Thursday 28 de March de 2024
4X4 | 01-02-2017 09:30

Verdadero off road

Recorrido por la zona menos explorada próxima a las dunas de El Nihuil. Una geografía técnica que exige al máximo vehículos y pilotos.
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Aprovechamos una visita a las Dunas del Nihuil, en Mendoza, para cumplirme y cumplirle el sueño a algunos amigos amantes del 4x4 de alta dificultad: una travesía a La Candonga. Nunca la había hecho y se presentaba como un desafío muy interesante, con una gran variedad de suelos y un aspecto extremadamente técnico. Lo recomendable es entrar en la huella bien temprano por la mañana, ya que el recorrido es muy largo y trabado. Con suerte, realizarlo lleva el día entero y es poco probable salir previo al anochecer.

Antes del amanecer partimos desde San Rafael, pasamos por Valle Grande y visitamos el dique. De camino al Cañón del Atuel está la huella que entra al circuito que habíamos trazado en base a imagenes del Google Earth y detalles de colegas que lo habían realizado. Ni bien comienza ya nos encontramos con pequeñas trabas técnicas: el suelo en diferentes desniveles nos obligó a trabajar los diferenciales con mucha presición, sobre todo aquellos que no cuentan con bloqueos. Darle el empujoncito justo para poder traccionar sin golpear el vehículo resultó fundamental.

Superado el primer escollo empezaron las subidas y bajadas por un terreno mixto: arcilloso y arenoso. Y a medida que el camino apunta directamente hacia el medio del Cañón del Atuel se va volviendo más rocoso y complicado. Pero antes de llegar a esta parte tenemos que pasar por el precipicio: una vista espectacular con más de 30 m de caída hacia ambos lados del camino. Las camionetas pisan literalmente los dos bordes al mismo tiempo. La marcha es muy lenta y va atenta a las instrucciones del guía adelante. Puedo garantizar que la piel se eriza cuando uno está en el medio.

No todo es como parece

Sin duda, al pasar el precipicio nos distendimos pensando que lo peor había pasado, pero sin saber que lo más difícil recién empezaba. A partir de este punto comenzamos a adentrarnos en la parte más rocosa: muchas pendientes con cortes en sus cumbres que hacen que los vehículos sin buen despeje toquen abajo. Los ángulos de ambos lados son muy pronunciados, hay que encararlos con mucha paciencia y trabajar bastante para no romper nada.

A continuación, el camino realiza un giro de aproximadamente 90º y apunta hacia El Nihuil. En este tramo ya comenzamos a circular en ríos alternados con zonas rocosas. Cerca de este cambio de rumbo tenemos la gran piedra: ¡el mayor desafío! Un montículo formado mayormente por rocas de unos 15 m de altura, muy desparejo en su subida y con caída lateral. Hay dos formas de encararlo: con un poco de envión por la parte plana, aunque en lo alto caemos hacia un desnivel y esto puede llegar a ocasionar algún daño al vehículo, o meternos en ese desnivel con los neumáticos en unas 20 libras, intentar treparlo y, de no ser posible, ayudarnos con el malacate. Esta última opción es más trabajosa, pero alberga menos riesgos de roturas o accidentes.

Una vez superada la gran piedra se puede decir que se ha pasado lo peor, aunque todavía hay mucho tiempo por delante. Es que todo el recorrido está lleno de obstáculos que no nos permiten tomar un ritmo continuo. En medio del cañón ya circulamos muy por debajo del nivel de altura del que se ubica la ciudad de El Nihuil, subiendo y bajando a distintos ríos y arroyos, y pasando entre piedras por lugares muy técnicos que roban mucho tiempo. Para estos sectores, lo ideal es llevar algún tipo de rampas que nos ayuden y agilicen las maniobras en este particular terreno.

Precauciones

Finalmente comenzamos la subida, en principio bien rocosa, con desniveles bastante marcados por momentos y con escalones de piedra que hay que encarar con mucho cuidado. Luego el entorno empieza a cambiar nuevamente, dejando las rocas y volviendo al terreno más arcilloso, un alivio en un día agradable, pero muy complicado si toca lluvia. Las subidas finales son casi imposibles, porque van vivoreando en un sendero angosto con caídas a los costados, y cuando llueve mucho esa arcilla se transforma literalmente en jabón, haciendo cada maniobra realmente peligrosa. Una vez sorteado este último obstáculo ya encontramos la huella que nos lleva directamente a El Nihuil. Un momento de tranquilidad deseada después de tanta adrenalina acumulada.

Nota completa publicada en revista Weekend 533, febrero 2017.

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