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TURISMO | 01-01-2019 19:29

Puerto Deseado: vida silvestre en aguas con historia

En esta localidad de Santa Cruz el pasado convive con un marco natural siempre activo, donde los pingüinos se llevan todos los flashes.
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La noche se presenta profunda y fría, y ni el más mínimo movimiento se percibe en la calle. Pareciera que los únicos que están despiertos son los tripulantes de un barco que está por entrar en la ría para atracar. Para sorpresa de los visitantes, una lenta y suave tonalidad rojiza empieza a teñir el horizonte. Son las cuatro de la madrugada y el sol ya está dictaminando el final de la noche.

Gracias a las características de estas latitudes, la localidad santacruceña de Puerto Deseado goza de días extremadamente largos para esta época del año. Y, a pesar de ser una pequeña urbe que todavía vive y respira como un pueblo de la Patagonia, cuenta con una riqueza natural, cultural e histórica tan basta que requiere de varios de estos largos días para ser aprovechada al máximo.11_Puerto Deseado: vida silvestre en aguas con historia

 

La vida en el agua

Puerto Deseado descansa sobre la orilla de la ría Deseado, un afluente de agua salada que se interna en el continente más de 50 kilómetros. Uno de los visitantes más ilustres que ha tenido esta zona es Charles Darwin, que le dedicó las siguientes líneas: “No creo haber visto jamás un lugar más alejado del resto del mundo que esta grieta de rocas en medio de la inmensa llanura”. Esta característica del paisaje, más que un agraviante, se ha convertido en un gran atractivo, ya que permite disfrutar y apreciar de la naturaleza en su estado más puro.

Recorrer las aguas de la ría es una de las primeras actividades imprescindibles en Puerto Deseado. Los Vikingos, uno de los prestadores de la ciudad, nos brinda la oportunidad de subir a un semirrígido y adentrarnos en sus aguas. No hace falta navegar mucho para tener las primeras satisfacciones.

Las toninas son fáciles de encontrar y no tienen ningún pudor para acercarse al bote y nadar a la par nuestra. Por su parte, las aves también tienen su lugar destacado. En la costa de enfrente se encuentra la Barranca de los Cormoranes, en la que el bote se acerca hasta casi rozar la pared de piedra, todo para ver lo más cerca posible a los cormoranes y sus nidos, que descansan sobre el filo de las piedras. En total podemos divisar hasta cuatro tipos de estas aves, además de otras tantas en el camino, como gaviotines, gaviotas, albatros, petreles, ostreros y patos.

 

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No muy lejos de ahí se encuentra una lobería, en la que se puede apreciar a escasos metros una gran cantidad de lobos marinos de un pelo. Aún así, el destino final del recorrido es la Isla de los Pájaros, un islote en el que de-sembarcamos para tener nuestro primer encuentro cercano con los pingüinos de Magallanes.

Esta pequeña extensión de tierra está recubierta por una abundante vegetación arbustiva, bajo la cual los pingüinos anidan. Con mucho cuidado, podemos recorrer una pequeña porción de la isla y apreciarlos, desde una distancia mínima, empollando sus huevos o cuidando de sus crías. Está prohibido tocarlos pero, si no hacemos ningún movimiento que pueda asustarlos, tal vez tengamos la suerte de que ellos se acerquen a nosotros. Además de esta hermosa experiencia, también nos podemos topar con nidos de gaviota cocinera, ostrero negro y pato vapor.

Aún así, la verdadera joya de la corona está en isla Pingüino, que se encuentra a 21 km de Puerto Deseado y a aproximadamente tres de la costa continental. La excursión sale religiosamente a las 8 AM desde el muelle de Darwin Expediciones, otro de los operadores turísticos de la ciudad. A bordo de un semirrígido hacemos un viaje de casi una hora por mar abierto hasta la isla, que se reconoce fácilmente gracias a su faro de principios del siglo XX.

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Espectador de lujo

Isla Pingüino nos ofrece la oportunidad de disfrutar de la naturaleza a través de un entretenido trekking. El desembarco se hace sobre un área rocosa que linda con una extensa playa en la que reposan lobos marinos jóvenes y viejos, todos machos; las hembras y el resto de los adultos viven en un islote a metros de allí.

A medida que avanzamos hacia el centro de la isla, donde se encuentra el faro, podemos ver a los pingüinos de Magallanes prácticamente en todos lados. Los nidos son tan abundantes que debemos caminar con mucho cuidado: en cada pozo o a la vuelta de cada piedra podemos encontrarnos con uno. Además, estas aves se muestran mucho más sociables acá que en la Isla de los Pájaros, incluso se cruzan en nuestro camino o se ponen a caminar a la par nuestra.

En el punto más alto del terreno se encuentra el faro, visiblemente abandonado pero aún en funcionamiento gracias al uso de energía solar. Tras dejarlo atrás, el terreno se vuelve mucho más rocoso, con algunas zonas de barrancas sobre la costa. En esta área podemos apreciar a los pingüinos de penacho amarillo, fácilmente reconocibles por su llamativo pelaje, sus grandes patas y sus ojos de color rojo. Su calma frente a los visitantes es asombrosa, uno tranquilamente se puede sentar a centímetros de ellos y verlos cuidando a las crías, comiendo, bañándose en la costa, nadando o huyendo tierra adentro cuando un lobo marino emerge del agua. Es la naturaleza en su estado más puro, que no se inmuta por la visita ocasional del hombre.

Más allá de que los encantos naturales no terminan acá (ver recuadro), Puerto Deseado también tiene una rica historia que vale la pena conocer. Para ello, lo mejor es acercarse hasta la antigua estación del ferrocarril, un imponente edificio de estilo inglés de dos plantas, totalmente restaurado y que fue construido íntegramente con piedras volcánicas de la zona, cortadas a mano por artesanos yugoslavos. El tren empezó a funcionar en 1909 bajo el proyecto de unir Puerto Deseado con el lago Nahuel Huapi, en Bariloche. La llegada del gigante de vapor generó un impacto tan grande en la localidad que, en tan sólo un año, pasó de tener 50 habitantes a más de mil. Desafortunadamente, en 1978 el ramal se cerró y el tendido sólo llegó hasta Las Heras.

Tiempo después, en el 2003, seis ex ferroviarios tomaron la estación y, poco a poco gracias al aporte del municipio, la rescataron de la situación de abandono en la que se encontraba. Actualmente en su interior funciona el Museo del Pueblo, que expone indumentaria, muebles, electrodomésticos y objetos de consumo típicos de la primera mitad del siglo XX; todos restaurados y en perfecto estado de conservación. Bajo el mismo techo también funciona el Museo Ferroviario, que rescata la historia del tren en la ciudad.

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Un lugar de comunión

Por último, al lado se encuentra el Museo del Policlínico, en el que se recrea con sumo detalle al antiguo policlínico ferroviario. En cada una de sus habitaciones se muestra cómo eran en la primera mitad del siglo XX el consultorio médico y las salas de partos, cirugía, rayos y maternidad; todo recreado con el instrumental y mobiliario originales.

En todos estos museos, la mayoría de los objetos expuestos han sido donados o rescatados de los basurales por los propios vecinos, algo que hay que destacar porque, en tiempos donde en las grandes urbes se lleva un estilo de vida individualista y alienante, en Puerto Deseado todavía persiste un fuerte sentido de comunidad, en el que cada uno es conciente de que forma parte de algo más grande, que proviene de un pasado que es necesario rescatar y revalorizar.

Antes de terminar la visita, no hay que olvidarse de la gruta de Lourdes, un imponente santuario religioso ubicado a 15 km de la ciudad, dentro de un cañadón de 36 metros de largo. Al final se encuentra un espacio abierto bordeado por paredes de roca volcánica que alcanzan los 20 metros de alto; en este escenario natural se encuentra una gran figura de la virgen de Lourdes. Es un lugar de un gran valor religioso, tan imponente que incluso dejará impactado hasta al ateo más escéptico.

Nota completa en Revista Weekend del mes de Enero, 2019 (edicion 556)

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Juan José Lanusse

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