Desde el año 1963, cada 7 de julio se celebra el Día Mundial de la Conservación del Suelo en memoria del científico estadounidense Hugh Hammond Bennett, quien dedicó gran parte de su vida a demostrar que el cuidado del suelo influye directamente en su capacidad productiva.
El objetivo que perseguía Hammond, y que es el objetivo central de esta fecha, es el de concientizar a la humanidad sobre la gran importancia que tiene la tierra dentro del frágil equilibrio medio ambiental.
“La tierra productiva es nuestra base, porque cada cosa que nosotros hacemos comienza y se mantiene con la sostenida productividad de nuestras tierras agrícolas”, afirmaba Bennett en cada una de sus entrevistas.
¿Por qué cuidar el suelo?
La tierra es un recurso muy complejo debido a su capacidad cambiante. El suelo es el soporte de diferentes formas de vida, aporta sustrato a los cultivos y sirve como alimento para animales y plantas.
En la agricultura, el suelo es un medio de comunicación entre el agricultor y el cultivo, por lo que dependiendo del tratamiento que se le dé, la productividad de la tierra será diferente.
Este recurso sufre una degradación progresiva a causa de la erosión, los desmontes, el uso indebido del fuego, el sobrepastoreo, las labranzas inadecuadas, la falta de rotación de cultivos y la expansión de las fronteras agrícolas, entre tantas otras actividades humanas que atentan contra él.
Si no se realiza una conservación del suelo eficaz y urgente, la sostenibilidad de los ecosistemas agrícolas y la productividad de la tierra podrían verse gravemente alteradas.
De acuerdo a varios estudios internacionales, la degradación del suelo afecta a más de 1.900 millones de hectáreas a nivel global, de las cuales el 65% corresponde a los efectos de la erosión. En tanto que, según cifras oficiales, el 75 % del territorio argentino se encuentra sujeto a procesos erosivos causados por las actividades agrícolas, ganaderas y forestales.
Por lo tanto, las acciones de cuidado del suelo no deben ceñirse únicamente solo a este día sino que la acción colectiva e individual deben actuar de manera simbiótica, cada uno de los 365 días del año para intentar reducir los efectos del cambio climático sobre el suelo y la biósfera.
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