Al momento de decidir la compra de una mountain bike, varios son los ítem que se deben tener en cuenta. Más allá de definir nuestro presupuesto, debemos ser concientes de que hay varios factores que son decisivos para la operación. No es lo mismo un rayón o un golpe en el cuadro, que una fisura en un lugar clave.
Travesía solitaria en busca de los durmientes
Lo primero que haremos es solicitar al dueño la factura de compra y verificar el número de serie que se encuentra en la parte inferior de la caja pedalera. Más allá de que para muchos de nosotros la compra de una bicicleta es algo totalmente pasional, debemos ser fríos e ir acompañados de un amigo que sepa del tema.
Normalmente las bicis no se pueden probar, por lo que hay que revisarlas de forma estática. En este caso, lo ideal es comenzar con una recorrida visual en busca de golpes o fisuras en los lugares clave donde puede haber magulladuras o fatiga del material. Tengamos en cuenta que el aluminio se puede soldar, mientras que el carbono también acepta reparaciones, pero condicionado por la persona que las efectúe.
Para probar los cambios levantamos la rueda trasera y gatillamos en los shifters, primero el pasaje de los platos y luego el de los piñones. A veces hay que hacer un poco más de fuerza para que entren o tardan más en cambiar, pero es un tema de regulación que se arregla fácilmente.
Después seguiremos por la horquilla. Con la bici parada, verificamos el hundimiento y que la parte deslizable del barral no chorree aceite. Si la pieza es de elastómeros y con bloqueo, no olvidemos probarla. En cambio, si fuera de aire, controlamos las regulaciones y cercioramos con el dueño de que se le haya realizado el service correspondiente. Por otro lado, si tiene bloqueo remoto al barral, lo testeamos y verificamos que no esté fisurado.
Desafíos en dos ruedas en las sierras cordobesas
Revisión a fondo
Siempre con la horquilla, movemos la bicicleta por la horquilla hacia delante y atrás, verificando que las botellas no tengan juego sobre los barrales, lo que suele derivar en rayones y desgaste de los bujes internos.
Si los frenos son V-Brakes (patines que presionan sobre la llanta), debemos levantar alternativamente las ruedas y ver que giren derechas. Un golpe fuerte las puede desbalancear, algo que no sólo produce un cabeceo incómodo, sino que también puede generar una frenada menos eficiente.
En caso de que los frenos sean hidráulicos, es crucial que no tengan pérdidas de líquido. Aparte de no frenar bien, es posible que las pastillas “se claven” y ocasionen un accidente.
Tanto si los frenos a disco son hidráulicos o mecánicos, un golpe es fácilmente comprobable; mientras que la regulación y cambio de pastillas o el cambio de líquido hidráulico no resulta ser tan caro. Aún así, es clave verificar que el depósito del líquido esté entero. Las pérdidas generarán corrosión en la pintura y en las manetas de freno.
Una vez vistos los frenos, con mucho cuidado damos vuelta la bicicleta y buscamos arreglos y/o fisuras en las zonas críticas. Del conjunto plato-palanca verificamos que no tenga juego hacia los lados, ya que de tenerlo habría que reemplazar la caja pedalera. El mismo control hacemos con la pata de cambio, sólo debe pivotar hacia adelante y atrás. Además, revisamos el estado del fusible y que la luz entre las vainas sea pareja.
Con respecto a las ruedas, las moveremos hacia los lados para ver si hay contacto con las mazas. Después lo haremos más despacio, para escuchar si hay crujidos en los rodamientos.
Si algún cambio no entra, repetimos la operación y observamos el estado de los dientes de los platos y piñones. A su vez, es recomendable preguntar por la duración de la cadena. Un uso por arriba de los 6.000 km se notará en los dientes de plato y piñones, que tendrán filo u olitas en sentido contrario al de la marcha. Un deterioro así no tiene otra opción que el cambio de la pieza, que influye directamente en el precio final.
Aprovechando que la bici está dada vuelta, controlamos que las cubiertas no tengan tajos o bochones. También es importante averiguar si el rodado estuvo mucho tiempo sin uso. En muchos casos, a medida que la ruedas se desinflan, se van marcando al quedar apoyadas contra el suelo y al darles nuevamente uso pueden estallar frente a la primera exigencia.
El caño portasillas no tiene grandes secretos, verificamos que el cierre funcione bien y que la inserción o regulación del asiento no tenga inconvenientes. Si la bicicleta tuvo mucho uso, el manillar mostrará heridas de guerra, por ejemplo manetas de freno dobladas. Es fácil discernir si estos daños son sólo estéticos o funcionales.
Casos especiales
Aunque no es común, también hay MTB de doble suspensión en venta. Con estas debemos verificar el estado de las bieletas, que tengan los services correspondientes. Lo mismo cuenta para el shock (amortiguador trasero), además de que no presente pérdidas de líquido. Con ellas debemos extremar los cuidados en busca de fisuras, no todas las dobles son guerreras, pero desgraciadamente muchos las usan como si lo fueran.
Otro tema importante son los cuadros de carbono. Uno de los grandes mitos del ciclismo es sobre su durabilidad. Las marcas ofrecen garantía de hasta cinco años, pero la experiencia me ha topado con bicis que llevan siete años de disfrute y todavía siguen enteras. Siempre se dijo –aunque nadie le puso la firma– que el carbono aguanta ocho años y luego no sirve por fatiga de material. Sea o no real, en la compra de una MTB de carbono usada es imprescindible que conozcamos al propietario y el uso que le dio.
Una vez efectuada la compra, lo primero será buscar la posición óptima de pedaleo, regulando altura y avance del asiento. Si es necesario, también cambiaremos el stem y/o manillar. Después de todo esto, finalmente viene lo más lindo: pedalear y disfrutar de la naturaleza en compañía de familiares y amigos.
Nota completa en Revista Weekend del mes de Enero, 2019 (edicion 556)
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