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AVENTURA | 19-11-2019 18:12

Los desafíos de subir la Cordillera Blanca

Los detalles de ascenso a tres bellas montañas: el Urus Este, el Ischinca y el Tocllaraju en el espectacular cordón del Perú. Ideal para avezados.
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Situada en el norte de Perú, la Cordillera Blanca –o Yurak Janka en quéchua– es la sección Este de la cadena occidental de los Andes. Las montañas corren de norte a sur, en una extensión de 180 km, y son fácilmente accesibles desde el Callejón de Huaylas, que se encuentra a su oeste. Se la llama Blanca por tener casi todos sus picos nevados, lo contrario de la Cordillera Negra, a unos 50 km.  En 1975, para proteger la cordillera con los picos nevados más altos del mundo en una zona tropical, se creó el Parque Nacional Huascarán (PNH) que, en 1977, fue declarado Reserva de Biosfera por la UNESCO y, en 1985, incluido en la lista de Patrimonio Natural de la Humanidad. El territorio del PNH es accidentado y comprende el flanco oriental de la Cordillera Blanca, en la zona del callejón de Conchucos y el occidental en la zona del callejón de Huaylas. Presenta cumbres nevadas con altitudes que oscilan entre los 5.000 y 6.768 msnm, incluyendo las montañas más altas del Perú, con 35 nevados que superan los 6.000 msnm. 
El Huascarán (en quéchua: Mataraju, “nevados mellizos”) tiene en su cumbre sur –de 6.867 m– la mayor elevación del Perú y es la quinta montaña más alta del continente americano después de las cumbres del Aconcagua, Ojos del Salado, Pissis y el Mercedario, ubicados en la Argentina. 
También, dentro de la Cordillera Blanca, está el Alpamayo (en quéchua: Allpa mayu), que alcanza una altitud de 5.947 msnm. Por su forma de pirámide tallada por la naturaleza en roca y hielo, es considerada la montaña más bella del mundo, dentro de un grupo que incluye al K2 del Karakorum, el Matterhorn en los Alpes y el Fitz Roy en la Patagonia.

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A partir de la Segunda Guerra Mundial, los nevados de la cordillera empezaron a recibir un flujo de turistas extranjeros, principalmente senderistas y montañistas que buscaban hacer trekking o ascender por sus hermosas cumbres. La localidad de Huaraz, emplazada en la parte central del Callejón de Huaylas, a 3.050 m entre la Cordillera Negra al occidente y la Blanca al oriente, es el punto de partida para todo andinista. Ofrece buen clima, templado de montaña tropical, mayormente soleado durante el día y más fresco en la noche. Desde allí y hacia la Cordillera Blanca, los guías de montaña Gerardo Ciria y Yemil Sarmiento se plantearon tres desafíos de ascensos en la Quebrada Ischinca, una de las más bellas: el Urus Este con 5.420 m, el Ischinca con 5.530 m y  el Tocllaraju de 6.034 m.

Comenzando la experiencia

Los Urus son un sistema de tres cumbres notorias, que en quéchua significa “cerebro o calabín”. Es una montaña que tiene poca distancia por recorrer: apenas tres kilómetros de la base hasta la cima. Debido a su cercanía al campo base y a lo accesible de su ruta Normal es, por lejos, el más ascendido. No se necesita aproximación, la huella comienza en las cercanías del refugio. 
Gerardo Ciria da un detalle del ascenso que hizo: “Como llegamos el día antes, decidimos salir a las 8 am a intentar la cumbre con el sol calentando. Basta asomar de la carpa para comenzar a caminar por el primer acarreo, ascendiendo en zig-zag entre matorrales y arbustos. A medida que se gana altura, la vegetación va disminuyendo. Son casi 1.100 metros de desnivel por caminar. Una vez en el sendero, bastante marcado, debemos remontar hasta la zona alta de la morrena (dos horas de marcha), para girar bruscamente al Norte. Una de las características de este cerro es su permanente cambio en las condiciones de la ruta Normal. Basta con desviarse unos metros hacia un costado y la ruta será completamente diferente. Esto varía además con las temporadas. Después de atravesar una zona de rocas graníticas desordenadas y unos bloques grandes, salimos a lo que queda del glaciar en regresión. Hay que ponerse los grampones y, con piqueta en mano, caminar por el hielo cristal 30 minutos.

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“El tránsito hacia la ante-cumbre es por pendientes que aumentan su inclinación hasta llegar a los 50 grados. Dejamos los grampones porque la redondeada cúpula final del cerro se encontraba descubierta, así que tuvimos que realizar una escalada en roca poco difícil (30 minutos) por una pendiente de aproximadamente 40° para poder hacer cumbre al mediodía. En un día soleado y totalmente despejado, disfrutamos del primer logro y de una vista panorámica increíble rodeada por seismiles. Descendimos al campamento en dos horas y media para disfrutar del campo base y tomarnos un día de descanso”, completa Gerardo.  
La mayoría de los grupos realiza el intento de cumbre desde el Campo Base Ischinca, saliendo a caminar de madrugada (1 am). Es una clásica montaña de aclimatación. “Nosotros decidimos optimizar los tiempos -continúa Gerardo-: descansamos medio día y, después de almorzar a las 14, salimos a caminar por un sendero bastante marcado que sube por la ladera sur de la Quebrada de Ischinca al refugio Giordano Longonhi, a 5.000 metros. Está  ubicado a los pies de la cara Oeste del nevado del mismo nombre. 

“Después de dos horas y media, tras un largo zig-zag en las morrenas que descienden del glaciar que comparte el Ischinca con el Ranrapalca, accedimos a la laguna Ischinca y al refugio, un bloque errático enorme con una cruz que nos dio la señal. Nos dispusimos a pasar la noche, después de unas comidas liofilizadas. Acordamos salir a caminar a las 6 am para que la primera claridad nos encontrara por montarnos al glaciar.  “Debido a su mal estado por las grietas de la ruta Normal Este, ascendimos por su cara Oeste, el collado que comparte con el Ranrapalca. La primera parte fue por la morrena y un caminito marcado con mojones en el margen derecho de la laguna. Lleva una hora llegar al pie desde el glaciar. Hay una primera parte con muchas grietas pero, luego de 30 minutos, al alcanzar el collado hay una pendiente suave de nieve (hasta con 40° aproximadamente). 

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Fin de la segunda etapa

Una vez en la precumbre, queda subir una pared de nieve-hielo de 45°-50° de desnivel, realizando unos pasos de escalada poco difícil que llega hasta la misma cumbre (una cornisa). “A las 9 am, con un sol hermoso –prosigue el experto– estábamos tomando las fotos de cumbre. Emprendimos el descenso y, antes del mediodía, ya estábamos nuevamente en el refugio. Habíamos recorrido 9 km entre ida y vuelta a la cima del Ischinca. Después de descansar un poco, levantamos nuestras bolsas de dormir, armamos las mochilas y descendimos al Campo Base, con la idea de recuperarnos bien para el intento al Tocllaraju”.  
Su nombre significa “trampa de nieve” en quéchua. La mejor temporada para ascenderlo es durante julio y agosto, cuando la nieve está más compactada y la ruta más precisa, pero el efecto del cambio climático ya ha alterado las condiciones estadísticas.  Yemil Sarmiento lo relata así: “Estábamos listos para el tercer y último desafío. Con una buena aclimatación salimos al campamento alto del Tocllaraju (5.106 m) y accedimos por un sendero que, primero, parte suavemente al noreste del Campo Base y que luego sube directamente por la falda Suroeste del Tocllaraju. Después de pasar un sector de bloques siguiendo mojones dispersos que sirven de señalización, se accede al campamento que se encuentra bajo la protección de unas rocas a los pies de la cara Oeste del cerro (a la vera del glaciar). Para llegar caminamos aproximadamente tres horas. 
“Armamos la carpa y, mates de por medio, organizamos el equipo para el intento. Cenamos temprano, a las 18, y cuando se empezaba a ocultar el sol ya estábamos dentro de la bolsa de dormir. El despertador sonó a medianoche para salir a caminar a la 1 de la madrugada. Teniendo en cuenta que el glaciar no está en buen estado, es conveniente recorrerlo todo de noche y estar en la cima con la primera luz del día. Y, como toda la semana hubo una luna llena que alumbraba el manto blanco, había que aprovecharla.   

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Tramo final

“Desde el campo alto se sale encordado, con grampones y piqueta en mano. La huella cambia todos los años pero prácticamente sube por el glaciar hasta la base de la cara Oeste de este espectacular macizo piramidal. Luego, el sendero serpentea entre grietas y paredes de hielo (seracs) hasta subirse al hombro Noroeste. “Pasamos con cuidado una pendiente de hielo (de más de 40°) accediendo a la arista que lleva a la cima. Finalmente, hay que escalar el hongo de hielo que corona la cumbre y que es vertical. Salimos a la cornisa final y, antes de acceder a la cumbre principal, saltamos una grieta de un metro y medio. Desde la cima, la vista de los otros picos cubiertos de nieve es impresionante. Podemos mencionar al Copa, el Aquilpo, el  Ranrapalca, el Ocshapalca, el Palcarajui  y el Vallunaraju. “En total, el ascenso llevó unas seis horas y media. Y el descenso tomó tres hasta el campamento alto”, finaliza el guía. La meta estaba lograda y el desafío de la Cordillera Blanca, superado.

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Federico Svec

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