Friday 29 de March de 2024
4X4 | 10-03-2017 08:30

Test: off road de lujo

Llegó la quinta generación de una de las pick-ups más atractivas del segmento: la Mitsubishi L200. En versiones manual y automática, su precio va de los U$S 51.900 a los U$S 53.900.
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Gracias a su variada y compleja geografía, a la histórica actividad agropecuaria, y en los últimos tiempos también a las renovadas demandas de los negocios petroleros y mineros, las pick-us medianas se convirtieron en un auténtico fenómeno dentro de la industria automotriz argentina. El primer dato es que en el país se producen tres de las pick-ups que encabezan el ranking de comerciales livianos –como se conoce a los vehículos destinados al trabajo–: Toyota Hilux, Ford Ranger y Volkswagen Amarok, en ese orden. A las que se suman Chevrolet S-10 y Nissan Frontier, además de otras de menor tamaño y algunas pocas en medida grande o “full size”.

El segundo antecedente a tener en cuenta es que en 2016, el vehículo más vendido en el país fue la Hilux, con 31.964 unidades, superando a los autos más económicos que venían liderando el ranking en las últimas décadas. Y otro dato no menor es que en 2018, de la planta industrial que Renault tiene en Santa Isabel, Córdoba, saldrán las nuevas Renault Alaskan, Nissan NP 300 Frontier y Mercedes-Benz Clase GLT.

Sin embargo, dentro de este hipercompetitivo panorama hay un modelo que siempre ha tenido presencia en el mercado local pero sin buscar la confrontación comercial ni aspirar a ubicarse en los primeros puestos de ventas. Pero que a pesar de ello logró ganar un espacio en la consideración de cierto público a partir de un estilo y diseño muy personal y característico. Se trata de la Mitsubishi L200.

Fue presentada por primera vez en Japón en 1978 bajo el nombre de Forte y tuvo distintas denominaciones según el país en donde se comercializaba. Uno muy difundido fue Triton. En nuestro país es muy recordada la tercera generación, que tuvo vigencia de 1998 a 2006, por tener la carrocería pintada de dos tonos en los laterales, por lo que se la conocía como “la bicolor”.

Y la generación siguiente también dejó una marca gracias a un estilo rupturista en cuanto al clásico diseño de este tipo de vehículos donde se adoptó la silueta denominada por Mitsubishi “J-line”, en que la separación entre la doble cabina y la caja de carga no es recta sino que adquiere una forma de letra jota en armonía con líneas generales más redondeadas, a diferencia del estilo cuadrado de sus competidoras, otorgándole una personalidad muy definida y atractiva.

Quinta generación

En noviembre pasado llegó al mercado local esta nueva generación de la L200 DI-D procedente de Tailandia. Si bien mantiene el “J-line”, el dibujo general de la pick-up se estiró un poco hacia líneas no tan redondeadas. De todas maneras sigue manteniendo un atractivo especial que la ubica más en un vehículo de estilo deportivo para el uso diario o netamente recreativo que para el trabajo rudo.

Este dibujo similar a una “J” surge de otorgarle mayor espacio a la cabina –ganó un par de centímetros–, dado que permite darle una mayor inclinación al respaldo de los asientos traseros (-25º), y así brindarles más comodidad a los ocupantes. Esto se logró sin estirar la distancia entre ejes, lo que le posibilita tener un radio de giro muy acotado: 5,9 metros.

El resto de la estética sigue los lineamientos básicos de su antecesora con cambios sutiles. En el frente la parrilla es más grande y ahora cromada, las ópticas también se agrandaron y avanzan sobre el guardabarros para dar cabida a la iluminación diurna por LED. En la parte trasera, las luces se agrandaron y se extienden sobre el lateral de la caja. En ambos casos sumó elegancia.

Las paredes laterales y la tapa de la caja de carga ganaron en altura, confiriéndole mayor capacidad y un estilo más musculoso. El paragolpes –de plástico– cuenta con escalones elevados que facilitan la entrada y salida de la caja. Y la cabina, con estribos de aluminio. En el interior dominan dos tonos en los paneles con el estilo “piano black” en la plancha complementada con inserciones en plateado.

Desde el puesto de conducción se observan algunos elementos que llaman la atención: el acceso sin llave al igual que el arranque por botón, el volante multifunción para control de la computadora de a bordo, las funciones de audio y telefonía, y del control de velocidad crucero. También las levas para cambio de marchas que trae la versión automática. Si bien este elemento es cómodo para la conducción sobre asfalto, no lo es tanto para el manejo off-road dado que no están insertas en el volante sino que se hallan fijas en la columna de dirección y, como son de un tamaño importante, pueden generar molestias en maniobras rápidas.

El tablero

Muestra dos relojes, cuentarrevoluciones y velocímetro, grandes y bien visibles, aunque la pantalla entre ambos en pequeña y con información básica. El otro aspecto interesante es el sistema multimedia Kenwood con pantalla de 6,1” que ofrece cámara de retroceso (no tiene sensores sonoros), navegador Garmin y reproductor de DVD, MP3 y CD con puerto USB y conectividad por Bluetooth. A esto se suma el climatizador bi-zona. Uno de los mayores inconvenientes para el crecimiento de la L200 en el mercado local es el precio: la versión manual con caja de 6 marchas cuesta U$S 51.900 mientras que la automática con caja semi-secuencial de 5 velocidades vale U$S 53.900, unos $ 830.000 y $ 862.000, respectivamente.

Nota completa publicada en revista Weekend nº 534, marzo 2017.

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Alejandro Fischer

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