Monday 29 de April de 2024
PESCA | 14-04-2024 10:00

Las Lechiguanas: punto de encuentro otoñal

El entramado hídrico de Las Lechiguanas, frente a la ciudad de Ramallo, asiste a una impresionante presencia de doradillos y pirapitás, que se entremezclarán con pejerreyes cuando se asiente el frío.
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Con apenas 204 km los que separan a Ramallo de CABA y la Ruta 9 en doble mano hace que el trayecto sea amable y con muchas posibilidades de parar para el cafecito de rigor, cargar combustible o comprar alguna vitualla. Primera ventaja. La segunda y más importante: la zona explota de vida si hablamos de predadores como dorados y pitapitás, que pueblan en cantidades industriales cada arroyo, cada aguada y cada desborde de campos. Tercera ventaja: el gran curso del Paraná nos permite, tras divertirnos a destajo con el chiquitaje, tener la chance del gran dorado de la foto, ese que sale en aguas profundas y correntadas poderosas, y que exige el uso de señuelos grandes y tentadores.

Un encuentro esperado

Esta visita empieza con el regreso de uno de mis anfitriones, los Butti, Luis y Lautaro, padre e hijo apasionados por la pesca señuelera, quienes se reencontraban tras el regreso del menor –Lautaro­– de Dinamarca. Y en esa pesca celebratoria del reencuentro terció este escriba, quien no veía al joven pescador desde hace 13 años, cuando era apenas un niño. Para completar un círculo de vida y pasiones compartidas, me acompañó Norberto Kranz, un señuelero que fue testigo de mis orígenes en el mundo de los muñequitos allá en el extinto Anexo Chavarri de la Asociación Argentina de Pesca (a algunos se le piantará un lagrimón al evocarlo). Tiempos donde el agua caliente que largaba la compañía Italo-Argentina en la olla (una especie de dique de cola), convocaba allá por los ‘70 inmensos chafalotes, dorados y surubíes, un pequeño club dentro del club de amantes de los señuelos que se amontonaban hombro con hombro en aquel puente que cruzaba la salida de agua caliente, para trabajar sus artificiales esperando milagros.

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Estos encuentros ya presagiaban una salida feliz más allá de la pesca, pero lo mejor estaba por venir. Llegamos a la guardería Puerto Ramallo, punto de partida de la lancha tipo North Carolina de nuestros anfitriones, antes de que arribaran los Butti, y nos dedicamos a ver cómo los parroquianos aprovechaban un tramo de costanera de acceso público para lograr regios bagres amarillos, armados y ocasionales doradillos. Sin dudas un lugar para tener en cuenta por pescadores que gusten de la actviidad de costa.         

El trofeo de la temporada

Finalmente, con el arribo de la familia Butti arrancamos nuestra jornada, que nos puso en acción de inmediato pues lo primero que hicimos fue trabajar una zona de amarradero de grandes barcos enfrente de la ciudad de Ramallo. Allí se usan señuelos grandes, incluso de trolling en algunos casos, y se golpea tirando delante y detrás de los pilotes que sostienen las estructuras portuarias. Las correderas son fuertes y, ni bien el señuelo toca el agua, hay que manijear con fuerza el reel de bait y también las cañas fuertes, de 15-30 lb (1 lb = 0,453 kg), que se exigen con la tracción. De repente, la bajada de vara esperada y –si la clavada es certera– un salto tremendo recortando el oro sobre el agua. 

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Así, Luis Butti logró su trofeo de la temporada, un dorado de 10 kilos, nada mal para una pesca a solo 200 km de CABA. Aunque es claro que excepciones así se le darán a los que frecuentan la zona muy seguido, siendo lo más normal en esta parte cobrar dorados de 2 a 4 kilos (el chiquito no resiste aguas tan fuertes). En esta ocasión, los locales nos ganaron por goleada, ya que lograron un par más de buenas piezas sin que los visitantes pudiésemos izar alguna.
Cansados ya de traccionar señuelos paletudos en agua brava, nos fuimos al complejo entramado de Las Lechiguanas a buscar pescas de más acción con equipos más livianos. Ya en la navegación, los saltos que ocasionaba el ruido del motor presagiaban buena pesca pues en casi todo el recorrido hasta la primera parada fuimos levantando pescado. Armamos equipos de dos tipos. Por un lado, de spinning, tanto ultraliviano, con cañas de 2 a 10 lb y micro reeles; como de spinning liviano con cañas de hasta 20 lb y 2,10 m de largo. Por otro lado, preparamos cañas de fly cast, tanto una 3 como una 6, en la intención de buscar algún dorado en esa modalidad. 
Las respuestas de juveniles de dorados y pirapitás fueron casi instantáneas, con mayor predominio de pirapitás en los intentos de fly, y de doradillos tomando señuelos. Si bien ambas especies no eran de grandes portes, el rato de diversión constante, con piques uno atrás de otro, contrastó con la primera parte de la jornada de pocos piques pero de los buenos. 
Es clave buscar los encuentros de agua negra (que irónicamente es el agua transparente que sale de los campos), con la amarronada que baja tintada de sedimentos rojizos y que llega del Norte. En estos mentados encuentros seguramente hay especies cazadoras haciendo negocio con de-sorientadas forrajeras que arriban a estos pequeños universos donde las aguas claras se nublan. De hecho, un ejercicio divertido de hacer fue tirar señuelos a las aguas turbias y recogerlos rápido, ralentizando la recogida cuando éste entraba en las aguas claras, y así veíamos dorados y pirapitás que, saliendo de las aguas marrones, entraban a cazar a la presa en fuga en las aguas claras, permitiéndonos visualizar la acción del pique.

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Cambiamos de lugar a una zona prometedora de tarariras, con aguas someras y estancadas, rodeadas de camalotales. Sin embargo, allí también encontramos doradillos muy activos, que nos arrancaban las patas de los señuelos de látex. Fue el momento en el que Lautaro Tato Butti logró un lindo lingote de unos 2 kilos haciendo fly en una entrada de agua.

Locura por los poppers 

Así fuimos transcurriendo el día en diversos puntos tocados con idéntico resultado: una impresionante cantidad de doradillos que pescamos en spinning y bait, y también de pirapitás (término que significa “pez rojo” en guaraní por el color rojizo de su carne), que logramos tanto con streamers y con frutos blandos. Pero si de divertirse en grande hablamos, la pesca de pirapitás en fly con poppers pequeños es un verdadero espectáculo. Este pez, de boca pequeña, erra mucho, aunque insiste, por lo cual en cada tiro podemos tener tres o cuatro ataques antes de concretar una clavada. En spinning ultra liviano, mientras tanto, los Butti y Norberto usaron paseantes para lograr idéntico resultado de motivar doradillos y pirapitás para que cacen en superficie. La curiosidad del día fue un sábalo –que se supone especie no cazadora sino limnófaga– que a Norberto le tomó un lipless, bien de la boca.

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Misión cumplida por dos, tachando el reencuentro con amigos y la pesca exitosa como objetivos logrados. Ramallo tiene todo para ser un gran pesquero a la altura de localidades vecinas que explotan mucho más la pesca, como San Pedro, Baradero y San Nicolás. Un punto de encuentro otoñal de especies de verano y de invierno que –cuando el frío aclara el agua– permite lograr tanto buenos pejerreyes como excelentes dorados, pues estos no se van de la zona y se alimentan de los primeros. Sin duda una linda excusa para ir planificando el regreso en poco tiempo.

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Wilmar Merino

Wilmar Merino

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