Mi amor por la pesca deportiva nace siendo muy chica. En aquel entonces vivía junto a mis padres en la localidad de Las Perdices (Córdoba). Con ellos, más un matrimonio amigo de mi familia, íbamos todos los fines de semana a los varios arroyos de la zona que siempre tenían para ofrecer preciosas jornadas.
Pesca de grandes dorados en Reconquista
Pasábamos sábados y domingos hasta última hora. Era dormir al lado de la camioneta en el suelo, en medio de mis viejos, y entre la medianoche y la madrugada levantarnos, ponernos las botas de goma y salir a recorrer las líneas para que no se fuera ninguna posible captura.
Puerto Rzepecki: un desafío todo el año
Las cañas eran esas duras de tacuara con unos anzuelos inmensos. La mía, la cual aún guardo, era finita con un anzuelo al que le habían cortado la punta por miedo a que me lo clavara.
50 años reflejando la pesca de dorados
50 años mostrando la pesca de tarariras
Pasaron los años, me puse de novia y la vida me premió regalándome un compañero de vida que comparte la misma pasión.
Siempre quise que la pesca me acompañara en cada momento de mi vida, tal es así que soy docente y en determinadas escuelas di charlas sobre pesca deportiva a alumnos de nivel primario. Me hace muy feliz verlos como escuchan atentos y darme cuenta que ellos son por quienes debemos empezar a educar, para lograr que nuestros ríos, lagos, lagunas vuelvan a ser lo que un día fueron. Ellos entienden que pescar no significa matar un pez sino disfrutar de tantas cosas bellas que esta actividad deportiva te regala.
Allá por el 2010 la idea central que tomó forma fue la de llevar la pesca, un ambiente que en determinada época fue muy machista, a un nivel distinto. Mi sueño siempre estuvo en reunir a mujeres de la zona donde vivo, que jamás pudieron probar con este deporte al aire libre.
Para lograr mi meta luché mucho, recorrí lugares donde contaba de que se trataba mi idea. Hablé en radios y canales locales, de a poco fui incursionando y haciéndome un poquito más conocida. A cambio recibía mensajes alentadores y ese era el combustible para seguir.
En la escuela en la que trabajo, el Instituto Técnico Adrián P. Urquía, ya todos saben de mi locura, de mi ansiedad cuando pasa un tiempo que no puedo hacer una salida de pesca, de mis charlas, de mis fotos en cada viaje, de mis videos y de no se cuánto más que genera en mí esta pasión.
Un día le sugerí a Luciana, una compañera docente, que probara pescar ya que a su esposo le gustaba probar con la caña. Me respondió que por qué no hacía salidas solo para mujeres. Cuando llegué a casa le comenté a mi marido y como es frecuente que me apoye en todo lo que se me ocurre, me dijo que lo intentara.
Tomé la decisión de lanzar la idea en mis redes. Tenía dos meses para organizar todo. La base era de siete mujeres que iban a moverse en una Trafic. En un par de días terminé captando la atención de 19 mujeres. Una bendición.
La convocatoria decía: “Compartí conmigo mi pasión, no importa si sabes o no pescar, solo debes estar dispuesta a algo distinto”. Y creo lo entendieron de maravillas.
La primera salida la hicimos el 27 de agosto de este año a la Laguna La Chanchera, cerca de Laboulaye, en busca de pejerreyes.
Cuando hablaba con las chicas les decía que la pesca era algo que no podía asegurarles, pero que la diversión y el día distinto, seguro. Allá fuimos, de las 19 que partimos muy poquitas tenían idea de lo que era una caña de pescar, las demás iban por el desafío de mi propuesta.
El clima no nos acompañó ya que hubo mucho viento, pero la pesca nos premió: sacamos 17 pejerreyes. Los equipos que usaron las chicas era lo que tenía cada una en casa, o bien prestado por algún conocido o provisto por mi.
Estábamos volviendo de la primera aventura y ya me pedían otra salida. A los poquitos días me puse un desafío mayor que era ir al río Dulce, en Santiago del Estero, un curso que conozco mucho.
Arrancaba la organización de otra salida. La proyección era a tres meses. Mi cabeza se llenó de ideas, un montón de cosas para organizar y hacer. Esta vez, el reto era mucho más importante.
Fue entonces que el viernes 4 de noviembre viajamos a Sumampa, donde nos alojamos y el sábado 5 fuimos a un campo privado de una familia conocida a pescar. Y ahí estuvieron de arranque, de nuevo, mis palabras: “la pesca no puedo asegurarla, la diversión sí”.
Sabía que mi río Dulce querido no nos iba a defraudar. Entre bagres y bogas aparecieron seis sueños dorados, que dejaron a todas enamoradas y con más ganas. Los dorados presentaron un peso promedio de dos kilos y uno superó los tres kilos.
Los equipos de las chicas son lo que tienen o les prestan, aunque alguna ya se va comprando algo. Y acá surge una gran anécdota: en un momento donde los dorados empezaron a decir presente, las chicas se enloquecieron, querían cambiar la línea, el anzuelo, el plomo…¡estaban desesperadas!
Ya no dábamos abasto y eso que cuento con un equipo que me apoya y se encarga de la logística, al cual literalmente le debo la vida. Este equipo está formado por Alejandro, mi marido, Manuel, mi hijo, Ariel, un amigo, Lucas y Nicolás, dueños de una casa de pesca, y así estábamos todos a 20 manos.
En un momento Marisa, una de mis pescadoras, grita que tenía un dorado enganchado a la línea que había encontrado, en una de las tantas cajas de pesca que andaban dando vuelta. Y sí, efectivamente, el dorado venía, pero para sorpresa de todos la línea era de pejerrey, ¡sin cable de acero para aguantar la poderosa mordida de esta especie!
Me encanta ver a las chicas como disfrutan, me encanta cuidarlas, brindarle todo y que realmente estas salidas sean lo que fue la propuesta inicial “pasar un día distinto”.
La última incursión del año que estoy organizando va a ser un cierre con todo a la laguna El Reflejo, un espejo privado cerca de Paso El durazno, en la provincia de Córdoba.
Como siempre digo, agradezco que la pesca me haya brindado tantas cosas en la vida. Ahora, la oportunidad de estar escribiendo para ustedes.
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