Tuesday 25 de June de 2024
PESCA | 02-06-2024 10:00

Cochicó: un festival color plata

Por sus rendimientos parejos desde la temporada pasada y el verano, el espejo de Cochicó no sufrió mortandades a causa de la sequía y está rebosante de flechas de plata. Claves para disfrutar de la laguna estrella de Guaminí, por ejemplares y buenos servicios.
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Co-Chicó significa “agua dulce” en lengua mapuche. Y es la joya del momento del Partido de Guaminí (que en el mismo idioma significa Isla del Medio, por la isla que presenta el lago del Monte, laguna vecina a Cochicó). Porque hay abundancia y calidad de pejerreyes y, sobre todo, por una constancia que se ha venido repitiendo desde el verano, por lo que creemos que será un espejo de agua que estará en el podio de las lagunas esta temporada. Y lo mejor es que es una laguna bien cuidada de los furtivos, con servicios, ideal para el relax, y muy visitada por pescadores bonaerenses, cordobeses y pampeanos por su ubicación en el oeste de la provincia de Buenos Aires. 


Supo tener más agua, como todos los ámbitos palustres, pero con su profundidad actual ha conservado la vida sin mortandades, al punto de que se le sugiere al pescador elegir bien las piezas a sacrificar para llevarse la cuota de 25  pejerreyes de más de 30 cm, devolviendo aquellos que apenas pasan la medida mínima. Y lo mejor: el pique se da a flote, trabajando los largos de brazoladas entre los 25 cm y el metro de profundidad. O acaso más abajo si lo que buscamos es un pejerrey que rompa el molde y pase los 40.

La llamada

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Esta visita arranca con una convocatoria de Sergio Taha, El Turco, guía local pionero y motor de su comunidad, que además de hacer salidas guiadas en lanchas tracker o alquilarlas particularmente, ofrece servicio de alojamiento a metros de la laguna, algo que se agradece para tener un descanso reparador y disfrutar de un buen asado a la salida de una jornada donde los brazos no pararon de trabajar, felizmente.
En esta ocasión fuimos en un motorhome junto a Roberto Cufré y Gustavo Miranda, con quienes recorrimos de noche los 500 km que separan Cochicó de Buenos Aires, por Ruta 205 y luego 65 hasta Daireaux (donde levantamos carnadas en el puesto de Ricardo Fuster, en la entrada a Daireaux que da a la 65) y de allí seguimos hasta la Ruta 33 a la derecha, que nos lleva a la entrada al Camping de Cochicó (Km 216), donde nos esperaba nuestro anfitrión, cuyos alojamientos están a 200 m de la única bajada de lanchas autorizada.
Dejamos el equipaje en las habitaciones, cargamos los equipos en la lancha de nuestro guía que esperaba pronta en el tráiler de su camioneta, y partimos a la bajada, donde tras dar el rol de salida (algo importante como medida de seguridad), rumbeamos para el sector de Las Bombas, al fondo de la laguna. Vale la pena invertir tiempo en este primer viaje largo, pues después al movernos, siempre iremos de regreso.

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Llegados al primer punto de anclaje, en un día soñado, con suave brisa que rizaba el agua (ideal para un alejamiento lento de las boyas y la oxigenación de la masa de agua), armamos equipos compuestos de cañas de 4,25 m, reeles con capacidad de 200 m de multifilamento del 0,16 mm y aparejos convencionales de tres boyas tipo chupete o cometas medianas. Los anzuelos usados fueron del 1 al 1/0, para evitar pejes chicos o –si se prenden– impedir que se los traguen y poder devolverlos fácilmente.
Un dato: en mi caso usé la última boya entre nudos corredizos, para que pudiera correrla hacia atrás y darle inmediatamente más profundidad a la brazolada de ser requerido, lo que me permitió trabajar así hasta 1,20 m. Esto muchas veces marcó la diferencia cuando el pique se cortaba arriba. Y luego, de persistir los ataques más abajo, sólo era cuestión de alargarle la brazolada a las otras dos boyas. 
Trabajando así, hubo frecuentes dobletes, algunos pejes que llegaron a tomar dos brazoladas y muchos piques que se dieron prácticamente al lado de la tracker, ni bien apoyábamos la línea en el agua. Estaba tan fácil la cosa que hicimos uso de las sillas que llevó nuestro guía y mucha pesca la hicimos sentados, dado que ni siquiera había que pararse para ver boyas a distancia.  
En rigor, todos pescamos muy bien con un pejerrey decidido que tomaba las mojarras sin ambages y que no dejaba alejar la línea más de 30 m antes de picar. Y si caía algún dientudo, se convertía rápidamente en filetes que entregaban nuevas emociones.

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También en fly cast

Satisfechos con el primer lugar testeado (Las Bombas, donde pescamos anclados) y aprovechando un aumento en la intensidad del viento a media mañana, pasamos a trabajar al garete por la zona de El Nilo. Aquí los piques siguieron entregando capturas, pero en menor medida. Y por eso decidimos ir almorzar en un lugar reparado y –de paso– testear aguas bajas. Rumbeamos entonces para la Isla de los Pájaros, paraje conocido también como “lo de Blanco”. Allí, en 70 cm de agua se veían bulos por doquier, señal de que el pejerrey se hallaba allí refugiado (o acaso buscando cama de desove a contra temporada, lo que en otoño lo hace un 20 % de la población). Y lo mejor fue que las primeras capturas mostraron que había pejes de excelentes tamaños, con algunos que pasaron los 40 cm. 
Como ya casi tenía la cuota hecha, decidí suspender la pesca con carnadas y probar el flycast, para ver si daba con algún flecha usando equipo 3, con línea de flote y pequeños streamers. Después de un rato de infructuosos intentos, tuve la suerte de lograr un bello peje de unos 30 cm, que fue la guinda de la torta para mi pesca. 

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Tras el festival de piques vividos, seleccionando bien la cuota, volvimos al embarcadero antes del ocaso, lo que nos dejó una horita de luz para la limpieza de las piezas, su posterior freezado y el apronte de un asado de lujo que tuvo como previa una fritada de filetes de pejerrey con cebollita. Lujos previos a un buen descanso en el alojamiento de nuestro anfitrión y un regreso distendido, felices y con pejes limpios que nos seguirán recordando en futuras comilonas lo bien que la pasamos en la laguna estrella de Guaminí.

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Wilmar Merino

Wilmar Merino

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