Tuesday 23 de April de 2024
BIKE | 01-01-2019 19:23

En bicicleta por la Ruta de la Seda

Un argentino nacido en Miramar y afincado en Córdoba decidió recorrer el mismo camino que, desde el siglo I a.C., hicieron los mercaderes hasta China, en busca de especias y el preciado tejido. Esta es la primera etapa, que lo llevó hasta Italia.
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Dicen que por cada estrella fugaz que ves hay que pedir tres deseos. Durmiendo en el desierto iraní recuerdo haberme quedado sin deseos que pedir de la cantidad de estrellas que son capaces de verse allá, recostado dentro de mi carpa sin el cubre techo puesto y con todo aquel magnífico espectáculo nocturno en el que me sentía el único espectador. Mi bicicleta descansando al lado, el silencio del desierto, la noche estrellada y las paredes de tela de mi casa ambulante eran un cóctel perfecto para creer que todo aquello era irreal pero sí, estaba allá, había llegado con mi princesa de aluminio y aún me quedaban muchas cosas más por ver en el camino...

Esta es la crónica de un viaje en bicicleta con un punto de salida en España y un punto de llegada en mi imaginación: China. Mi objetivo era recorrer la histórica ruta de la seda, aquel conglomerado de caminos que unieron Oriente y Occidente con fines comerciales, y que tenían como extremos la turca Estambul y la china Xian. La misma que el famoso viajero y mercader veneciano Marco Polo contribuyó a reservarle un lugar en la historia con su libro “Las maravillas del mundo”. Bordear mares, cruzar ríos, atravesar valles y desiertos, conquistar altos pasos de montaña, más de 17 países, más de 14.000 km, 8 meses, un sinfín de lenguas y dialectos, demasiado atractivo para quien sólo busca aventura y libertad.

11_En bicicleta por la ruta de la seda

Demasiado equipaje

El 27 de marzo de 2018, un día soleado típico del Mediterráneo español, partí con toda mi ilusión desde la playa San Juan, en Alicante, rumbo Norte, siempre con el mar a mi derecha y las temperatura tan agradables de la primavera en esta parte de España, para dar comienzo a un gran viaje en el que el único objetivo era el “día a día”. Teniendo en cuenta que España es el segundo país más montañoso de Europa después de Suiza, y Alicante está en el top tres de las provincias con más desnivel, pueden imaginarse lo duro que fueron los primeros días. Con la bici cargada hasta arriba, no tardé en entender que todas esas cosas que había puesto “por las dudas” volverían a casa por correo en la primera oportunidad. Aquellos días transcurrieron entre playas, ciclovías, campos de naranjas y la constatación de que mi vieja Specialized seguía siendo esa compañera fiable que cualquiera desearía tener para un proyecto de esta magnitud.

11_En bicicleta por la ruta de la seda

Alivianando la carga

Lloret de Mar, en la costa catalana, fue el punto elegido para prescindir de todo aquello que sobraba y alivianar mi equipaje. También fue el punto en donde dejé el mar para adentrarme hacia el interior, buscando la frontera con Francia a través de los Pirineos. Gerona, Figueras y finalmente La Junquera fueron testigos de mi paso hacia la tierra de Julio Verne. Francia me recibió con viento y algo más de frío. Perpignan, Narbona, Montpellier y Nimes me recordaron que, en Europa, viajar hacia el Norte significa alejarse del calor.

Los días lluviosos empezaron a sucederse como si el invierno se negara a irse por aquellas tierras sembradas de viñedos, almendros y olivos. La sopa y las pastas de cada noche eran un regalo para mis sentidos desde la intimidad de mi carpa y, no por repetitivas, dejaba de disfrutarlas como si fueran un manjar irrepetible. El único problema logístico era encontrar agua cada día; las estaciones de servicio allí no son una opción porque están automatizadas, así que mi salvación tenía forma de cementerio. Ese lugar al que nadie quiere ir era mi manantial en cada final de la jornada.

El bienestar que el clima me negaba me lo recompensaban los franceses con sus saludos y sus miradas cómplices, en este país sentí más que en ningún otro que la aventura está muy ligada a su manera de entender la vida, y así creí percibirlo en aquellos rostros desconocidos que parecían aprobar mi aventura desde el anonimato. Aviñón me recibió con su afamado puente y con la primera pinchadura del viaje. También significó para mi un cambio de planes: en lugar de cruzar a Italia por la costa lo haría por los Alpes, una ruta algo más larga pero seguro mucho más interesante. Una desición de la que estuve a punto de arrepentirme.

La Alta Provenza me regaló los rigores del clima de montaña y la nieve comenzó a hacerse presente a medida que buscaba coronar el Col de Larche o Passo de la Maddalena. Recuerdo los últimos cinco kilómetros cuesta arriba bajo una nevada invernal y la desilusión mayúscula al comprobar, una vez llegado a la cima, que el paso de montaña estaba cerrado por bloques de cemento y cubierta de nieve la ruta en el lado italiano. Abatido, resignado, eran sinónimos de mi estado de ánimo en ese momento. Tanto esfuerzo para pedalear cuesta arriba y llegar allí para tener que volver atrás…

11_En bicicleta por la ruta de la seda

Ayuda oportuna

Todos los que viajamos solos, sea la manera que sea en que lo hacemos, nos hemos cruzado alguna vez con algún ángel. Me explico: personalmente llamo ángeles a aquellas personas que se aparecen sin conocerte y, sin obtener nada a cambio, te ayudan a solucionar un problema que a priori parecía insalvable. Personas que parecen acudir al llamado de ayuda de tu subconsciente sin que vos hayas emitido una sola palabra. Mi ángel ese día fue Michelle, un cincuentón francés que llegó en su auto hasta allí y se encontró con la misma sorpresa que yo. Conocedor del lugar, bajó de su coche y desapareció tras la nieve que escondía una ruta nacional, para regresar al cabo de una media hora, como un náufrago en un océano blanco nadando hacia la orilla. Probablemente pudo leer en mi cara de expectación que me encontraba en una situación comprometida y no dudó en acercarse a mi y explicarme lo que allí pasaba: una gran avalancha del lado italiano cortaba la ruta y por ese motivo no habían podido limpiarla.

Y al explicarle mi situación, y contarle que volver atrás para mi significaba desandar mucho camino para retomar la ruta que me permitiría cruzar por la costa, no dudó en proponerme una solución. Llamaría a su mujer para que ella mirara a través de Internet en la webcam del primer pueblo italiano a ver si allí la carretera ya estaba limpia (lo estaba) y posterior a eso me incitó e invitó a que me internase allí con él y, juntos, empujáramos la bicicleta un par de kilómetros hasta que la bajada se acentuara y la nieve disminuyese.

Así lo hicimos, tiramos de la bici durante ese trecho y cuando parecía que la situación había mejorado, él volvió sobre sus pasos y yo continué algo más, mirando de reojo las verticales paredes de hielo y nieve que parecían necesitar un estornudo para caer sobre mi, hasta el
pueblo de Argentera (el parecido con Argentina me pareció una buena señal), verificando que a partir de ahí la ruta ya estaba limpia. Inexplicable es para mi describirles la sensación de felicidad que sentí en ese momento en que, mojado, congelado de frío, disfrutaba de la bajada como si fuera la última del mundo.... Au revoir Francia!!

Nota completa en Revista Weekend del mes de Enero, 2019 (edicion 556)

VIDEO: https://youtu.be/TMAGBZXny5M

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