Monday 18 de March de 2024
TURISMO | 21-10-2020 21:00

La imagen más colorida de la Patagonia: los tulipanes de octubre

Hasta el 8 de noviembre, el campo de tulipanes de la familia Ledesma en las afueras de Trevelin estará en flor, este año accesible solo desde localidades aledañas. La historia de una de las primeras burbujas financieras en la Holanda renacentista, resultado de la locura por una flor. Video.
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Cuando uno sale hacia la cordillera por la RN 259 desde la ciudad chubutense de Trevelin, a los 12 kilómetros de viaje cree haber llegado de repente a Holanda: aparece un rectángulo de tres hectáreas alfombrado de tulipanes de 27 colores, 2,3 millones de bulbos plantados por Juan Ledesma -un pelirrojo descendiente de galeses- y su esposa Silvia Aimaro, tucumana. Es una plantación hecha para vender los bulbos -las flores se tiran luego de la cosecha- pero al mismo tiempo los Ledesma crean cada año el jardín más hermoso de la Argentina, un lujo que se da este matrimonio con su casa a 100 metros de la plantación.

Ya desde la ruta, esa cinta multicolor al pie de una montaña nevada quita el aliento. Uno se detiene a mirarla en perspectiva y la calma inicial deviene en desesperación por ir a ver en primer plano. Entramos y nos recibe el señor Ledesma, quien comenzó con este trabajo hace 25 años sin imaginarse que sería también un emprendimiento turístico, tan fugaz como la cromática belleza de esos tallos terminados en flor acebollada, que se corta en su máximo esplendor. Los bulbos se van en un camión y terminan desperdigando su belleza plantados de manera decorativa por todo el país. 

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En el campo de tulipanes se cobra una entrada moderada y uno camina por un sendero autoguiado entre las flores, con tiempo para experimentar fotográficamente, algo que los adictos a las selfies explotan hasta el paroxismo. El idilio florido dura cuatro semanas mágicas y hay tulipanes Triumph y Darwin. 

Ledesma nos cuenta que la familia completa -con sus dos hijos- trabaja plantando las semillas con una máquina en abril. Florecen a comienzos de octubre y en la primera semana de noviembre cortan la flor para que se forme el bulbo, cosechado a mano en verano. 

Algunos visitantes caminan, otros simplemente se sientan en el suelo en actitud de contemplación zen. Y hay quien llega con su dron. Pero hay que venir aquí precavidos: está demostrado históricamente que la belleza de los tulipanes puede llevar a la locura.

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Los tulipanes son originarios de Turquía y entraron a los Países Bajos desde el Imperio Otomano en 1559, donde adornaban trajes de los sultanes. Y desde allí se desperdigaron con los navegantes por todo el planeta. Hacia 1620 los holandeses vivieron un idilio desenfrenado con esta flor: desarrollaron un fanatismo de coleccionista por sus diferentes variedades que hizo subir el precio de los bulbos de manera astronómica. La llegada de un virus mutó a ciertas plantas, generándose tulipanes multicolores únicos que todos quisieron tener en exclusividad. En cierto momento, las personas comenzaron a ahorrar en tulipanes. Un bulbo de esas rarezas bicolor de la variedad Semper Augustus, se llegó a intercambiar por una mansión en el centro de Ámsterdam en 1635. Y un bulbo más común se vendía por 1000 florines cuando un sueldo promedio era de 150 florines. Esta tulipomanía generó notas de crédito en un mercado a futuro de bulbos sin florecer. Así, una de las primeras burbujas económicas de la historia, comenzó a inflarse al límite. 

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Cierto día, alguien dijo “yo no pago tanto por un tulipán” y rechazó una oferta. Luego, algún otro dijo “yo tampoco”. La pompa especulativa explotó y los precios se desbarrancaron generando la histeria opuesta: ya nadie quiso comprar y todos se desesperaban por vender. Esto generó bancarrotas en serie -hubo quien lo perdió casi todo- y el episodio se estudia hoy en los manuales de economía antigua. A esta clase de locura -se le advierte a nuestros lectores- se expone cualquier viajero que en los años subsiguientes, se dé una vuelta por Trevelin y ceda desde la ruta, al canto de sirena de los tulipanes, la imagen más colorida de toda la Patagonia. 

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Julián Varsavsky

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