Con el regreso de las precipitaciones volvemos a tener algunas alternativas de pesca en ámbitos cercanos, escenarios que durante estos años de sequía estuvieron muy complicados. Ese contexto de buenas lluvias nos permite intentar con ríos, canales y lagunas cerca de casa y que podemos tener el privilegio de volver a disfrutar.
Con la obligación de realizar una nota antes de fin de año, y por compromisos personales ineludibles, no quedó otra que realizarla el último día, el 31. Eso generaba que no debía ser muy lejos, ya que a la noche se festejaba en familia y había que volver en tiempo y forma. Analizando destinos, surgió la idea de visitar el Río Salto, a 50 km de nuestro Chacabuco natal.
De costa o embarcados, 120 opciones para pescar
Con la certeza de que es importante conocer de los sitios por los locales, me comuniqué con César, oriundo del lugar y pescador. Este aficionado me recomendó los lugares más convenientes para poder realizar la actividad en el rio, y es así que nos dirigimos bien temprano hacía este cercano destino. Me acompañaron mi hijo Enzo y mi nieto Vicente, con quienes llegamos costeando el río, buscando un buen lugar para pescar. Según nos contaba César, los mejores días para hacerlo son cuando pasaron una o dos jornadas de una buena lluvia, pues el agua corre rápido y el pez sube. En ese sentido, íbamos con la contra, ya que hacía varios días que no llovía: Pero la esperanza siempre está, como en cada relevamiento.
Los muelles: pasarelas al buen pique en la costa
Encontramos un lugar donde bajar, pues las barrancas son muy altas en casi todo el recorrido del río y en muchos lugares no es conveniente intentarlo. Descargamos los equipos y comenzamos a armar cañas. Preparamos tres de fondo: una para bogas, con maíz; otra encarnada con salame y la última, de 2 anzuelos con bajada de acero, tentando con filet de pejerrey en búsqueda de algún doradillo. Con el correr de los minutos, aparecerían otras, con boya plop y filet de pejerrey, para ver si alguna tarucha se enojaba y atacaba la carnada. No alcancé a tirar la plop, que hizo una corrida hacia la derecha y encañé. Emergió del agua una tarucha hermosa de unos dos kilos que me regaló una tremenda pelea. Luego de sacarla, foto de rigor y video con la devolución. Esa captura era una buena señal, así que volví a tirar la boya al mismo lugar y le di la caña a mi nieto Vicente que, con 8 años, luego de dos movimientos de boya, logró otro hermoso ejemplar. Corrida y saltos de otra Hoplias muy sana y de colores cautivantes, la cual fue fotografiada como si fuera una modelo y devuelta como corresponde a su hábitat.
En las líneas de fondo hubo piques muy suaves, pero no logramos clavar nada, seguramente eran boguitas muy chicas y al no atenderlas como corresponde, se erraba mucho. Sin dudas, nos atrapó la pesca de las tarariras y no le dimos la suficiente atención.
Sería el turno de Enzo más tarde, con la tercera tarucha, al tiempo que César llegó al lugar y nos explicó que, cuando llueve mucho, los días siguientes se capturan muy buenos doradillos de hasta 4 kilos y también cachorros de surubí: Así que quedamos en volver cuando se den esas condiciones para mostrar otras variantes de este hermoso predio. Entre mate y mate, Vicente logró otra tararira muy linda, la cual lo hizo trabajar mucho para lograr sacarla. Otra más pude sacar yo y Enzo trajo una con una rana de las patonas, de látex de Rubí, color rosa, y se le escapó al momento de levantarla.
Habían pasado solamente dos horas de pesca y ya habíamos logrado cinco tarariras y una se había escapado en la orilla. De pronto, una brisa que fue en aumento y una llovizna que llegó con ganas de mojarnos fueron las causas que hicieran que levantemos las cañas y diéramos por terminada la jornada de pesca, volviendo a Chacabuco con la certeza de que hay buenas opciones muy cerca de nuestros hogares.
Comentarios