Wednesday 24 de April de 2024
PESCA | 12-02-2020 12:58

Itatí nos exige al máximo con sus dorados de 25 kilos

La zona norte del río Paraná nos sorprendió con combativas piezas gigantes como hace rato no veíamos. La mejor pesca se dio en los fondos de piedra.
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Nuestro objetivo en esta oportunidad era enfocarnos en la zona norte del río Paraná, más precisamente en Itatí, Corrientes, donde queríamos comprobar cuán efectiva estaba la pesca de grandes dorados. Tras las referencias que nos venían anticipando los guías sobre las capturas realizadas en semanas anteriores, definimos la fecha y viajamos hasta allí desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tomando Ruta Nacional N° 12 a lo largo de 1.055 kilómetros (unos 70 más al norte de la capital provincial). Allí los propietarios de las cabañas y los guías nos esperaron con una confortable cena de recibimiento para, a la mañana siguiente, comenzar con el relevamiento de pesca.

Para aprovechar el tiempo de la mejor manera, antes de irnos a descansar seleccionamos los equipos según los consejos del guía. Cañas: de 2,20 m y 17-40 lb (1 lb = 453,59 g), reeles: rotativos cargados con multifilamento del 0,18, o 0,22 mm, y líderes de acero de 30 libras y un metro de largo, porque nos íbamos a encontrar pescando en zonas de mucha piedra y, de ser más corto, correríamos el riesgo de que rozara el multifilamento en las rocas y perdíeramos la línea. En cuanto a la modalidad: trolling con señuelos de media agua y profundidad, y en diferentes variedades de colores combinados, algunos incluso con sistema rattling (sonoro).

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La jornada comenzó muy temprano debido a las altas temperaturas en la región, con sensaciones térmicas que van entre los 40 y 45 °C. Lo ideal es realizar la jornada de pesca en dos etapas, salir al río a las 5 AM y hasta las 10, hacer un receso en la isla o en las mismas cabañas, y por la tarde completar la actividad saliendo aproximadamente a partir de las 4 PM hasta la caída del sol.

Cuando Ángel Alcaraz –guía del lugar– dispuso la embarcación, nos acomodamos con los equipos ya listos, y tras una navegación muy corta por el Paraná, comenzamos a probar en un sector de piedras frente a las cabañas, donde se genera una amplia y muy rendidora cancha de pesca. Mientras los equipos de trolling venían raspando las piedras, podíamos divisar la cantidad de dorados que se encontraban cazando en plena superficie. El guía comentó entonces que en horas tempranas es habitual ver tanta cantidad de dorados en acción bien arriba de las piedras y de las mismas correderas que se forman.

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Ataques voraces

Una vez que los señuelos pasaban por ciertos sectores de las piedras, teníamos piques con ataques muy fuertes y en más de una ocasión parecía que concretábamos las piezas, pero todo lo contrario: el dorado tomaba el señuelo, nos daba una lucha constante y, si no estábamos atentos rápidamente a la acción, abría la boca y soltaba el engaño.

Así fueron varios de los piques fallidos, hasta que Angel logró la primera pieza de la jornada: un lingote dorado de 18 kilos que nos dejó ese recuerdo de grandes saltos en este inmenso Paraná. Cuando lo acercamos a la embarcación e izamos, la maniobra de liberación siempre tiene que ser lo más rápida posible y con sumo cuidado, tratando de que no se golpee por los propios saltos hasta que lo liberamos del señuelo en su boca. Acto seguido, fotos y nuevamente a su hábitat. Sin duda, la mañana comenzaba a ponerse color oro, y en cada pasada por las correderas de agua, el guía nos anticipaba que estuviéramos muy atentos porque los piques se iban a potenciar de forma inmediata, y en más de una oportunidad se nos iban a dar en simultáneo.

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Aguas cristalinas

Después de un rato volvimos al mismo sector, donde arrojamos tres señuelos a la vez y largamos unos 80 m de multifilamento del reel para que se alejara bastante de la lancha. La idea era hacer pasadas sobre las correderas desde el inicio y volver bien pegados a la costa, sector donde se arma otra buena corredera de agua muy cristalina con fondo rocoso y donde más de una vez la pesca es a pez visto.

Así fue que llegó un pique en el aparejo de María Victoria –pescadora que nos acompañó en esta ocasión–, con una corrida muy agresiva. La chicharra del reel no paraba de sonar. El ejemplar pinchado sacó metros y metros de multifilamento, y la experiencia del guía fue la que coronó la atrapada, porque aceleró la lancha para ayudar a concretar el pique. Fue una explosión de saltos en el agua, en una zona muy pegada a la costa. La pelea hasta acercarlo a la embarcación duró largos minutos, que hubiésemos querido que nunca terminaran. Pero, nobleza obliga: foto y devolución de un ejemplar de 22 increíbles kilos. Como la temperatura se hacía notar cada vez más, Angel nos advirtió que la jornada matinal llegaba a su fin, pero antes de retirarnos hicimos una nueva pasada con la suerte a nuestro favor: otro ejemplar de 13 kilos nada despreciable.

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La sobremesa se presentó con lluvia, lo que nos obligó a esperar a que se disipara para poder ingresar al río. Mientras aguardábamos en la costa, Ángel nos comentó que íbamos a ir a otro sector muy rendidor, a unos 10 minutos de navegación de las cabañas.

Señuelos cerca de las piedras

Ni bien pudimos, los aparejos para trolling cayeron al agua e iniciaron sus pasadas por diferentes piedras y correderas que no ofrecerían cantidad de piques, pero sí calidad de ejemplares. Sin embargo, las primeras pasadas no fueron con éxito, aunque a medida que pasábamos bien pegados a la costa sí podíamos divisar cómo los dorados se encontraban cazando especies más chicas. Así que retomamos nuevamente y volvimos a pasar, esta vez más pegados a la costa para que los señuelos trabajaran bien arriba de las piedras.

En los equipos sentíamos como los dorados mordían nuestros señuelos, pero sin poder concretar los piques, hasta que recibo un fuerte tirón y la chicharra del reel acusa una gran llevada de multifilamento, momento en el que –nuevamente– el guía acelera la lancha unos metros para ayudar a concretar la captura.

“Bestia”, gritó Angel. Fue algo sorprendente ver saltar a unos 100 m de la lancha este grandioso pez que se nos mostraba por completo fuera del agua. Acercarlo implicó corridas y saltos durante varios minutos. ¡Espectáculo que no tiene precio! Una vez en la embarcación, en la balanza acusó 23 kilos. Tras liberarlo y con la suerte a nuestro favor, hicimos una última pasada que no falló, porque nos regaló un tigre de los ríos que llegó a los 25 kg. Sin duda, la zona norte del río Paraná está pasando por uno de sus mejores momentos de pesca, que puede completarse con una rica variada de especies de temporada.

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Marcelo Albanese

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