En una clara demostración de su enorme valentía, el navegante rosarino Federico Norman logró cruzar el océano Atlántico al completar la Mini Transat, una regata transatlántica en solitario de la que participan navegantes de todas partes del mundo y que es considerada como una de las más duras de los circuitos offshore internacionales.
En el Delta: cómo navegar sin lancha
De esta manera, este rosarino de 37 años que el pasado 12 de noviembre logró recorrer 7.400 kilómetros se convirtió en el primer argentino en lograr semejante hazaña náutica en aguas abiertas.
Lógicamente que, al igual que los 90 navegantes que participaron en este evento, Norman tuvo que prepararse durante más de dos años para poder llegar, primero a clasificar y, finalmente, a cumplir su sueño de poder cruzar el Atlántico arriba de su solitario velero.
Así fue que decidió iniciar su campaña en la clase Mini 6.50, primero en Barcelona, España, y, luego, en La Rochelle, Francia, lugares en los que luego de haber participado en numerosas regatas tanto en solitario como en dobles, logró clasificar para competir en la Mini Transat. Su gran sueño estaba en marcha, pero recién comenzaba.
“Fueron dos años de preparativos para la regata, más los años anteriores. Es un rollo irte de tu casa a Europa, borrarte dos años y medio, es dificultoso, pero no imposible. La regata se transformó en algo que no me lo esperaba, porque no fue sólo una regata y una aventura, sino que pasó a ser una forma de vida, de conocer gente, de viajar y de poder transmitir valores”, comentó Norman en una entrevista con el diario Castellanos.
“Hay una energía que no la vi hasta que empecé a andar en medio del océano. Antes, estaba haciendo la mía, con mis dificultades, mis problemas emocionales y financieros, hasta que estuve ahí”, agregó el valiente navegante rosarino.
Durante la competencia, tanto Norman como el resto de los participantes tuvieron que soportar todo tipo de inclemencias climáticas desde calmas totales hasta vientos de más de 35 y 40 nudos, a los que se les sumaron oleajes de 4 metros y encuentros muy cercanos y peligrosos con los buques comerciales que se le cruzaban en la ruta establecida.
“El desafío de navegar solo no es lo que más me fascina. Hubo mucha gente que me apoyó y me acompañó desde tierra, gente que bancó. Mi equipo de tierra no se ve y sin ellos no salgo ni a la plaza. En esta disciplina no hay que ver sólo al deportista, sino al resto del equipo que lo acompaña y lo sostiene, desde la familia hasta el nutricionista, el entrenador, y el resto. Todos piensan en vos y te mantienen firme la cabeza, porque esto es muy mental, una mezcla de Iron Man con París Dakar”, señaló Norman.
Todo el esfuerzo puesto durante los dos años de preparación rindieron frutos, porque Norman no solo obtuvo el puesto 16 en la Etapa 1, el 14 en la Etapa 2, y el 11 en el puesto final, sino que fue el navegante con mayor velocidad promedio de toda la flota, ya que el resultado final es la suma de los tiempos de cada etapa.
“Mi balance es muy positivo, siento que cumplí mis objetivos. Crecí mucho. Despaché a una persona en Europa y llegó otro a América. Así que quiero seguir conociéndome, viendo cuáles son mis sueños y los desafíos que me corresponden. Ver hasta dónde llego y hasta dónde puedo pedirle a la gente que me ayude, porque lo que viene son cosas ‘estratosféricas’, pero estoy dispuesto a ponerle toda la cabeza y el cuerpo. Voy a sufrirlo, pero no voy a abandonarlo. No me achico nunca más”, concluyó el feliz navegante rosarino que ya inscribió su nombre entre los más grandes del mundo
Galería de imágenes
Comentarios