Hay muchos lugares para pescar grandes peces vadeando, pero algunos son puntuales y emblemáticos. La boca del Corcovado en el Vintter, en la provincia de Chubut, es uno de ellos. Este célebre pesquero, donde el viento patagónico suele azotar despiadadamente a pescadores, líneas y moscas, tiene sus recompensas ocultas. Como contrapartida a ciertas incomodidades, es un sitio de legendarias capturas e historias épicas de pesca. No en vano suelen congregarse religiosamente cada temporada numerosos pescadores en proximidades de la boca y bajo el puente de la RP 44, en carpas, campamentos, reparos y otros modos de resistir el clima (a veces áspero y hostil) esperando el momento y la oportunidad de meter un buen tiro y prender la trucha de sus sueños, la que allí aguarda entre las muchas grandes que circulan por esa neurálgica boca para engrosar la leyenda del lugar y colmar de felicidad al que pueda y sepa seducirla.
Con Roge Casal y Maxi Piva de Esquel Anglers fuimos en procura de desentrañar el eterno y cambiante acertijo del pique. Una mañana encapotada, lluviosa, con viento del lago y oleaje en la boca propiamente dicha, invitaba más al fogón, el reparo y los mates. Pero ganas de pescar matan comodidad. Así que nos cerramos bien las camperas, ajustamos capuchas y resolvimos caminar un poco los primeros tramos del río en procura de sectores menos expuestos al clima.
En los lugares muy frecuentados suelen estar más alerta los peces. La pesca con devolución también contribuye a que las buenas truchas, las que tienen años, estén más entrenadas y a la defensiva. Alguna vez en su vida, o más de una vez, habrán sufrido un pinchazo de anzuelo o habrán sido testigo de la captura de un congénere cercano. La forma de actuar frente a peces sensibles en extremo es ser más precavidos, más silenciosos y aplicar otras estrategias de pesca a las comunes del lugar, o incluso otras moscas. Salir un poco de lo tradicional. Si la gran mayoría pesca con líneas de hundimiento y estrímeres; no estaría mal caminar sigilosamente las orillas hasta detectar un pez y armar una estrategia de abordaje con pequeñas ninfas y actuar a pez visto.
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Las truchas se alimentan mucho de larvas y ninfas bajo el agua. Es una buena alternativa usar cañas #6 con líneas de flote, indicadores de pique (strike indicators) y ninfas colgando en la corriente en deriva muerta. Una ninfa bien lastrada con cabeza de tungsteno, que alcance profundidad rápido y llegue al sector de pique, es un bocado muy apreciado por las truchas. El indicador, además de permitirnos pasar una ninfa a cierta hondura con una línea de flote, también nos marca el momento de una tomada.
No toda la corriente de un río es uniforme, las capas más profundas, pegadas al fondo, son más lentas y las superficiales más veloces, por eso es necesario presentar la ninfa aguas abajo del indicador, así las diferentes velocidades de deriva de mosca y flotador se van compensando y se prolonga la deriva muerta –sin tensión ni drag– hasta el momento en que pasemos por el lugar elegido, si es que vimos una trucha o si hay una estructura del río que nos hace presumir que podría haber alguna apostada o merodeando por allí.
Cuando lanzamos y cae la ninfa, ésta se hundirá rápido, viajando por gravedad hacia las capas más lentas, mientras el strike indicator quedará boyando arriba, donde el agua viaja más rápido. Por eso, si el indicador cae aguas abajo de la ninfa, nunca va a alcanzar la profundidad que deseamos ni va a conseguir la deriva muerta que la hace atractiva para las truchas.
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La ninfa cae, hunde y alcanza a quedar colgada en deriva muerta por un trecho y luego el indicador la adelanta y la sujeta primero para luego comenzar a tironearla hacia arriba. En el momento que se tensa el aparejo, lo notamos en el indicador: puede ser por un giro, un cambio de velocidad o, si es asimétrico (alargado, ovalado, bicolor o tiene un palito) y no redondo y de un solo tono, podemos notar que empieza a apuntar para otro lado y es ahí donde comienza la tensión y el ascenso de la ninfa en la columna de agua. Ojo que ese final de deriva puede ser muy rendidor y hay que estar bien atentos por que puede sobrevenir un pique.
Ascenso irresistible
Ese movimiento ascendente en una ninfa es algo bien frecuente en el río. Suben y es cuando suelen ser atacadas. Eso hace que debamos dejar un poco más la mosca en el agua antes de sacarla para armar el próximo lance. Una estrategia para evitar que el indicador pase a la ninfa es hacer correcciones de línea o mends río arriba. El costo de esta maniobra puede ser el de mover demasiado el lugar y espantar o alertar a los peces; otra alternativa es entregar línea para alargar la deriva.
De esta manera pudimos primero observar buenas truchas caminando por la ribera, verlas, entrar río arriba con sumo cuidado y abordarlas con lances precisos y direccionados para hacerlas tomar nuestras ninfas. No fueron muchas, pero sí todas arcoíris de las buenas y, merced a los equipos livianos utilizados y la técnica de pesca, las sensaciones fueron magníficas.
Al final del día regresamos a las cabañas El Puente, en Carrenleufú, a reponer energías, descansar y al día siguiente partir temprano hacia Río Pico, distante 117 km hacia el sur. Allí nos encontramos con Pablo Collm que sería nuestro guía en esa zona junto a Juan González Venzano. En la camioneta de Pablo recorrimos 20 km más de camino de ripio hasta el lago Número Tres. Nuestro segundo destino. Otro emblemático pesquero de trofeos. La condición climática continuaba desapacible y con fuerte viento, por lo que descartamos navegar el espejo y nos centramos en recorrer a pie la zona de bañados de su costa occidental y actuar de orilla o vadeando. Hay que caminar bastante para tener chances. Pero vale la pena.
Con los mismos equipos que el día anterior, también con líneas de flote pero con grandes moscas secas –por indicación de Pablo– fuimos sondeando sectores someros de entre 50 y 80 cm. Las moscas Chernobyl Ant, Triple Decker, Fat Albert y Grass Hopper recibieron ataques o tuvieron capturas de muy buenas marrones en escasa profundidad. Una pesca apasionante y que mayormente se desencadenaba luego de lanzar, haciendo golpear la mosca en superficie. Esto se consigue dejando que salga toda la línea y pegue un golpe en el reel, así se despliega bien el líder y la mosca cae produciendo un impacto en el agua, con ruido y llamando la atención. Si no recibe respuestas luego de esta presentación, hay que moverla apenas, hacerla vibrar y luego sí traccionarla y recuperarla con movimientos no demasiado rápidos, imitando un insecto o un organismo que cayó al agua y se mueve por la superficie. Cuatro buenas marrones prendidas, dos que se escaparon y un par de ataques del tipo lavarropas alcanzaron para ponerle acción, emoción y calor a una destemplada jornada.
Dejamos Chubut convencidos de que las buenas truchas siguen estando presentes, solo hay que aplicar variantes, buscarle la vuelta, salir un poco de lo convencional y aplicar estrategias menos habituales para tentar a peces más recelosos, que muchas veces rechazan lo conocido, pero que de alguna manera tienen que seguir comiendo. Y nosotros pescando!
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