Tuesday 19 de March de 2024
BIKE | 01-11-2018 14:32

Pedaleando entre zorras y rieles

Travesía en bicicleta por Buchanán, al sur del conurbano bonaerense, junto a un grupo de ferroadictos que mantienen estaciones de trenes y proponen circuitos turísticos por las vías.

Era cuestión de tiempo. Siempre mencionamos el feeling que tenemos los ciclistas con los “amantes de los rieles”. Y en repetidas ocasiones los hemos encontrado sacando fotos, restaurando estaciones o circulando con sus zorras artesanales. Así fue como de una charla casual con los Amigos del Ferrocarril Provincial Buenos Aires surgió la idea de hacer una juntada con asado de por medio, obvio.

Ellos se encuentran trabajando en la preservación y puesta en valor de los predios de las estaciones Gobernador Monteverde y Pasco, ambos en el partido de Florencio Varela, y en la revalorizacion de la cultura ferroviaria. Pero, para darle un toque más de campo, propusimos a nuestra querida estación Buchanán. Digo querida porque esta bella edificación estilo francés del ex ferrocarril Compañía General Buenos Aires se ubica en pleno campo y es visitada por muchos bikers de zona Sur del GBA y también de La Plata.

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Asado sobre ruedas

En varias ocasiones ya habíamos ido con las bicis hasta allí, con lo básico que podíamos transportar para realizar bike asados. Pero con el aporte de dos zorras el tema se solucionaba y sólo nos restó poner se fecha. Hasta el clima nos acompañó el día elegido: a pesar de las lluvias en jornadas anteriores, amaneció soleado y con viento, algo que nos ayudó mucho por el estado barroso de los caminos.

Fue así que nos juntamos en Adrogué y salimos cortando camino por detrás de Ministro Rivadavia, un lugar cercano en el que aún subsisten granjas y muchos emprendimientos rurales pequeños.

El barro estaba más bravo de lo que esperábamos, así que fuimos buscando tracción por las banquinas pastosas, zambulléndonos de puro gusto en cada charco que se nos cruzó pero eludiendo cobardemente los barriales bravos a lo largo de los 30 km del trayecto. Recién en el último tramo, donde la tierra estaba bien asentada, pudimos subir al plato grande y darle velocidad a la bici.

En La Capilla, ya partido de Florencio Varela, paramos a comprar unas facturas para no caer con las manos vacías y, después de un breve tramo de asfalto, alcanzamos el trazado ferroviario abandonado. Subimos a él y llegamos a ver más adelante una zorra que se alejaba velozmente con rumbo a Buchanán. Nuestros amigos trasladan a La Mamo (por mamotreto) y a la Chingo 01 en trailers que dejan en un campo cercano. Ambas zorras son de construcción artesanal, con estructura de caños y están equipadas con motores de moto, de cuatro tiempos y 125 cc. Desde sus comienzos –hace dos años– los han acompañado en sus aventuras y algún que otro descarrilamiento sin consecuencias.

El par de kilómetros hasta la estación es de campo liso, motivo por el cual fuimos pedaleando por el medio de las vías, de trocha media, donde solo cabe una bici en fila. El pasto estaba corto pero ojo: siempre debemos extremar los cuidados, sobre todo quienes abrimos la marcha: es común que haya pozos o derrumbes por las cuevas de mulitas o zorrinos, y hay que evitar clavarse de cabeza u ocasionar un choque en cadena. Así que circulamos separados, desmontando en varias ocasiones para pasar pequeños puentes pisando de durmiente en durmiente.

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En la estación

Llegamos a Bucha cuando los ferroadictos terminaban de descargar las zorras y ya tenían el mate preparado. Las facturas vinieron perfectas como previa al asado, pero en realidad lo que queríamos era zorrear un poco, así que abandonamos las mountain bike para que nos llevaran a dar unas vueltas... rectas, claro está. Como las zorras tienen transmisión de moto por cadena, no hay marcha atrás para volver. Cuando llega el momento de regresar hay que levantarlas y girarlas.

A pesar de que el último tren pasó en 1993, las vías están en bastante buen estado y ambas zorras circulaban ligero, sobre todo cuando empezaron a tirar juntas: increíble como viajaban. Ya pasada la ansiedad inicial, llegó lo segundo importante: el asado. Todo el mundo a buscar leña seca para prender el fuego. Cuando ese delicioso y típico olorcito de cocción a carne ahumada comenzó a expandirse, se escuchó a alguien comentar extasiado: “La perfeccion existe”.

Con el asado marchando y los mates a full, vino la inevitable charla del lamentable abandono de los ferrocarriles y los pueblos condenados al olvido por ese motivo. Son muchas las asociaciones de exferroviarios y ferroadictos que –a pulmón y en todo el país–ponen su trabajo e ingenio para restaurar trazados. En el caso de la Asociación Ferrocarril Provincial Buenos Aires, la intención es reflotar parte del trazado de dicho tren para hacer trayectos turísticos. El grito de “ya está el asado” provocó una estampida que hizo temblar la hermosa estación y la parrilla quedó sepultada por los veintipico de fanáticos de los rieles que arrasamos con todo. ¡Por lo menos las zorras iban a volver livianas!

La estación Buchanán ha sido mantenida por otro fanático: Alberto Ruben Logiocco y su zorra Pampa, que recorre parte del ramal hace años. Digo parte porque en varios sectores las vías fueron cortadas y sustraídas. Como el regreso a la ciudad lo íbamos a hacer todos juntos, cargamos los equipos y partimos con rumbo Sur. Las zorras adelante y nosotros pedalenado por el medio de la vía o por el costado, extremando los cuidados porque, por ver las zorras, nos podíamos comer un pozo.

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Precaución con las zorras

Pero nuestros amigos también debían prestar atención: sobre algunos puentes las vías están desa-lineadas y es factible descarrillar, por lo que teníamos que levantarlas y volverlas a calzar en los rieles. De paso, algún biker con vértigo pudo cargar la bici en la zorra por unos metros para pasar el abismo.

En el último tramo compartido el sol ya caía en el horizonte. Como era campo raso, veníamos pedaleando a la par de ellos, hasta que empezaron a acelerar y se dispararon con el guarda agitando un pañuelo verde. Por un segundo tuve un déjà vu de “Mad Max”, de ese momento cuando las zorras se alejan levantando tierra y dejando olor a aceite quemado.


Nota completa en Revista Weekend del mes Noviembre de 2018 (edicion 554)

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Aldo Rivero

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