En la preciosa zona de Cantabria, y siguiendo el trazado del Camino Lebaniego en España, está San Vicente de la Barquera, la ciudad costera más grande en esta travesía. Sus 10.000 habitantes se dedican a la pesca y a la industria de conservas. Muy cerca está la Cueva del Soplao, una antigua excavación subterránea que se visita por 13,50 euros. Para entrar hay que tomar un trencito que emula al usado por los mineros. Está considerada una cavidad única a nivel mundial por la calidad y cantidad de las formaciones geológicas (espeleotemas) que alberga en sus 20 km de longitud, aunque solo cuatro salas están abiertas al público. Hay formaciones poco comunes como helíctitas (estalactitas excéntricas que desafían la gravedad) y draperies (sábanas o banderas traslúcidas colgando del techo).
En el interior se destaca por su acústica la Sala de la Opera, incluso se hicieron conciertos allí. La visita guiada dura dos horas y los más arriesgados pueden vivir la aventura de meterse en cavidades naturales con dos guías y equipamiento especial (casco y botas) en grupos reducidos de 6 a 8 personas (34 euros).
Santander, la joya del norte de España
A caminar
Los que tengan ganas de ejercitarse pueden elegir cualquiera de los tramos del Camino Lebaniego para un trekking y adentrarse en los campos cántabros. Todos están bien señalizados, muchos son largos, con subidas y bajadas y nivel medio de dificultad. Nosotros hicimos los 8 km de la Senda Fluvial del Nansa y hasta nos cruzamos con verdaderos peregrinos mientras pasábamos por los límites de diferentes haciendas en zonas muy verdes y plenas de vegetación.
En otra jornada fuimos a cumplir con la tradición de caminar la Senda Mitológica de Peñarrubia para descubrir a las criaturas del monte Hozarco. Es una gran experiencia para visitantes de todas las edades aunque, se la tome bajando o subiendo, tiene su grado de dificultad por ser bastante empinada. ¿Qué hay? A lo largo de 3 km nada menos que la representación de personajes mágicos de la cultura tradicional de la región: Trenti, Anjana, Musgosu y Ojáncano entre otros, convivieron con los pobladores de estos pueblos. El ascenso culmina en un espectacular mirador a 1.000 msnm, el de Santa Catalina, para una panorámica del Desfiladero de la Hermida y el Parque Nacional de los Picos de Europa.
Para el descanso, nada mejor que las aguas termales del Balneario de la Hermida, con su hotel restaurado a todo lujo recostado en la montaña. Tanto en las piscinas exteriores como en el spa se puede disfrutar de balneoterapia, fisioterapia, tratamientos de salud y estéticos con el agua que tiene una temperatura de 60 °C ricas en sodio, cloro, calcio, magnesio, bicarbonato y sulfuro, cada uno de los cuales actúa en diferentes funciones del organismo. La cueva original está un poco más arriba del hotel y los viajeros pueden ir a relajarse en su cavidad termal.
El hotel es magnífico. con habitaciones muy amplias y cómodas, tiene un gran desayuno y además ofrecen la opción de media pensión en una cena de tres pasos que es delicioso.
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