Saturday 11 de May de 2024
TURISMO | 30-10-2018 14:44

Un recorrido por las calles de San Francisco

La ciudad más cosmopolita de la costa oeste de los Estados Unidos tiene ADN hippie, gay y portuario. Recorremos sus postales.

No podríamos elegir una sola de sus mil huellas dactilares. El cable car o las casas de madera con bow window. El Golden Gate Bridge o la bandera arcoíris del orgullo gay. La niebla que hace desaparecer los puentes o el sol que los pinta de colores. También la definen el signo de la paz, los homeless y Steve Jobs. El mar y la altura. Las tiendas de la calle Market y las curvas empinadas de la Lombard. El brillo de los edificios del Downtown y la nostalgia de los muelles del puerto. Las calles como montañas y los murales de la rebeldía. Los jardines floridos y el viento. El movimiento beat y el Verano del Amor. El shopping y la gastronomía. El presente construido sobre escombros del terremoto. El aspecto provinciano y el porte de capital financiera. La historia y la vanguardia.

Así es San Francisco: cubista, equilibrada, multifacética y libre. Con mapa en mano (o Google Maps los menos románticos) es abordable al ritmo de cada uno. Un consejo antes de salir: no hay que subestimar lo empinado de las calles –hay algunas difíciles de trepar hasta por el funicular–, es mejor tener previsto echar mano al transporte público, que es eficiente y une toda la ciudad. Aquí, los paseos clásicos.
Sanfrancisco

El mercado del Ferry Building es un buen punto de partida. En la antigua estación, los locales de comida de todo el mundo y los shops tienen buenas propuestas a cualquier hora. Lo que hay que probar: dulces italianos en Mr. Bomboloni, los helados más espectaculares de la ciudad en Humphry Slocombe y las cookies de Blue Bottle Coffee (el café también, claro). Todos perfectos para armar picnic ahí mismo, mirando el Bay Bridge.

Bordeando la costa por el Embarcadero, aparece el muelle desde donde parten los ferrys a la prisión de Alcatraz (la entrada se compra por internet con anticipación). Todo este sector está habitado por una particular melange de turistas, trabajadores de la zona del puerto y ejecutivos de impecable traje italiano que pululan por los confines del Downtown y la zona financiera. Más allá, a la altura del Pier 35, comienza el barrio de Fisherman’s Wharf con la inagotable promesa de platos de mar, concentrados en este micro universo de bohemia portuaria. Con el rosario de puestos que juran servir la mejor sopa de almejas de California, conviven tiendas de ropa, museos, locales de diseño, galerías de arte, músicos callejeros y librerías. En un extremo del barrio, uno de los spots más visitados es Pier 39, un polo de entretenimiento, gastronomía y compras a cielo abierto, con una de las vistas más lindas de la bahía. De día, si el clima está de buenas, detrás de los lobos marinos se ven la isla de la cárcel y el Golden Gate. De noche suele haber fuegos artificiales. En el otro extremo, Ghirardelli Square es un centro comercial emblemático, punto de encuentro y de descanso, rodeado del paisaje de playa.

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Union Square es otro punto clave para un primer acercamiento a la ciudad. No sólo por el muestrario arquitectónico imponente de la city ni porque allí se instalaron las marcas internacionales de lujo, las tiendas monstruosas como Macy’s y Nordstrom y los restaurantes más famosos. Sucede también que el ritmo y el movimiento de gente de todas las edades a toda hora, establecieron que ese sería el corazón de Sanfran. La mega tienda de Apple es una parada inevitable. Todas las compras pueden finiquitarse en esta zona, así que también es un buen destino para el último día.
Las comunidades de inmigrantes, los colectivos culturales, los creativos, rebeldes, intelectuales y los transgresores le dieron identidad a sus áreas de influencia, que se convirtieron en barrios y sentaron las bases del perfil multicultural de la ciudad. En Castro, la imagen del político y activista LGBT Harvey Milk se repite en cada milímetro –aparece en fotos, camisetas, banderas, libros, cuadros y objetos que se venden como suvenires–. Además de ser un destino turístico –es la capital gay del mundo–, el barrio es una categórica declaración de derechos. Las sendas peatonales son arcoíris, las vidrieras mixean con un estilo propio leyendas contundentes de igualdad y libertad, con brillos y parafernalia kitsch; y las plazas y monumentos evocan la historia de su lucha.

Un hotel de ensueño 

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El Palace Hotel - The Luxury Collection es un ícono de San Francisco desde 1875 y supo ser el más grande del mundo. Mantiene la arquitectura y elementos originales, que conviven con detalles modernos y tecnología actualizada al último minuto en cada uno de sus rincones. Vale la pena jugarse a ser Cenicienta antes de que den las 12 y experimentar en primera persona la suavidad inolvidable de las king size (literalmente es dormir en las nubes), las amenities de lujo y los mimos de la vida cinco estrellas por unos días. Siempre hay café de cortesía en el lobby, wifi y jazz bajo la maravillosa cúpula vidriada de The Garden Court. Todas las noches, el bar y los restaurantes –célebres en el historial culinario de la ciudad- son puntos de encuentro muy movidos entre los locales. Y, aunque afuera siempre hay de todo para hacer, es imperdonable no guardarse un tiempo para un bautismo en la piscina.


1108_the_palaceTema aparte, el servicio impecable y la hospitalidad. Facilitan precisa y amorosamente la tarea de encontrar la mejor manera de llegar a un lugar, los paseos de acuerdo con el clima y las ganas del huésped, y los atajos para aprovechar el tiempo (en todos los idiomas, por supuesto). Por último, la ventaja de la ubicación: en pleno Downtown, justo en la boca del Bart Train (el mismísimo que en media hora te deja en el aeropuerto), a pasos de las tiendas y restaurantes de Market Street, del SFMoMA, Chinatown y del Bay Bridge.

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Las tarifas parten de U$S 225 los fines de semana y U$S 395 los días de semana. Wifi libre en áreas comunes. Más información, reservas, fotos y guía de atracciones cerca del hotel en www.sfpalace.com

 

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Un caleidoscopio cultural

En Haight & Ashbury nació la contracultura del flower power en los ’60 y se convirtió en el barrio hippie de la ciudad. Vecino al Golden Gate Park, mantiene los ideales de no violencia inmortalizados en un peculiar paisaje de casas victorianas salpicadas de murales coloridos con consignas pacifistas, humos verdosos de cannabis y pachuli, huellas de Janis Joplin y acordes de George Harrison. A lo largo de la calle Haight están los bares, disquerías y tiendas de ropa vintage. Los imperdibles: Amoeba Music, una enorme y mítica disquería atestada de vinilos nuevos y usados; la pizza americana de Escape from NY y la sopa de cebollas de 1428 Haight.
En Chinatown habita la comunidad china más grande del mundo fuera de Asia. El portal del barrio está pegado a Union Square y hay para comprar absolutamente todo. Su vecina North Beach es la pequeña Italia, el destino inequívoco para una pizza margherita –Tony´s hace la mejor– y un tiramisú.
Mission District, el más antiguo –fue el área fundacional de la ciudad– es el barrio trendy. Históricamente latino, ahora evolucionado a médula foodie –tiene las mejores cocinas étnicas, las cafeterías más lindas y los restaurantes más estrellados de las guías internacionales–; museo a cielo abierto con su street art; y nodo hipster gracias a las barberías, galerías de artistas emergentes y locales de diseño cool que poblaron la calle Valencia y sus arterias.
Bajar (los valientes pueden elegir subir) Lombard Street, la calle más sinuosa de los Estados Unidos con forma de varias letras “Z”, es el ritual de bautismo preferido de los visitantes primerizos. Se puede hacer caminando, en bici, moto o auto.  
Desde Alamo Square, se ven las Painted Ladies –las típicas casas victorianas de distintos colores– con el skyline de fondo, que incluye la cúpula del Ayuntamiento y todas las torres con nombre y apellido de la ciudad. Además de la vista para la foto de rigor, el parque tiene foodtrucks y es vecino de otros barrios turísticos para incluir en el circuito de ese día.

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El SF MoMA es imprescindible. No sólo llegan las muestras e instalaciones de los creadores más célebres del siglo XX, sino que tiene una colección permanente que vale la pena recorrer. El edificio es un monumento imponente y el gift shop y la cafetería son paseos en sí mismos. El CityPass incluye la entrada. Enfrente, los jardines de Yerba Buena merecen una visita.
¿Más verde? El parque del Presidio y el Palace of Fine Arts son pulmones con vistas magníficas. El Big Bus parte de Union Square y acorta la distancia entre estos spotlights, que están incluidos en su ruta (con el sistema hop on-hop off, se puede bajar, recorrer y volver a subir).  

 

Nota completa en Revista Weekend del mes Noviembre de 2018 (edicion 554)

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Cynthia Consoli

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