Thursday 28 de March de 2024
PESCA | 09-05-2019 14:41

Desafíos del río Santa Cruz

Con motivo de la Fiesta Nacional de esta variedad, relevamos en Cte. Luis Piedrabuena una zona que promete trofeos difíciles pero no imposibles.
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Difícil del mapa truchero patagónico. Unica arco iris anádroma del Atlántico, pese a su escasez, motiva viajes de turistas extranjeros y mosqueros criollos que buscan “completar el álbum” de salmónidos con una de las truchas más furiosas en su pelea de todos los que habitan en nuestras aguas. La arco iris, que decide ir al mar a engordar (porque hay más alimento que en el río) hasta alcanzar tamaños extremos, tiene su fiesta en Comandante Luis Piedrabuena, una ciudad de 13 mil habitantes a 230 km de Río Gallegos, en Santa Cruz.

Especie exótica dañina para las autóctonas por su voracidad, la arco iris es una pesadilla para puyenes chicos y grandes, pejerreyes patagónicos y percas. Pero también es un atractivo turístico que genera importantes divisas por turismo en varias provincias del sur argentino. En lo referente al río Santa Cruz, lugar del evento que convocó a más de 200 cañas, las arco iris nacen en su curso y algunas se convierten en residentes, mientras otras responden a un misterioso llamado que las compele a ir al mar. Esas truchas que vuelven sobredimensionadas son las que, en su regreso, que suele darse entre marzo y mayo, invitan al pescador a buscar un trofeo difícil pero no imposible.

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Técnicas

 

Se las pesca de dos maneras en Piedrabuena. Por un lado, el flycast puro: es decir, equipo de caña de mosca de una mano o dos manos (spey cast) para lograr mejores distancias. Cañas 9 y líneas de hundimiento de 300 grains serán las indicadas para trabajar las moscas. Por otro lado, muchos locales hacen una suerte de spinning con un peso (no plomo porque lo han prohibido por ser un agente contaminante) hecho con dos esmerillones retorcedores: uno conecta con el multifilamento del reel y del otro extremo sale una tanza de un metro de la que se ata la mosca. Esta suerte de flyfishing sin ser flycast permite ganar distancias en el anchísimo río Santa Cruz, matizado siempre por vientos que, con frecuencia, hacen imposible castear moscas con equipos convencionales. De hecho, con este sistema se inician los niños, esos que en la previa a la Fiesta Nacional de la Trucha Steelhead (celebrada del 5 al 7
de abril) sembraron truchitas producidas en la estación de piscicultura local.
Tras ese momento, en la Jornada de Pesca Familiar, dos de los 70 pequeños inscriptos lograron lo que muchos no pudieron en el concurso: pescar una trucha arco iris, que devolvieron religiosamente.

Así las cosas, entre mosqueros y pescadores en spinning –con la particularidad mencionada del peso con mosca– el concurso tuvo 209 pescadores y se registraron 25 piezas en dos jornadas, con ejemplares de hasta 5,800 kg. Así de difícil es esta pesca, que nos brinda mejores chances en salidas guiadas con algunos de los profesionales residentes, recorriendo en gomones el Santa Cruz en busca de puntos rendidores y cambiando de orillas según como pegue el viento.

Revista Weekend tuvo oportunidad de compartir una mañana de pesca con uno de los guías locales, Miguel Garrido, quien nos permitió conocer algunos de los rincones mágicos de “el río de los 1.000 cast”, apodo que tiene bien ganado el mañero Santa Cruz. Así se lo llama jocosamente ejemplificando la cantidad de casteos que hay que hacer antes de tener un pique. Y en nuestra salida, entre tres pescadores tirando toda una mañana, solo se dieron dos piques que por desgracia no terminaron con la trucha afuera.

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Preocupados

Un detalle alarmante a la ya escasa chance de lograr las steelhead es la espada de Damocles que pueda significar para la especie la alteración medioambiental producida por la construcción de la represa sobre el río Santa Cruz, proyecto en marcha. Biólogos que fueron convocados para hacer estudios de impacto ambiental dieron charlas evaluando escenarios posibles, en donde los temores pasan no solo por el correcto funcionamiento de escaleras para peces, sino por la bajada de los juveniles que luego deban atravesar las turbinas.

En otra línea de acción, es intensa la tarea de la estación de piscicultura de Piedrabuena (dicho sea de paso un paseo obligado para el visitante), donde crían no solo truchas sino muy especialmente especies autóctonas migratorias, como las pocos conocidas lampreas, más puyenes chicos y grandes, y percas. La idea es que –de no lograr un correcto ascenso y descenso de las especies– se puedan soltar alevinos y juveniles aguas abajo de la represa.

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Hay mucho por hacer en Piedrabuena, y en Santa Cruz en general. Por un lado, trabajar en consolidar un producto único como es la trucha steelhead atlántica. Por otro, armar programas para el visitante que combinen esta pesca difícil e improbable con otras que den mayores garantías (la del róbalo o las propias arco iris en pesqueros como el Strobel u otros espejos rendidores). Y por último, mancomunar esfuerzos de concientización y aplicación efectiva de medidas para evitar que se propague el didymo o “moco de roca”. El visitante que vaya por su steelhead encontrará gente cordial, un pueblo austero pero ordenado y limpio, y un inmenso y bello río Santa Cruz que le ofrecerá un verdadero desafío

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Wilmar Merino

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