Tuesday 16 de April de 2024
PESCA | 19-02-2019 15:26

Combates en los veriles de Mar Chiquita

El lenguado se convirtió en la estrella del pesquero. Claves y técnicas para pescar a una especie exigente que siempre garantiza mucha emoción.
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El lenguado tiene un cuerpo ovoide, aplanado por ambos lados y protegido por pequeñísimas escamas. En un lateral es de color verdoso y amarronado, mientras que del otro lado es blanco. Su boca tiene forma oblicua y está provista de agudos dientes que se concentran en un solo borde de ambos maxilares. Nace con un ojo a cada lado de la cabeza, pero en la edad adulta sufre una metamorfosis y uno de los ojos se muda para que los dos estén del mismo lado. Pasa buena parte de su vida acostado en el fondo del agua, lo que le permite ver a sus presas con ambos ojos.

La hembra llega a poner entre 100.000 y 150.000 huevos de 1,5 mm de diámetro. Se reproduce de mayo a agosto. Sus larvas no son planas, sino que se parecen a otros peces y nadan en posición vertical.

Es un cazador al acecho, por eso los lenguados frecuentan las desembocaduras de ríos y arroyos. Suelen asentarse en el fondo, especialmente en los veriles, y se mimetizan con el entorno a la espera de que la corriente les traiga su alimento. Con su gran boca de labios que se estiran como un resorte y empleando el recurso del factor sorpresa, logran aprisionar en un segundo a la especie forrajera elegida.  

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Con el fuerte anhelo de encontrar nuevos desafíos y especies fuera de lo común, recorrimos 420 km desde Capital Federal hasta la localidad de Mar Chiquita. Allí, junto Diego El Profe Araujo, nos pusimos a tono sobre cómo venía la pesca por estos pagos. Ariel, uno de los guías del complejo La Reserva, nos comentó que se estaban sacando lenguados de hasta 13 kg, muy voraces a la hora de concretar el pique. La ansiedad nos desbordaba y sin demora alguna comenzamos a cargar nuestros bártulos en la embarcación para que nos cruzaran a la margen de la costa contraria, para así poder pescar en la boca de la albufera.

Para esta ocasión utilizamos cañas de tres metros con reeles frontales y rotativos, cargados con nylon de 0,35, anzuelo 5/0 o 6/0 –este último en escasas ocasiones– y plomo de 40 a 60 g..El lenguado come únicamente con la modalidad de spinning, que se caracteriza por un permanente movimiento del pescador: lanza, recoge, lanza, recoge, y así sucesivamente. Esto muestra su forma tan particular para comer,, ya que en lugar de salir a buscar su alimento, esta especie aguarda mimetizada en el lecho de la laguna hasta que su presa se acerque. Para evitar que escape, actúa con rapidez y la traga entera. Por lo tanto, cuando sentimos el pique hay que retirar el freno del aparejo y dejar que trague la carnada durante 10 segundos. Luego lo finalizamos como una pesca normal.

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El lenguado, como cualquier especie, prefiere una carnada en particular. En este caso es la banderilla de calamar, que promedia los 10 cm, o de lo contrario pejerrey, que es la que al final utilizamos. Comenzamos vadeando con tiros de entre 15 y 20 m, más no porque la zona se encuentra con muchas piedras, allí es normal tener enganches y perder los aparejos. Nuestra ansiedad superaba la espera, hasta que finalmente Diego cortó la racha de intentos fallidos y logró la primera pieza, un ejemplar muy combativo que peleó mucho hasta que pudo sacarlo de la zona del veril (el borde que demarca la diferencia de profundidad).

La mañana comenzó a tomar color con piques cada vez más firmes. Por mi parte, los lances los hacía entre 5 y 10 m, ya que veíamos las corridas de los lenguados pegados al veril. Así fue como, tras varias pasadas por la misma zona, concreté un ejemplar que dio saltos y corridas mientras sacaba todo el nailon de mi reel.

La marea continuaba en bajante y, de a ratos, los piques eran muy firmes, lo que nos obligó a corrernos e ir probando distintos lugares de la boca. En casi todas las pasadas concretamos piezas de diferentes portes. A la una del mediodía, como el sol ya se hacía notar bastante, dimos por culminada la primera etapa de la pesca y nos dedicamos a recuperar energías, las necesitaríamos por la tarde.

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Toda una fiesta

Retomamos la actividad un poco más cerca de la boca de la albufera, donde la marea estaba en su bajante máxima, por lo que íbamos a dar con el repunte. Los lances fueron más cortos, no tenían que pasar los 10 metros de distancia desde la costa. La modalidad fue tanto en spinning como con línea anclada. Los piques no se dieron de inmediato, por lo que tuvimos que trabajar un poquito más la zona, rotando y buscando distintas piedras y pozones.

Era una tarde soñada, con una leve brisa del norte. Todas las condiciones estaban dadas en este magnífico lugar. Finalmente, Matías rompió el silencio que reinaba con un pique muy voraz a caña completamente doblada. La ansiedad por verlo saltar nos sobrepasaba. Por cómo sacaba el nylon del reel dedujimos que era una pieza más grande de las que habíamos sacado hasta ahora, y de hecho así fue. Lo pudimos ver cuando lo acercaba a la costa, en aguas menos profundas, casi al filo del veril, que para el pez es el último tramo en su lucha, donde deja toda su potencia. El resultado fue una muy linda pieza de más de cuatro kilos.

Tras este emocionante combate, los piques se volvieron a activar con lindos lenguados y hasta varios dobletes. En su totalidad, la pesca se dio tanto en aguas mansas como en plena correntada. La jornada llegó a su fin con una tarde inolvidable y la satisfacción de haber sacado piezas muy importantes. Fue un día de pesca perfecto, de esos que merecen ser inmortalizados en la memoria con una buena fotografía.

 

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Marcelo Albanese

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