Wednesday 24 de April de 2024
PESCA | 03-10-2019 15:31

Un paraíso para entendidos

Cerca de Goya, Corrientes, los dorados y surubíes pican fuerte en un ámbito ideal para la pesca con artificiales.
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La palabra Isoró despierta en el pescador deportivo una sensación única que inevitablemente lo traslada a la ciudad correntina de Goya, punto de partida para llegar a la reserva Isoró, un lugar soñado para la pesca con artificiales en Corrientes. A este sector del río, de inusitada belleza, solo ingresan los verdaderos conocedores de la zona. Es un ámbito donde la devolución es obligatoria, como también las carnadas artificiales con solo un anzuelo simple.
El lugar cuenta con aguas muy claras, senderos formados por la apertura de camalotes, arroyos tributarios, lagunas y sectores que conectan con otros pesqueros gracias al constante paso de las lanchas. También permite realizar avistaje de flora y fauna, en el que se destaca la presencia de varias familias de carpinchos, serpientes e inmensos yacarés con sus crías; sin descontar la infinidad de aves de distintos tamaños y colores. Este sector del río, ubicado entre Goya y Esquina, es un reservorio natural perfecto para la conservación y el ecoturismo.

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Un sitio estratégico

Como si no fuera poco, la cuenca de los Esteros del Isoró es un lugar ideal para pescar. Lo aconsejable es hacerlo junto a algún avezado guía o baqueano de la zona, de lo contrario es muy fácil perderse. Es por eso que para esta ocasión me puse en contacto con Juan Manuel Patalín Carboni, propietario del exclusivo emprendimiento Posada Boca Nueva, ubicado en un lugar estratégico a pocos metros de los pesqueros más importantes de la zona.
En este relevamiento contamos con la presencia de dos guías emblemáticos que la tienen más que clara en los esteros: Alfredo Solís y Flavio Novello, también conocidos  por todos como Negro y Gordito, respectivamente.
Una imponente lancha Vision con un motor Honda 250 HP nos esperaba amarrada en la costa. Zarpamos y al rato arribamos a la isla de la posada, donde Patalín nos recibió al grito de “¡al fin llegaron!”. Mientras disfrutábamos de un desayuno muy completo, las anécdotas se fueron intercalando con los pasos que íbamos a seguir durante esta prometedora jornada de pesca.

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Efectividad contra la costa

Tras el breve agasajo me embarqué con Alfredo y Flavio, los tres solos, para llevar a la práctica lo que hasta ahora eran solo comentarios. Desamarramos y antes de arrancar Luisao, cocinero y encargado del lugar, nos dijo que al mediodía estaría listo el almuerzo; así era la confianza que había. Cabe aclarar que el río estaba muy bajo y había muchas zonas peligrosas de palos, raigones y enormes bancos de arena imposibles de traspasar. Teníamos la obligación de hacer muy bien las cosas para no sufrir ningún tipo de sobresalto.
Para esta pesca contamos con equipos de baitcasting y spinning: cañas de hasta 2,10 m de largo con potencias de entre 17 y 20 lb (1 lb = 453,59 gramos), reeles frontales medianos y de bajo perfil o rotativos cargados con hilo multifilamento de 40 o 50 lb. También llevamos una caja bien surtida con señuelos de media agua y profundidad, sin descartar algunos poppers y otros de subsuperficie. Tampoco nos podíamos olvidar de los leaders de acero, los anteojos y las gorras.
Nuestra idea principal era la pesca de dorados, cosa que pudimos cumplir con creces, además de la captura de un par de surubíes que superaron los 10 kilos, y algunos hasta los 15. Navegamos muy poco desde la posada hasta la zona de pesca. Flavio aminoró la marcha mientras Alfredo se posicionaba en la proa, listo con su equipo de spinning. Por mi parte, me encargaría de la popa mediante baitcasting.
Solo bastaron un par de tiros contra la costa para que picara el primer dorado, una pieza mediana que tomó una banana con paleta N° 2 bien cerca de la embarcación, casi cuando estaban por levantar el artificial para volver a tirar. Así se fueron dando varios piques en el mismo sector, hasta que decidimos ir a probar suerte unos kilómetros más adelante.
Llegamos a un gran bañado de poca profundidad, que rompía en un veril cercano a un desagüe donde el agua corría con mayor fuerza. Lo raro fue la orden del guía, “tiren hacia el agua muerta”. De inmediato me explicaron que allí suele haber algún surubí. En el primer tiro el Negro Solís pinchó una hermosa pieza que lo llevó a pasear por toda la laguna, pero como buen viejo zorro de río, logró dominarlo con facilidad. Como dictan las buenas prácticas, foto y devuelta al agua.

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Por encima de las expectativas

Para no ser menos, yo también quería mi cachorro de surubí. Tiré a unos 30 metros mi mojarra de media agua y, al segundo manijazo, sentí como si me llevara un tren. No paraba de sacar línea a la vez que buscaba la profundidad del veril. De inmediato nos dimos cuenta de que se trataba de un surubí bastante grande. Con este y tantos otros éxitos en tan solo un rato, decidimos complacer al chef y no hacerlo esperar. Fuimos derechito a la Posada Boca Nueva, donde varios platos nos aguardaban sobre la mesa. A la tarde se nos sumó Patalín, quien no se quería perder la fiesta y disfrutó con nosotros de otra cuantiosa pesca de dorados de todos los tamaños.
Al día siguiente nos dedicamos exclusivamente al flycast, por lo que utilizamos cañas y reeles para líneas 7/8, y moscas en color negro y algunas combinadas con azul. Podríamos decir que la nota estaba terminada debido a la cantidad de capturas, pero no podíamos perder la oportunidad de pescar en esta modalidad. Posicionado como espectador de lujo, pude ver cómo Flavio manejaba la embarcación mientras Alfredo daba cátedra de fly, logrando un pique tras otro, con dorados que superaron los dos kilos e incluso los cuatro en el mejor de los casos.
Podría seguir escribiendo muchas páginas más sobre la reserva Isoró, sin dudas un lugar muy prometedor que cumple las expectativas hasta del más exigente pescador, de aquel que gusta de la pesca con artificiales. También hay que hacer una especial mención para la Posada Boca Nueva, enclavada en un lugar estratégico, a metros de los mejores pesqueros de la zona. Un lugar majestuoso que justifica plenamente un viajecito hasta Goya.

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Julio Pollero

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