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LUGARES | 14-07-2018 08:32

Hernán Pitocco: entre acrobacias y hazañas, así es el as del parapente

Apasionado por el vuelo, este argentino es uno de los fundadores y referentes del parapente acrobático. En su haber cuenta con dos récords mundiales y muchas hazañas en las que fusiona varias disciplinas aéreas.
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A sus 39 años, Hernán Pitocco tiene un rostro juvenil y un carácter muy relajado, algo que puede sonar contradictorio ya que las cosas que hace le pondrían los nervios de punta a más de uno. Él es un referente mundial del parapente acrobático, el mejor de la Argentina y uno de los fundadores de la disciplina. En 2012 estableció dos récords internacionales y en el 2016 quedó segundo en el Mundial.

Actual atleta del equipo Red Bull Aerobatix, su pasión por el aire empezó a los 16 años, cuando falsificó la firma de su padre para poder hacer el curso de vuelo en parapente en Buenos Aires. Tres años más tarde juntó todos sus ahorros y se mudó a La Cumbre, Córdoba, para dedicarse a su pasión. Dominó el vuelo libre y, junto a otros pilotos, le dio forma a todas las maniobras acrobáticas que hoy se realizan. El reconocimiento de marcas y patrocinadores no tardó en llegar, pero él no se conformó. Siguió desafiándose hasta el punto de combinar el parapente con otras disciplinas como el paracaidismo y la caída libre.

También ha realizado auténticas hazañas: el vuelo más largo en parapente en los Himalayas, 225 kilómetros desde Afganistán hasta Pakistán; el cruce de los Andes desde el volcán Llaima, donde nace la cordillera chilena, hasta Zapala en San Juan. Su última proeza se puede ver en el documental Dare to Soar: Flying with Condors en el que, junto a Horacio Llorens, siguió la ruta de los cóndores en Perú, que una vez al año bajan hasta la costa, paran un mes para alimentarse y regresan; un viaje de 100 kilómetros en el que se pasa del nivel del mar a los 4.000 metros sobre el nivel del mar.

Weekend: A lo largo de su carrera ha ido experimentando con diferentes disciplinas, ¿qué lo lleva siempre a buscar algo nuevo?

Hernán Pitocco: Es como cuando te juntás con tus amigos y empezás a soñar despierto. Al principio fue el vuelo, después la acrobacia, incursioné en el paracaidismo y, más tarde pasé a despegar con un arnés, sentado y con un paracaídas atrás; cuando lograba altura me liberaba, me paraba sobre el arnés del parapente y saltaba al vacío. Básicamente, todo lo hago por diversión.

W.: ¿Qué sensaciones le genera volar y hacer esas pruebas?

H.P.: Es difícil de explicar. Por caso, cuando vas volando sobre los Himalayas, descubriendo lugares nuevos donde no hay nada, cerca de picos de 7.000 u 8.000 metros, viendo glaciares, ríos, paredes verticales gigantes; la sensación es increíble. Tomás conciencia de que estás descubriendo algo que nadie vio, o muy pocas personas, y encima te estás transportando por el aire. Es una sensación mágica.

W.: ¿Nunca siente miedo?

H.P.: Cuando hago acrobacia, la mayoría de las maniobras las hago tranquilo. El miedo o la adrenalina se incrementan cuando las haces a baja altura. Si vas a probar algo por primera vez, ahí sí sentís algo bien grande pero, bueno, te preparás para eso. Lo hacés a mucha altura, calculás tu deriva, planificás que, en el caso de tener que utilizar tu paracaídas de emergencia, caigas en un lugar más o menos seguro, etc. Cada vez que gano altura y estoy a punto de probar una maniobra, en especial cuando es algo muy arriesgado, me digo: “¿Realmente quiero hacer esto? Uff, ¿la verdad? Sí, lo quiero”. Entonces, lo hago.

W.: ¿Alguna vez se retractó a último momento de hacer una prueba?

H.P.: No, he hecho todas las maniobras que se hacen hoy en día pero sí me tomo mi tiempo. Para hacer una prueba nueva o muy complicada, tal vez te preparás una semana. Cuando llega el momento que estás en el aire y entrás en ritmo, tras realizar varias maniobras previas, decís “ahora” y lo hacés. Te puede salir bien o te puede salir mal.

W.: ¿Qué pasa cuando sale mal?

H.P.: Terminás enredado en el parapente y tirando del paracaídas de emergencia. Una vez en tierra, tenés que replegar todo y volver a armar. Lo mejor es volver a volar el mismo día e intentarlo de nuevo, para no enfriarte, aunque ahí la cosa es un poco más dura de enfrentar.

W.: Supongo que habrá vivido varias situaciones complicadas pero ¿cuál fue la más difícil de todas, en la que realmente se sintió en peligro?

H.P.: Una situación muy complicada, que justo está grabada, fue cuando estaba siguiendo la ruta de los cóndores en Perú. Volábamos con Horacio Llorens en un cañadón de seis kilómetros de ancho que, de a poco, se va estrechando y va subiendo casi hasta llegar a los 4.000 msnm. A través de ese cañón fuimos volando, era muy difícil porque había un efecto del mar que no nos dejaba avanzar bien; entonces íbamos volando y ganando altura, parábamos, pasábamos la noche ahí y al día siguiente retomábamos el vuelo para seguir avanzando. Al tercer día ya nos faltaba poco para llegar a destino, que era donde estaban los cóndores. Al atardecer, el cañón ya era muy angosto, tenía menos de 100 m de ancho, con paredes de más de 2.000 m de alto, era como un embudo. Cuando estábamos pasando por ahí, el viento se aceleró muchísimo y nos arrió como si fuéramos papel. Terminé impactando contra unas piedras y me fracturé la columna. Tuvimos que pasar la noche ahí, prácticamente en el medio de la nada. Fue muy doloroso, no pude dormir en toda la noche. Por suerte no fue una lesión grave. Al día siguiente llegó el helicóptero de rescate y nos sacó de ahí.

W.: De las experiencias que ha tenido, las buenas como las malas, ¿qué es lo que le dejan?

H.P.: Para mí es parte de mi vida. Si sale mal, tenés que pensar y ver qué pasó. No me planteo abandonar el vuelo, voy a volar toda la vida. La experiencia hace a la seguridad y la osadía te lleva a empujar los límites y poder lograr cosas que no se hicieron antes. Volar sobre montañas, entre valles en los que no hay nada y con condiciones realmente fuertes, son cosas únicas. Cuando lográs algo así, la felicidad es tan grande que la sonrisa no se te borra durante todo el día. Después te acordás de lo que lograste, te transportás a ese momento y lo volvés a disfrutar como la primera vez.

W.: ¿Cómo piensa que sería su vida si no pudiera volar más?

H.P.: La verdad es que no lo pensé. Tendría que estar muerto para dejar de volar. Aunque hay muchas cosas que quiero hacer. Un proyecto que tengo es comprarme un velero y dar la vuelta al mundo, navegando y volando.

W.: Muchas personas que practican deportes, extremos o no, afirman que lo hacen porque los hace sentir vivos. ¿Cómo definiría esa afirmación?

H.P.: La pasión es lo que te hace sentir vivo. Para mí, el vuelo es muchas cosas, entre otras es viajar, descubrir el mundo desde otro ángulo y ver lugares que pocos conocen. Es la aventura: agarrar tu mochila y parapente, despegar en Italia, aterrizar en un pueblo de Eslovenia, parar a comer algo, tomar una cerveza y preguntarte cómo vas a hacer para volver. Para mí, eso es estar vivo.

Nota completa en Revista Weekend del mes julio 2018 (edicion 550)

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Marcelo Ferro

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