Thursday 25 de April de 2024
SITIOS EXTERNOS | 11-12-2014 10:02

Cueva de los Tayos: sombras & misterios

El descenso a una cueva casi inexplorada del Ecuador. Dos días de emociones fuertes. Y de una oscuridad por momentos temeraria. Nota con video.
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Antes de irnos a dormir recibimos la llamada que tanto esperábamos: la municipalidad de Limón Indanza nos invitaba a unirnos a un grupo de nueve personas en una expedición espeleológica a la Cueva de los Tayos, en Ecuador. Dos días después tomamos un bus desde Macas hasta Limón Indanza, unos kilómetros más al sur. Al llegar, nos recibió Xavier y luego fuimos a hacer un entrenamiento de rappel con los bomberos en la cancha de fútbol del pueblo. Ocurre que ingresar a la cueva no significaba sólo entrar y dormir dos noches allí sin ver la luz. El primer pequeño detalle: un descenso en el acceso de 70 m de altura, que sólo se puede realizar colgado de una soga. Un desafío para cualquiera y mucho más para quienes sufren de vértigo como es el caso de mi compañera Erika Di Pasquo.

Llegar no fue fácil 

Al día siguiente, nos levantamos a las 5 am para iniciar el viaje a la cueva, tres horas por la carretera que conduce a Yuquiantza, hasta la entrada al territorio de los shuar arutam, desde donde una lancha por el río Namangoza nos conduciría hacia la comunidad Kuankus. Luego nos dirigimos a la cima de la sierra donde están las casas de la comunidad. Y desde allí son 3 horas de ardua caminata entre la amazonia ecuatoriana, en un camino que poco tenía de camino y por tanta lluvia se había convertido en un campo de barro.

Finalmente llegamos. De la nada, apareció el agujero rodeado de toda esa selva, como si un pedazo de ella hubiera sido arrancado. Caminamos por su costado, con mucho cuidado de no dar un paso en falso que nos condujera directamente a las entrañas de la cueva. De su interior provenía un sonido abrumador, que daba escalofríos. Eran los tayos, las aves que moran aquí y a quienes la cueva les debe su nombre. Descansamos un poco, mientras los dos bomberos miembros del equipo se disponían a instalar los primeros parabolts puestos allí para descender y ascender.

www.youtube.com/embed/mpRc_XY39VQ

Luego empezamos a bajar de a poco. Erika fue primero: jamás voy a olvidar la cara que puso antes de dar el pr imer paso, pero se controló y lo logró. Yo no pude evitar mirar

para abajo y observar allá a lo lejos las luces de los cascos que apuntaban hacia arriba y se veían como diminutos puntos brillantes en un fondo negro. Paso a paso descendí hasta tocar el piso de Los Tayos. Lo que me rodeaba era nuevo para mí: las rocas, los hilos de agua que brotan de ellas, los pájaros, los insectos y aquel hueco monumental que conduce a la única salida, me dejaron en shock por unos minutos, hasta ver el rostro de Erika que me trajo paz nuevamente.

Una vez que bajaron todos seguimos para adentro. Primero otro pequeño descenso en rappel por unos 6 metros y ahora sí a caminar. Pasamos un hueco con su techo liso y sus costados tan naturalmente perfectos, que parecía un dintel que apoya en sus dos columnas cual obra de ingeniería humana. Enseguida se abrió una gran sala de techos

altos, donde fácilmente cabría un avión jumbo. Allí decidimos armar el campamento para arrancar la expedición al otro día.

Para más información sobre el viaje: www.viajesindestino.com

Nota publicada en la edición 507 de Weekend, diciembre de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al tel.: (011) 4341-7820 / 0810-333-6720. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

11 de diciembre de 2014

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Bárbara Roesler

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