Thursday 25 de April de 2024
AVENTURA | 04-01-2014 10:33

El Lago Argentino desde un crucero

Esta atractiva forma de ver el imponente cuerpo de agua atrae a más turistas todos los años. Galería de imágenes. Nota con video.
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El lago Argentino es uno de los lugares elegidos por los inmensos glaciares de la Patagonia para descargar sus monumentales lenguas de hielo, provocando uno de los mayores espectáculos de la naturaleza. Imponentes paredes que pueden superar los 100 metros de altura se derrumban en sus frías aguas, formando témpanos gigantes que navegan a la deriva.

Una forma de disfrutar de esta manifestación de poder y belleza es a bordo del nuevo crucero Santa Cruz. Una embarcación que combina la observación de cerca de estos paisajes vivos y en constante movimiento, con el placer de un ambiente íntimo, una atención cálida y una excelente comida. Si a esto sumamos como condimento que el recorrido dura tres días con dos noches durmiendo al reparo de las bahías y almorzando frente a los glaciares, queda claro que se transforma en un paseo imperdible.

El viaje comienza embarcando en el puerto La Soledad, no muy lejos de El Calafate. Allí un muelle se interna en un paisaje amplio donde el lago Argentino se impone, enmarcado a la distancia por las laderas de roca.

Con rumbo al glaciar Upsala atravesamos la Boca del Diablo, el lugar más estrecho, surcado por altas paredes de piedra y la puerta de entrada al brazo Norte del lago. A medida que avanzamos los témpanos comienzan a ocupar las aguas. Esas catedrales azules apenas dejan ver por sobre la superficie del agua un 10 % de todo su tamaño. Sus formas tan variadas, son el resultado del derretimiento y de la erosión del agua y el viento, que esculpe irrepetibles obras de arte.

De repente, el crucero se detiene ante una gran barrera de témpanos que ya no nos permite avanzar más debido a su cantidad y tamaño. Como un telón de fondo, el frente del glaciar Upsala se muestra apacible, como si no fuera responsable de tanto hielo a nuestro alrededor.

Glaciar Spegazzini

Mientras surcábamos las aguas, las montañas que nos rodeaban competían con sus atractivos. Algunas ostentaban grandes cascadas desviadas de su curso por el viento y otras albergaban glaciares flotantes que no lograban llegar hasta las costas del lago.

Ingresamos en una gran bahía en la que un paredón que se nos interponía comenzaba a dejar vislumbrar el glaciar Spegazzini, uno de los más bonitos, con su estrecho frente que supera los 120 m de altura, lo que lo convierte en el más alto del Parque Nacional Los Glaciares. Pero lo que lo hace tan hermoso no son las cifras, sino que baja desde lo alto abrazando la montaña y se muestra completo frente a nosotros.

Después de un largo rato, Coco –el capitán del crucero– orientó la embarcación para que el glaciar llene los ventanales del salón principal y detuvo los motores para que comience la liturgia del almuerzo.

El primer desembarco lo realizamos por la tarde, en las playas del puesto Las Vacas. Luego de una caminata atravesando el bosque, tomamos altura y desde el filo de un cordón montañoso donde los cóndores desplegaban sus alas, pudimos observar todo el seno del glaciar Spegazzini. De regreso, nos encontramos reunidos dentro de un refugio construido por el primer poblador de la zona, escuchando atentamente su intrincada historia.

Nota publicada en la edición 496 de Weekend, enero de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Marcelo Ferro

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