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PESCA | 10-12-2019 12:31

Los dorados y las tarariras siguen presentes en un bajo río Paraná

A la altura de Timbúes, en Santa Fe, nos dimos el placer de sacar lindas piezas con señuelos en sitios de escasa profundidad.
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De visita por Rosario y con la excusa de brindar una charla de pesca en el Club Mitre junto a mi amigo Pablo González, nos pusimos en contacto con Luciano Davicino, propietario de Popina Excursiones, para que nos llevara a recorrer distintos pesqueros que aún no son tan tradicionales para nuestra pesca. La idea era lograr dorados y tarariras solamente con señuelos. Sabíamos que el río Paraná iba a estar muy pero muy bajo, situación que dificultaría muchísimo la navegación y el poder llegar hasta algunos pesqueros tradicionales. Nuestro guía tenía la complicación de bajar la embarcación en su guardería, por lo cual debía llevar la lancha con su auto hasta otra para descenderla allí. Todo era parte de la experiencia, la buena voluntad y las ganas que teníamos de pescar un rato. La noche anterior, en la charla de sobremesa junto a la comisión del club y nuestro amigo Alberto Loco Lavezzi, creador de los señuelos Voraz, fuimos tirando distintas alternativas y lugares de pesca para saber qué equipos armar y separar así algunos de los señuelos que podrían ser los más eficaces.

Selección de equipos

Para las taruchas armamos equipos con cañas de 6/10 lb (1 lb = 453,59 g) y 8/14 lb, con reeles chicos y medianos cargados con hilo multifilamento de 0,20 mm. Y para los dorados, cañas con potencia máxima de 17 lb y reeles medianos con multifilamento de 0,40 mm. La elección de los señuelos siempre es muy difícil, por eso recomendamos llevarlos todos y –sobre la marcha– elegir los que mejor funcionan. También nos sirve llevar para probar, uno nunca sabe, y eso es lo lindo de la pesca cuando no hay dos días iguales.

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Tras una charla llena de escamas nos fuimos a descansar, sabiendo de antemano que recorreríamos la zona de Puerto San Martín, San Lorenzo, Timbúes y algún rinconcito más que el guía nos tenía guardado. Tempranito a la mañana despertamos, y después de un rico desayuno fuimos hasta la guardería para esperar a Luciano que llegaría antes de las siete. Cargamos todos los bártulos en su trucker y ya sabíamos que sería un gran día: el sol asomaba en el horizonte y el río estaba apenas rizadito.

Señuelos para no fallar

Esquivando algunos bancos de arena que mostraba el ancho río Paraná nos metimos en el arroyo Careaga, que cruza toda la isla y nos deja en los diferentes pesqueros anteriormente mencionados. Mientras navegábamos a marcha moderada fuimos armando los equipos para ver cómo tentaríamos a los dorados, que sería nuestra primera opción del día. El Negro Luciano optó por una bananita Raptor, Pablo por un Tech Minnow y yo por la vedette de la temporada: el Gozio Bendy. Todos salimos a la cancha bien armaditos, con señuelos clásicos para asegurar la pesca.

Al estar tan bajo el cauce principal, las correderas apenas se marcan y no tienen la fuerza que suelen poseer habitualmente. Comenzamos con la pesca en el departamento de Timbúes, un lugar muy pintoresco que merece ser tenido en cuenta. Aminoramos la marcha unos 500 m antes de las primeras estructuras, barrancas a pique con algunos árboles semisumergidos que ayudaban a la correntada y, haciendo los lanzamientos detrás del objetivo, comenzamos con la pesca. Los primeros tiros no nos dieron ningún resultado, hasta que comenzaron los esporádicos piques de alguna palometa y de doradillos muy chicos.

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Primeros piques

Levantamos el motor eléctrico y navegamos algunos minutos hasta ver una gran laguna en el horizonte, pero que carecía de nivel de agua para poder traspasarla, lo cual era nuestra idea, pero no la del guía, que por algo se dedica a eso y está todo el día en la zona. Fue él mismo quien nos informó que en el tramo antes de llegar a esa gran porción de agua íbamos a tener piques, y no se equivocó. El agua venía tranquila hasta que chocaba en un árbol muy grande sobre la costa y se volvía a acelerar en un corte de tierra: allí estaban los dorados.

Primero fue Pablo con un lindo doradito, después me tocó a mi con otro de los medianos, y Luciano no se quedó atrás con una palometa muy peleadora. Era tiro a tiro, dorados chicos a medianos pero que daban una gran satisfacción al pescarlos. Muy contentos con el pesquero empezamos a bajar el río hasta la zona de San Lorenzo, donde también obtuvimos muchos dorados y, entremezclados, varios dientudos paraguayos o reales, que también nos entretuvieron y mostraron toda su belleza.

Segundo plato del menú

Aún nos quedaba pescar taruchas y sabíamos que había muy grandes en distintos bañados de la zona. Pero todavía teníamos que pasar por un lugarcito que, confiábamos, nos daría un par de lindos dorados. Y así fue, casi como de manual. Una boca con tres salidas de arroyos y un árbol en su parte central: aún no habíamos apagado el motor que ya estaban dos de los señuelos en el agua y del otro lado los dorados cazando. Una fiesta de lindos tigres del río, donde el mejor llegó a los casi cinco kilos de peso.

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Guardamos los equipos más pesaditos y llegamos a una lengua de agua muy tranquila donde, la verdad, si nos caíamos nos comían las tarariras: había cantidad y de ¡qué calidad! Nuevamente elegimos distintos señuelos, algunos blandos también. Todos pescaban pero, sin duda, los cranks y los de subsuperficie se llevaban todos los aplausos. La secuencia era tirar hacia la orilla de enfrente casi en seco y entrar con el señuelo muy despacito al agua. Dos vueltas de manija y era pique seguro, después había que clavarlas, obvio.

Otra opción era arrojar nuestro señuelo paralelo a la costa y hacerlo trabajar a unos 40 cm de la orilla, lo que también daba muy buen resultado. Sacamos tarariras entre los dos y tres kilos, algo que no es muy habitual, pero en este caso pudimos certificarlo con fotografías.

Mientras hacíamos esta pesca, escuchábamos algunos chapuzones en la arteria principal de la isla, y hacia allí fuimos. No había que hacer mucho, solo unos 50 m a pie, pero logramos dobletes increíbles: pescábamos de un lado tarariras y del otro algunos doradillos. La verdad, un show y con la posibilidad de probar diferentes señuelos para elevar varios de ellos a nuestra lista de predilectos. Sin dudarlo, recomendamos este corredor santafecino para disfrutar una pesca familiar y con muchos recursos. El Paraná, aún bajo, no deja nunca de sorprender.

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Julio Pollero

Julio Pollero

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