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MOTOR | 23-03-2017 09:30

Dakar puertas adentro

Algunos de los momentos del Dakar que sólo conocen quienes lo vivieron. Escenas que se sienten al límite y la tensión permanente de llegar cada día hasta el agotamiento.
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Todos sabemos que el Dakar es la competencia de 4x4 por excelencia, el rally más exigente del mundo, donde muchos pilotos hasta dejan su vida. Pero poco conocemos cómo es el trabajo detrás de todo lo que vemos por los medios.

En esta ocasión a “Sin huellas 4x4” le tocó ser parte del Dakar Press Team, equipo de prensa franco-holandés. La idea era guiarlos al “frente de batalla”, llegar a los lugares más difíciles y tomar el mejor material posible. Claro, una cosa es decirlo y otra es hacerlo. Los stage son lugares de difícil acceso si uno no entra por donde van a largar los corredores, y más aún si uno ingresa de noche. Siempre se está corriendo contra el reloj.

Si arrancamos por el prime, hay que esperar a que pase el último participante y luego empezar a salir. Como los equipos de prensa le venden su material a medios del mundo, todos los días hay que subir informes al servidor y realizar un resumen diario para que ellos lo tengan inmediatamente a disposición. El retoque y trabajo sobre las cientos de imágenes y videos que se toman dura más de 4 horas, trabajando en ello un equipo de seis personas, pero previamente hay que conseguir un lugar con acceso a internet.

Sin tregua

Luego de haber terminado con el material hay que llegar al siguiente vivouac para seguir haciendo más ahí dentro. Si tomamos los horarios: 6 de la tarde saliendo del stage como temprano, 10 de la noche terminando con el material. Hasta el siguiente vivouac puede haber hasta 500 km, por lo cual uno ya llega casi cuando las motos están saliendo. Luego de tomar más material y pedir el libro de ruta hay que volver a correr (antes del próximo stage está el enlace) y ver a qué parte del stage nos toca ir, dependiendo si vamos al punto de prensa recomendado por la organización o si lo hacemos de manera autónoma. Esto sería posible si el día tuviera 30 horas porque con 24 realmente no da ni para detenerse a dormir. Una vez dentro del stage viene la mejor parte: ¿quién se recostaría a descansar con los competidores pasando por al lado?, por lo cual comienza el círculo de nuevo y ¡arrancamos otra vez! Terriblemente agotador pero reconfortante para los que amamos esta travesía.

Claro que todavía no tuvimos en cuenta ningún percance, como sucedió en Bolivia: dos etapas suspendidas, intensas lluvias que no paraban, vivouacs inundados que se terminaban armando sobre la ruta, y por supuesto… ¡hay que entrar a tomar material!

La experiencia en Uyuni fue emocionante. Ya de madrugada, más o menos a la 1 de la mañana, nos encontrábamos las dos camionetas camino al punto de prensa. Existía una huella que supuestamente nos llevaba a él. Como siempre, demorados por tanto trabajo, ya llegábamos con muy poco tiempo al comienzo de la huella cuando divisamos más de 100 vehículos, en su mayoría 4x4, parados y mirando la inundación que había por delante. Es que cercano al punto de prensa estaba también un punto de espectadores. Para donde uno mirara se veía agua, la huella totalmente tapada, y por supuesto no era de asfalto, por lo que nadie se animaba a entrar. Pero no quedaba otra, lo nuestro era obligación, así que tomamos los recaudos y una distancia prudente. La Amarok de “Sin Huellas 4x4” fue abriendo el camino y la camioneta de los holandeses nos seguía de cerca para que pudiera desencajarnos en caso de necesidad.

Previamente observé detenidamente el suelo, y era una mezcla de arcilla con arena, por lo que supuse que iba a estar lo suficientemente firme para poder circular aunque estuviera inundado. Así que emprendimos la marcha bajo el asombro de todos los presentes.

Tensión en la madrugada

A medida que nos internábamos en la mismísima nada, la acumulación de agua iba en aumento, por lo que debíamos salirnos de la huella y entrar campo traviesa pisando lo que se nos ponía adelante, generalmente pequeños arbustos. Pero claro, los holandeses están acostumbrados a andar en asfalto y sin siquiera un pocito. Imagínense sus caras: estaban vadeando a campo traviesa en el medio de Bolivia ya siendo pasadas las 2 am y a eso se le sumaba que nos habíamos alejado tanto de la huella que no había forma de volver. Sólo nos quedaba seguir guiándonos por GPS hacia las coordenadas de prensa, esquivando todo tipo de obstáculos. Pero en un momento por radio me dicen: “Adrián, tenemos que parar. ¡Esto es muy peligroso!”. Fue realmente como un balde de agua fría. Nos encontrábamos ya a 3.000 metros de la coordenada, nos llevaría a lo sumo 30 minutos más, pero claro, para ellos estábamos en una situación que superaba todo límite y pedían esperar a que saliera el sol para seguir, así es que no quedaba otra chance. Con la meta al alcance de la mano, hubo que resignarse a aguardar la luz del sol.

Dos horas más tardes, alrededor de las 5 de la mañana, me desperté. Y lo primero que hice, mientras los demás dormían, fue levantar el drone para ver si se observaba alguna huella alrededor con sentido hacia las coordenadas que teníamos. Miraba con asombro la pantalla de la tablet, que me mostraba lo que transmitía el drone desde unos 300 m de altura. ¡Nada! Ni una huella, estábamos en el medio de la nada, sólo arena, arbustos y agua.

Así que después de despertar a los demás reiniciamos la marcha, eran sólo 3 km que se alargaban un poco al ir esquivando obstáculos, por supuesto en primera marcha y con caja reductora. A los 20 minutos comenzamos a divisar las primeras dunas libres de toda vegetación. Eramos los únicos que habíamos podido acceder. Por la radio escuchaba “yeahhh we did it!!, lo logramos!!!”. Palco preferencial para nosotros, podíamos tocar a los corredores con nuestras manos. Ese fue el momento en que empecé a pensar seriamente en la posibilidad de vivirlo desde adentro. ¿Llegaré? Queda un largo camino por delante.

Nota completa publicada en revista Weekend 534, marzo 2017.

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