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TURISMO | 04-08-2020 12:07

Mes de la Pachamama: qué es y cómo se celebra en tiempos de Covid-19

Durante todo agosto se celebran en Salta, Jujuy, Catamarca y Tucumán rituales a la Pachamama, dándole de comer a la Madre Tierra a través de un pozo en el suelo. En San Antonio de los Cobres -Puna salteña- se hará una de las fiestas centrales, muy reducida por la pandemia pero transmitida por internet. Video y galería de fotos.
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El pasado 1 de agosto, en las afueras de la ciudad de Salta y gran parte de los pueblos de la provincia, brotó de miles de casas un humo fragante que se mezclaba con la neblina del amanecer: era gente “sahumando” durante el primer día del mes de la Pachamama. Esto se hace colocando en una pala brasas y arbustos de cha cha. Con la pala humeante, las personas caminan junto al frente de las casas, en las esquinas y en los cuartos pasándola detrás de los armarios y bajo la cama para limpiar lo negativo del año anterior y conseguir protección, según el ciclo ancestral del calendario de cultivos aborigen. 

A la Madre Tierra se la celebra en gran parte del noroeste argentino, incluyendo también Catamarca, Jujuy y Tucumán, especialmente en la región de La Puna. San Antonio de los Cobres -destino final del Tren a las Nubes- será el 8 de agosto uno de los principales centros ceremoniales para ofrendar a la Pachamama: en esta ocasión será para un grupo muy reducido de gente -cada año el evento convoca centenares de personas- y se lo transmitirá en vivo por internet, acorde a los tiempos de pandemia. 

Cada año la escena se repite a 3.775 msnm cuando las polvorientas calles de San Antonio de los Cobres -que van todas hacia la estación de tren- adquieren un inusual ajetreo. A metros de las vías se abre en la tierra un pozo de medio metro de diámetro rodeado por serpentinas, hogazas de pan y vasijas con papines, granos de maíz y guisos. También hay tetra-bricks y botellas de vino Toro y licor Margarita. La gente se arremolina junto al pozo y un locutor le habla a la Madre Tierra mezclando palabras en quechua: “Pachamama santa tierra, cusilla cusilla, vengo a chayarte y pedirte madrecita, con un poquito de alcohol y coca, que todos tengamos salud, trabajo y dinero; también que nos protejas… Pachita no me comas todavía, soy muy jovencito y quiero dejar mi semilla”. 

Un personaje central de la fiesta es el chachero, encargado de sahumar el ritual quemando cha cha: permanece de rodillas ahuyentando los malos espíritus con humo. Su trabajo requiere de cierta habilidad: no debe producirse fuego porque se corta el humo. Si eso sucede, le cobran una “multa”: es un fondo blanco con un vaso de licor. A la tercera, lo cambian por otro. Hay además dos chayadores que reparten ofrendas de comida y un “servidor” de bebida. Un cacique ofrenda primero, rezando en quechua para comenzar a arrojar en el pozo chorritos de siete bebidas alcohólicas: licores, vino, cerveza, chicha, whisky y fernet. De cada una prueba un poco y deja caer chorritos con reverencia. Entonces forma un cuenco con las manos para arrojar hojas de coca, granos de maíz, yerba, carne charqueada, papas y tamales.

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Los visitantes son invitados a ofrendar, siempre de a dos: un hombre y una mujer. Estos “convidos” se hacen de rodillas en la tierra, ingresando por la izquierda para salir hacia la derecha. Algunos ofrendan cigarrillos encendidos que clavan en la tierra para que la Pacha los fume: si se apagan rápido, la persona no tendrá un buen año. Pero si se consumen solos -quedando una columna de ceniza- ese alguien estará en comunión con la tierra.

Teófila Urbano es miembro creador de la Fiesta Nacional de la Pachamama de los Pueblos Andinos:
- Esta es una fiesta milenaria que se estaba perdiendo. Hace 25 años comenzamos a organizar este ritual frente a la estación de tren, mostrándole a los viajeros y al mundo una parte fundamental de nuestra cultura. Esta ofrenda a la Pachamama es la misma que hacemos en las casas cualquier día de agosto -cuenta Teófila agregando que, dadas las circunstancias, este año la celebración vuelve al carácter hogareño que siempre tuvo, hasta que la sacaron a la calle otra vez.

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En la cosmovisión de los pueblos originarios -hasta el día de hoy- la Pachamama no es considerada un dios, aunque si una entidad viviente de las que todos formamos parte y se le agradece tanto como se le pide. Entrevistado para esta publicación, el antropólogo cordobés Axel Nielsen explica que la dificultad que tenemos para entender el significado profundo de la fiesta de la Pachamama, deriva de nuestro concepto occidental de lo religioso. Porque allí donde nosotros separamos la religión por un lado y la producción agrícola por el otro, los pueblos aborígenes no hacen esa disociación. Ofrendar a la Pachamama es como “abonar” la fertilidad del suelo, un paso previo tan necesario como el riego de los sembrados. Ciertos procesos que para nosotros serían del orden de la economía unos y de la religión otros -los actos de sembrar y ofrendar- para ellos son parte de un mismo concepto:

- Si uno le pregunta a los campesinos qué los lleva a practicar sus ritos, lo más común no es recibir respuestas del orden espiritual sino explicaciones prácticas: “porque quiero aumentar mi ganado” o “que la chacra me dé bien”. Llevan a cabo todo muy cuidadosamente: si el rito se hace mal y no complace a la Pachamama, el proceso productivo puede fallar. Por eso agosto es el mes de la Pachamama: es el momento previo a abrir la tierra cuando hay que arar, reparar los canales de agua y sembrar. Y hay que pedirle permiso. Se dice que en ese momento la tierra está aún “dormida y hambreada“ por la sequía del invierno (allí llueve en verano). Ese gesto de entrega hacia la Madre Tierra se hace en el comienzo de un ciclo agrícola sujeto a todo tipo de riesgos como heladas que arruinen la cosecha o un atraso en las lluvias. Así pactan un compromiso de reciprocidad con la deidad. El cierre de este ciclo es hoy la Fiesta del Carnaval que, incorporando elementos europeos, retoma las costumbres prehispánicas de celebrar con una fiesta de la abundancia el éxito de las cosechas hacia el final de la estación agrícola.

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Julián Varsavsky

Julián Varsavsky

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