Conducir un auto al anochecer o en noche cerrada por rutas

Chevrolet Montana: una pick-up con baúl
desconocidas no es sencillo. Con calles poco iluminadas se exige de
la vista un gran esfuerzo. Si se suma cansancio, lluvia o niebla se
hace difícil vislumbrar los carteles indicadores, el conductor
reacciona más lentamente, el riesgo se acrecienta.
«El 90 por ciento de la información que necesitamos para conducir un

auto es percibida por la vista, los ojos son la ventana hacia la
seguridad de manejo», dice Thomas Wagner, psicólogo especializado en
cuestiones de tránsito automotor. En la oscuridad y con escasa
visibilidad bajo condiciones lumínicas cambiantes se requiere de los

Negro negro, así es el nuevo Cactus Noir
ojos una adaptación constante, lo que lleva inevitablemente a tiempos
de reacción más lentos. «Quien ve mal también estima mal las
distancias, con lo la aumenta la inseguridad», explica Wagner.
Tres factores contribuyen a ello. En primer lugar está el ser humano
que se encuentra el volante y su capacidad de rendimiento,
condicionada por la edad y su entrenamiento en el manejo. En segunda
instancia, la situación específica, determinada por las condiciones
de luz y el estado de la ruta transitada. Y finalmente, los demás
participantes del tráfico, sean automovilistas, peatones o incluso
animales.
«Quien conduce de noche va en contra de su reloj biológico», dice
Matthias Graw, presidente de la Asociación Alemana de Medicina del
Tránsito. El cuerpo está prefigurado para descansar en esas horas.
Especialmente quienes tomen medicamentos por la noche deben controlar
con su médico si pueden lanzarse a la ruta de noche. Muchos
medicamentos tienen efectos somníferos. Los analgésicos con morfina
por ejemplo achican las pupilas y restringen por tanto la capacidad
de ver en la oscuridad.
Un efecto similar se produce con las cataratas. «Se trata en este
caso con un enturbiamiento de la retina. Es un proceso paulatino que
a veces no se nota en sus comienzos», dice Graw. Todos los
automovilistas deberían controlarse la vista periódicamente, a más
tardar a partir de los 50 años, aconseja el experto. «Con cataratas
se tiene una percepción de mayor encandilamiento, lo que lógicamente
conduce a situaciones de riesgo en particular de noche», explica. Las
técnicas de cirugía actuales permiten eliminar las cataratas con
rapidez y efectividad.
También hay que ser prudentes con el uso de las gotas para ojos:
«Algunos de estos preparados generan una ampliación de las pupilas,
lo que implica un mayor encandilamiento en la penumbra del anochecer
o en noche cerrada.»
La ceguera nocturna es en tanto una afección a la vista que no tiene
tratamiento. Los ojos no se pueden adaptar a la oscuridad.
Frecuentemente se trata de una característica congénita, pero también
puede aparecer en cualquier momento de la vida. Normalmente no se
detecta en un primer control de la vista.
También hay que tener en cuenta el deterioro paulatino de la
capacidad de visión con la edad. Quien tiene un 100 por ciento de su
potencia visual a los 20 años sólo dispondrá en promedio de un 74 por
ciento a los 60.
Los asistentes de conducción nocturna que se ofrecen con algunos
modelos de Audi o BMW, por ejemplo, pueden ayudar a manejar en la
oscuridad. Estos sistemas se basan en cámaras de captación térmica
que pueden reconocer objetos más allá de la distancia iluminada por
los faros. Si un animal cruza la ruta a 300 metros por delante del
auto aparece marcado en rojo en una pantalla en blanco y negro,
explica Michael Crusius de Audi. Del mismo modo detectan un árbol
caído que bloquea la ruta.
Wagner tiene una mirada escéptica sobre la utilidad de estos
asistentes de manejo. Confiando en ellos, los conductores jóvenes
podrían ser llevados a tomar mayores riesgos. «Los mayores en tanto
suelen justamente ser más prudentes en situaciones adversas y
entonces disminuyen el riesgo», dice el psicólogo. Hay algunos
recursos sencillos para mejorar la situación de baja visibilidad. Uno
de ellos es procurar que los vidrios estén limpios por dentro y por
fuera, a fin de evitar la dispersión de la luz a través de puntos de
suciedad, que provocan encandilamiento.
Ni los asistentes de conducción ni los sistemas lumínicos más
modernos pueden ayudar si el automovilista no mantiene los ojos
abiertos. Una breve siesta en el camino puede permitir una
recuperación de la visión nocturna. Graw recomienda el denominado
«test del llavero»: «Si no es posible un descanso prolongado puede
servir rápidamente recostarse en el asiento reclinado, tomar un
llavero en la mano, cerrar los ojos y ceder al cansancio. Si las
llaves caen de la mano se habrá alcanzado la fase del sueño
profundo.» El café que complementa esta fórmula debe tomarse antes de
la siesta, ya que la cafeína comienza a tener efecto en el cuerpo
entre 30 y 40 minutos después de su ingesta.
Pero los que manejan habitualmente de noche pueden obviar esta
siesta. «El cuerpo se puede adaptar totalmente al horario nocturno si
se hace habitual», dice Wagner. Lo que se hace más difícil es el
cambio constante entre día y noche. «El punto crítico se encuentra
habitualmente entre las 3 y las 4 de la madrugada, que es cuando nos
encontramos en un momento de relajamiento biológico. Es la hora menos
recomendable para manejar un auto.»
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