Como sabemos, la caza deportiva implica siempre realizar el disparo cuando la pieza está en movimiento, ya sea corriendo o volando. Las escopetas más adecuadas, los cartuchos y algunos factores nos ayudarán a sumar aciertos y, dentro de estos factores, hay uno de suma importancia: el ojo. A continuación expongo algunas conclusiones a las que arribé junto a Miguel Angel Larotonda.
Equivalencias
El ojo es un globo lleno de líquido transparente que baña una serie de dispositivos orgánicos de funcionamiento voluntario y automático, que nos permiten no solo ver, sino también enfocar a diferentes distancias. También podemos decir que el ojo humano tiene un gran parecido a una cámara fotográfica. La retina del ojo sería el equivalente a la película fotográfica; el cristalino, a la lente; la pupila, controlada por contracción o regulación del iris, vendría a ser el equivalente al diafragma de la cámara y, por último, los párpados serían el parasol y la funda.
Además, tengamos en cuenta que los ojos humanos son dos instrumentos ópticos notablemente precisos y, si los consideramos de esa manera, y trabajando en conjunto con una computadora llamada cerebro que controla el interruptor de disparo (al que denominamos dedo en la cola del disparador), comprenderemos fácilmente cómo actúa en la práctica este principio, al que podríamos denominar de adelantamiento a la presa, platillo y/o hélice.
El tiro y la importancia de la musculación
Ahora bien, si hemos montado correctamente el arma sobre nuestro hombro a partir de la posición de listo, y el cerebro da la orden de tiro en el momento mismo en que nuestros ojos detectan que el blanco está directamente en línea con las bocas de los cañones, al arma –cuya trayectoria seguía el curso de la presa– la adelantaremos ligeramente, debido a la leve demora que se produce entre la orden dada por nuestro cerebro y la respuesta del dedo. Este hecho se conoce como “tiempo de reacción personal”, y en una persona sana y normal es de alrededor de un cuarto de segundo (0,25 segundo).
Movimiento preciso
Si el movimiento de los ojos ha sido correctamente sincronizado con el de las manos, los cañones se van a encontrar justo sobre el blanco en el momento en que el cerebro dé la orden de tiro, y en ese breve intervalo de 0,25 segundo se habrán adelantado hasta un punto que permita a los perdigones encontrar la pieza en el lugar exacto, incluso aunque parezca que hemos disparado directamente contra el blanco. Si esto no sucede y el disparo fuera errado, al salir de la pedana se nos oirá decir: “La tiré con la vista”.
Es por ello que todo cazador/tirador debe saber que tiene que utilizar ambos ojos para apuntar y disparar, por lo que debe mantenerlos abiertos para que el campo de visión sea no sólo lo más amplio posible sino, además, tridimensional, lo que nos dotará en todo momento de un cálculo exacto de la distancia que existe entre nosotros y la pieza.
También es necesario saber que para el tiro de precisión, con armas largas y cortas, se deben tener igualmente los dos ojos abiertos, si bien uno de ellos, el ojo no rector, debe estar apantallado para evitar que vea el blanco, pero debe recibir luminosidad ambiente para el mejor funcionamiento del ojo rector, cosa que no ocurriría si lo guiñáramos.
Si llevamos a cabo la secuencia de movimientos, confiamos en nuestros ojos y disparamos espontáneamente sobre nuestros blancos, tendríamos que ser capaces de abatir un objetivo en cada tiro. No obstante, hasta los mejores tiradores tienen sus fallas, así que cuando yerre, no se preocupe indebidamente. Repase con cuidado sus movimientos y trate de averiguar cuál fue su error. Recuerde: dispare con ambos ojos abiertos y jamás abandone la práctica. Esta última –como decía un entrañable amigo– vence al talento.
Nota publicada en la edición 497 de Weekend, febrero de 2014. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
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