Más allá de los típicos relatos de apariciones y espectros, los cementerios bonaerenses son una importante fuente de información para reconstruir la memoria colectiva de sus pueblos y ciudades. Por ejemplo, los camposantos de San Nicolás de los Arroyos, Laprida y Lobería guardan historias de amor, leyendas en torno a su construcción, atesoran joyas de la arquitectura y biografías de célebres personajes que habitan en el imaginario de esos municipios. Aquí algunos ejemplos:
Hormiga Negra
En el cementerio de San Nicolás, uno de los sepulcros más visitados es el del gaucho Guillermo Hoyos, conocido como Hormiga Negra porque, cuentan, “cuando sacaba el facón lo hacía picar como ese insecto”. Es uno de los personajes más legendarios de la historia penal nicoleña, tal como relatan desde el municipio. Combatió junto a las tropas de Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, y luego cumplió una larga condena por matar a un hombre en un duelo criollo.
Años más tarde “la justicia volvió a acusarlo y a encarcelarlo, esta vez injustamente por la muerte de una mujer viuda”. El juez a cargo de su causa fue Ramón Castillo quien, en la década del '40, fue presidente de la Nación. De acuerdo con la leyenda, su compañero de celda no soportó la tristeza que le generaba ver a Hoyos en prisión y decidió adjudicarse el crimen. Finalmente Hormiga Negra fue liberado y su experiencia de vida se plasmó en una novela de 23 capítulos en los que se conjugan realidad y ficción. El espíritu libre e inquieto de este gaucho está presente en el cementerio construido por orden de Juan Manuel de Rosas y declarado en 2001 como Museo a cielo abierto por su gran riqueza cultural.
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El Cristo de Chierico
En Laprida, el célebre arquitecto Francisco Salamone construyó en 1937 el portal de ingreso al cementerio local. Esta obra de grandes dimensiones y un contundente lenguaje simbólico, como fue una característica de sus diseños, irrumpió en medio de la planicie bonaerense. “La fachada principal es simétrica y se destaca por la presencia de dos conos laterales y uno central, que apunta a la cruz con el Cristo”, describió Natalia Saizar, coordinadora del Centro de Interpretación Salamone y referente del área de Turismo.
El imponente pórtico tiene una altura total de 33 metros y la figura de Cristo, realizada por el escultor platense Santiago Chierico, alcanza los 11 metros que la convierten en una de las más altas de Sudamérica. Detrás hay una pintoresca historia que corrió de boca en boca a través de las diferentes generaciones de lapridenses. Según la leyenda, el intendente local Benito Martínez “se enteró del paso del tren por la estación con las distintas partes de la escultura y a caballo y a punta de pistola detuvo la formación para que el Cristo se quedara en Laprida. Se decía que tenía otro destino pero no es así porque ya había comenzado la construcción del portal”, relata Saizar.
En el pórtico del camposanto municipal confluyen la magia del Art Decó con una impronta futurista y monumentalista. ”Fue algo impactante para la época”, afirma la encargada del área de Turismo. En esa gran composición arquitectónica cada elemento tiene su razón de ser. El cono central representa al Monte Calvario donde Jesús fue crucificado y en su interior tiene una cúpula con una estrella de ocho puntas que simboliza a la Virgen María. En tanto que los conos laterales corresponden a Dimas y Gestas, quienes también murieron crucificados al lado de Cristo.
Una obra imponente
Noelia Segovia trabaja en el Museo Histórico Lobería Grande y su curiosidad de museóloga la impulsó a saber aún más sobre la historia de su municipio. “La idea era sacar el museo a la calle, entonces empecé a trabajar en la recuperación de la historia de personajes locales”, cuenta. Ese objetivo la condujo al cementerio municipal. Allí se sorprendió con bóvedas de arquitectura y estilo islámico, con los panteones de la colectividad española y la italiana y su interés quedó prendado de la majestuosa escultura en la que una mujer, Catalina Piuzzi de Maggiolo, que se encuentra tendida junto a un niño.
Segovia reconstruyó la vida de esta joven, que murió a los 25 años a causa de una peritonitis generada por una infección posparto que sufrió cuando nació su hijo Atilio. Tras el fallecimiento, su esposo Rómulo Maggiolo decidió regresar a Italia, su tierra natal, y allí encargó la obra al marmolista Silvio Corsi. Maggiolo murió en 1951 y se encuentra en la bóveda familiar junto a Catalina. El compromiso de Noelia con esta historia fue tan fuerte que en 2019 se encontró con la hijastra de Atilio, el pequeño de la escultura.
El patrimonio funerario es el camino iniciático para conocer relatos de vida y leyendas que hablan de la historia particular de cada municipio, que también es la historia de la provincia.
Fuente: Turismo BA.
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