Tuesday 10 de December de 2024
TURISMO | 14-06-2022 07:00

Museo Leleque: visita obligada para bucear en las raíces patagónicas

Está ubicado en cercanías de El Maitén, Chubut, dentro de la estancia del mismo nombre. De acceso público, su gran colección incluye elementos aborígenes auténticos y un repaso por la historia posterior de la zona. Vale la pena. Galería de fotos.
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Patricia Daniele
Patricia Daniele

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Editora Ejecutiva de revista Weekend y su web, Editora General de Vivo.Perfil.com y de Luna teen.perfil.com. Columnista de espectáculos en Perfil.com y Reperfilar. Especializada en turismo y servicios al turista, gastronomía y lifestyle, series y TV paga, teatro y recitales, tendencias del mundo joven. TW e IG. @pato_daniele

La Patagonia es un terreno inconmensurable. Cada partecita que la compone guarda sorpresas y secretos que el viajero curioso puede encontrar con un poco de info y si está dispuesto a lanzarse a la aventura. Para hacerlo, trasladarse en auto es lo mejor, pues las distancias son largas hasta llegar a los puntos de mayor interés. 

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Ibamos para El Maitén y El Hoyo y el primer destino elegido fue el Museo Leleque, que está ubicado a 90 km por la Ruta 40, a la altura del Km 1.440, donde se cruza con la RP 15. Hay que tomarla para llegar un poco más adelante hasta estas dos casitas de techo de chapa verde y paredes blancas que fueron un almacén de ramos generales (cuando la 40 pasaba por la puerta) y hoy están dentro de las estancias de la Compañía de Tierras del Sud Argentino, propiedad de los hermanos Carlo y Luciano Benetton. Hay que pasar la arcada de entrada y luego seguir un poco hasta encontrarlas de mano izquierda. Allí está Edegar para recibir al visitante entre las 11 y las 17, y guiarlo en el recorrido muy bien instalado en una de las construcciones. La otra es un café bar muy acogedor y lleno de recuerdos.

Patagonia hecha objetos

¿Por qué es interesante el Museo Leleque? Es un proyecto inaugurado el 12 de mayo de 2000 que rescata los hitos esenciales de la historia patagónica. Su punto de partida fue la colección arqueológica del madrynense Pablo Korschenewski, que quiso compartir los resultados de muchos años de exploración y la cedió a la Fundación Ameghino. Arranca con los Tehuelches, araucanos y otros pueblos autóctonos, mostrando cómo vivían hace 13.000 años, con cientos de piezas: puntas de flecha, herramientas, vasijas, utensilios, vestimenta y la recreación de la tienda que se usaba como vivienda. Así se van delineando sus vidas hasta su irremediable extinción, cuando avanzó la conquista europea. Pero también hay muestras de intercambio y reciprocidad, cuando los aborígenes nómades se hicieron sedentarios.

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Así aparecen las armas de fuego, los uniformes militares, recados muy elaborados, los exploradores, los vecinos chilenos, la presencia policial y la vida familiar reflejada en los elementos de uso diario a comienzos del siglo pasado. Está todo puesto con delicadeza en ambientes tematizados que se diferencian por el color de las paredes. Es un viaje al pasado, lejano y más cercano, y también de las casas que albergan la exhibición, hechas en adobe por Pedro Segundo Cea, luego convertido en boliche por los españoles Lorenzo de la Vega y Pilar Iriarte allá por 1932. Pero quien le sacó provecho a la construcción fue el comerciante libanés Hebib Sarquís, pues los convirtió en almacén de ramos generales.

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El cuenta algunos datos curiosos de los objetos más modernos (por decirles de alguna manera): el carrito de bebé (foto abajo), de mimbre, junto al que se ve la foto de Michael Wolf de Trevelin, un veterinario que lo usó. y es parte del reflejo de la llegada de la inmigración europea que está en la ultima sala: escoceses y galeses, y alguna referencia a Butch Cassidy y Sundance Kid como compradores de ganado. También se ve la cocina económica, un telégrafo, un farol a fricción, una radio capillay hasta una tetera con el logo del Touring Club de Trelew.

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Lo mejor es que el visitante se puede quedar todo el tiempo que desee mirando los obejtos, leyendo la información o preguntando. Vale la pena desviarse de la ruta para conocerlo y disfrutarlo. El precio de la entrada es de $ 200 (menores y jubilados, $ 150). Tel.: (02945) 45-2600.

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Al salir, hay que hacer un alto en El Boliche, tomarse un cafecito y comer los alfajores que ofrece con cariño Norma (esposa de Edegar, ambos en la foto arriba). Los miércoles está cerrado, al igual que durante mayo, junio y septiembre.

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