Wednesday 1 de May de 2024
PESCA | 02-10-2019 18:45

Duros combates a ras del fondo

En un clima de transición, las tarariras empezaron a salir de su letargo. Exploramos el río Paraná, entre San Pedro y las islas de las Lechiguanas, para disfrutar de sus dentelladas.
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Los calores de septiembre nos obligan a ir por las Hoplias malabaricus, nombre científico de las viejas y queridas tarariras, que ya están saliendo del letargo invernal y empiezan a mostrar su típica agresividad. Durante esta época comienzan a comer vorazmente para después desovar, proceso que se da entre la primavera y principios del verano. Un clásico indiscutible sobre el río Paraná es San Pedro, provincia de Buenos Aires, un lugar idóneo para zarpar, explorar aguas adentro y anticipar la temporada de esta especie cazadora.
Para disfrutar de una salida de esas que no se olvidan, nos contactamos con nuestro amigo y referente de la zona, Oscar Marelli, un gran pescador y apasionado de las taruchas, que durante todo el año está buscando lugares nuevos para pescar. Además cuenta con una embarcación totalmente equipada para llevar grupos de cuatro a seis personas con propuestas diurnas y nocturnas. Con él nos encontramos en el Club de Pescadores y Náutica de San Pedro, tras un pequeño viaje de 165 kilómetros por la Ruta Nacional 9 desde la Ciudad de Buenos Aires.
El día elegido se presentó con vientos del sector sur de 20 km/h y una temperatura de cuatro grados. No eran las mejores condiciones para una pesca de tarariras, ya que se suelen activar con temperaturas superiores a los 20. A pesar de que estos factores 
nos jugaban en contra, pudimos dar con las más grandes.

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Primeras capturas
 
Embarcamos con Oscar a las 10 de la mañana desde el club. Hasta la primera parada disfrutamos de una hora de navegación por la cuenca del río Paraná, en la que pasamos por ámbitos referentes de la zona como Vuelta de Obligado, arroyo González, arroyo Sepultura y otros tantos. Según lo estipulado, a lo largo del día nos moveríamos por diferentes arroyos ubicados en el límite entre San Pedro y las islas de las Lechiguanas, provincia de Entre Ríos.
Nos detuvimos en una entrada de agua con costa, en la que desembocaban los afluentes de tres campos. Armamos los equipos, tiramos y la primera tararira no tardó mucho en llegar. Oscar inició la racha con un ejemplar que rondaría el kilo. Su tonalidad blanquecina se debía al frío y su típico letargo invernal. La sacó con un artificial lipless, que barre el fondo del arroyo y, para no errar el pique, no concentra basura en sus triples.
Por su parte, nuestro compañero Juan Carlos Miranda obtuvo el ataque de una anguila de más de un metro, carnada reinante en esta zona, que decidimos devolver porque teníamos como meta pescar toda la jornada con diferentes tipos de señuelo. Luego, Juan Manuel Romero en conjunto con el guía, obtuvo un doblete casi en el mismo lugar donde se concentraba el agua proveniente de los campos.
El arroyo El Bobo es una parada fija de esta zona. Aunque en esta ocasión tuvimos varios ataques fallidos y solamente pudimos izar tres ejemplares de buen porte. Esto se debe a que por el frío todavía no cazan con eficacia los señuelos. Cabe destacar que cuando traemos los artificiales hay que bajar la caña apuntando hacia ellos y acercarlos muy despacio, para darle tiempo a la tarucha a tomar el engaño con una clavada certera. Al mediodía, luego de haber obtenido unas diez piezas, decidimos hacer un alto para descansar y disfrutar del excelente asado que nos preparó Oscar en una isla del Paraná.

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Lances a contrarreloj 
 
A las 15 retomamos la actividad, aunque con cierto apuro. Solamente nos quedaban por delante dos horas más de luz porque todavía los días son muy cortos. A pesar de esta condición, visitamos varios tajamares en los que sacamos dobletes con piezas de entre el kilo y medio y los dos; siempre con señuelos que arrastren de fondo. 
Es importante aclarar que toda la pesca se realizó con señuelos. Las carnadas quedaron descartadas ya que por el frío el pez está en el fondo y no come. Por intuición, solo toma el artificial cuando éste le pasa al lado.
La última parada fue en una zona de costa firme, lo que nos permitió bajar de la embarcación y recorrer unos 100 metros orillando con nuestros señuelos. A última hora el autor de esta nota se dio el gusto de dar con un ejemplar que rondó los 3,180 kg de peso.
Tras haber dado por finalizada la jornada, y con la satisfacción de haber realizado una muy buena pesca, solo nos queda destacar los servicios y conocimientos de Oscar Marelli, un guía que con mucho profesionalismo nos hizo recorrer unos 10 arroyos como mínimo, en uno de los días más fríos del año y con un viento en contra que alcanzó ráfagas de 30 km/h; y a pesar de eso, pudimos enfrentarnos a las tan buscadas y combativas tarariras.

 

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Gustavo Frontoni

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