait cast y el spinning, las potencias de los equipos pueden andar en un rango de 15 a 20 libras (6,8 a 9 kilos), compuestos por varas de acción rápida y reeles cargados con nailon monofilamento del 0,37 a 0,40, o multifilamento del 0,24. En caso de utilizar multi, agregar al menos un metro de monofilamento del 0,50 o 0,60 traslúcido e incoloro al final para que no se delate el engaño en el agua clara y para tener aunque sea un plus de elasticidad en el conjunto al momento de la arrimada final.

Con los mismos equipos de mosca, spinning y bait cast se puede intentar con otro de los calificados peces de estas aguas. Nos referimos a la cachorra, también conocida como payara, guapeta o pez vampiro por sus prominentes caninos. Las cachorras prefieren el agua rápida, su estampa estilizada habla de su hábitat. Es un cazador veloz y un acróbata incansable. Elige a su presa y la ataca por el flanco clavándole sus largos dientes cazadores, para luego darle una media vuelta e ingerirla. Por eso aun con moscas relativamente largas es factible clavar bien, ya que no falla dentelladas como otros peces que atacan por la cola. La contra que tiene es su boca muy ósea y de poca carne, lo que hace marrar clavadas cuando el anzuelo no está lo suficientemente agudo y afilado.

La lengua es uno de los puntos blandos donde a veces se puede hincar el engaño. Tal es la ferocidad de este pez, que en el caso de la pesca con señuelos largos a veces los toma por la mitad, los atrapa y pelea con un triple de cada lado de las mejillas (por el lado de afuera) y sin estar clavado, para soltarlo ya cerca de la embarcación. Sus ojos grandes son propios de un cazador de medias luces, por eso el atardecer y hasta las noches claras de buena luna encuentran a las cachorras atacando cerca de la superficie. Con las luces altas del día es mucho más probable encontrarlas alimentándose a media agua o más abajo. Eso sí, siempre en sectores de aguas veloces y oxigenadas.

La bicuda es tal vez el más veloz de todos los peces cazadores de esta cuenca. Basta observar su estilizado cuerpo para notar que se trata de una especie altamente hidrodinámica, casi una flecha, un misil. Los adultos prefieren las aguas torrentosas y suelen apostarse en la parte final de una corredera, atacando impiadosa y velozmente a peces forrajeros o señuelos y moscas que se muevan rápido y pasen por su radio de acecho. Los engaños subsuperficiales y de media agua, trabajados a buena velocidad, son muy efectivos con esta especie, que una vez prendida dará saltos espectaculares y corridas fulminantes. Conocemos pescadores muy exigentes, como Roberto Betao Véras, y Juan Pablo y Zoilo Jurado que sitúan a la bicuda adulta en lo más alto del podio de las especies deportivas amazónicas.

Más cazadores

La aruana, también conocida como pez dragón, arawana o pez mono por su afición a saltar fuera del agua para atrapar presas en las ramas (se han encontrado en sus estómagos aves, murciélagos, culebras e insectos), es un curioso pez de cuerpo alargado y grandes escamas que prefiere moverse en grupos de pocos integrantes, en sectores calmos del río o en las aguas tranquilas de las lagunas.

Su maxilar inferior tipo puente levadizo le da la chance de abordar bocados que floten en la superficie del agua. No obstante ello, en nuestro caso el mayor éxito con las aruanas lo hemos tenido empleando señuelos de media agua con rattles (sonajeros) trabajados a velocidad moderada y a pez visto en las lagunas interiores. La pelea incluye saltos y dilatadas corridas.

El Juruena es mucho más que un río, y muchísimo más que estas cuatro notables especies. Es un lugar remoto, un territorio virgen, casi intocado por la mano del hombre, un confín de abundancia y desmesura. Un verdadero paraíso perdido, de esos que vale la pena descubrir.

Nota publicada en la edición 483 de Weekend, diciembre de 2012. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Alejandro Inzaurraga

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