Friday 26 de July de 2024
PESCA | 03-07-2019 17:48

Correderas sobresalientes

Encontramos increíbles tigres de los ríos en cercanías de Rosario y su delta paranaense. Atención con la profundidad de los señuelos.

Estamos atravesando una gran temporada de pesca de dorados y eso se nota a la hora de ir a relevar algún pesquero que resulte, al menos, un poco desconocido para los pescadores deportivos. La elección se volvió complicada y, en la búsqueda de alternativas, fueron válidas las charlas con guías y referentes para encontrar una zona ideal que no quedara demasiado lejos de la Capital Federal y de otros puntos neurálgicos. Sin dudas, la pesca de dorados con artificiales se ha convertido casi en la modalidad preferida de los aficionados a la especie, sin desmerecer a ninguna de las otras. 
El resultado de la pesquisa fue categórico: Rosario, para navegar desde ahí hacia puntos en los que se estaban obteniendo gran cantidad de piques y una excelente pesca. Para realizar esta nota invité a acompañarme a Christian Langer, un entusiasta pescador que viajó desde Córdoba para compartir esta salida junto a Luciano Davicino, guía y gran conocedor del lugar. Ahora, ver llegar al Dr. Langer es como ver acercarse una casa de pesca porque trae de todo y, por las dudas, un poco más, aunque habíamos decidido pescar sólo con carnadas artificiales. 

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Bien equipados

Así fue que llevamos los equipos necesarios para las modalidades baitcasting y spinning: cargamos cañas de bait de entre 1,80 y 2,10 m con potencias de 14 y 20 lb (1 lb = 453,592 g) con acción de punta, junto con reeles de bajo perfil cargados con multifilamento de 40 lb. Y, para el spinning, sólo cañas de 2,10 m de largo con reeles frontales medianos, cargados con el mismo libraje de multifilamento. A todo esto le sumamos señuelos en diferentes formatos, colores y paletas, leaderes de acero de entre 25 y 40 cm de largo, gorra con visera, anteojos, pinza de punta, algún bogagrip y un copo. 
Para encontrarnos tomamos como punto de referencia el hotel en el que nos alojamos, donde aprovechamos para planificar las jornadas de pesca. El guía vino muy confiado y nos dijo que en varios lugares se estaba dando muy bien el pique y hasta nos contó cuáles eran los señuelos que mejor estaban funcionando. Al acomodar los equipos para la primera jornada intentamos hacer una selección de artificiales, aunque finalmente terminan yendo todos porque las cosas se pueden modificar y sería feo buscar y saber que justo no llevamos el que nos hacía falta.
Muy temprano por la mañana, Christian y yo partimos para encontrarnos con Luciano y su lancha Popina, que ya estaba lista y en marcha para comenzar el derrotero. En camino hacia la zona denominada Las Cuevas, uno de los principales pesqueros que íbamos a relevar, fuimos pescando en los diferentes lugares que nos indicaba el guía, pero realmente estaba muy difícil, sin piques y con muchas preocupaciones. 
Fue calentando el sol y la cosa comenzó a cambiar. Cruzamos una gran laguna y entramos en un lugar mágico, un delta compuesto por arroyos correntosos, choques y cambios de agua, y sectores con escalones de arena o veriles tapados por el agua, con un solo inconveniente: el agua traía mucho sedimento en superficie, donde predominaban los repollitos de agua, que muchas veces dificultaban los tiros o la libertad para hacer trabajar a los señuelos. 

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Un escenario propicio

La pesca fue cambiando para mejor, comenzamos a tener mucha actividad con dorados de todos los tamaños que tomaban preferentemente señuelos de media agua. Pinchábamos algunos e íbamos cambiando de lugar. En una de esas, paramos unos metros –aguas abajo– de una entrada que tenía una hermosa corredera que pasaba pegada a la costa norte. Hicimos algunos intentos antes de llegar con muy pocos resultados, hasta que los señuelos comenzaron a caer en esa corredera. Allí se dio una sucesión de piques que realmente hizo muy entretenida la jornada, pudiendo sacar algún dorado que orilló los cinco kilos. 
Manteniéndonos con el motor eléctrico en el lugar, pudimos realizar una pesca sobresaliente. Pero queríamos más y nos fuimos para otra zona, conocida como Rincón del Dol, para intentar dar con los más grandes. En este lugar elegimos dos formatos de señuelos que profundizaran un poco más, y para eso colocamos bananas Raptor con pala 2 en diferentes colores. Se imponían los tiros largos para poder hacer trabajar nuestros artificiales en el lugar indicado y, de esta manera, se fueron dando algunos piques, con la diferencia de que los portes de los pescados fueron realmente más grandes. Algunos se soltaban del engaño por estar mal clavados o en lugares fáciles de desprenderse. 
El tiempo pasaba y la pesca aumentaba, pero había que volver y la distancia recorrida era bastante larga. Teníamos la idea de tocar los mismos puntos anteriores, que ya habían descansado un largo rato. La intención era ver si los dorados habían vuelto a acomodarse en las mismas correderas. El primer tiro, con un Mini Raptor color fucsia, créanme que fue tomado por el dorado casi antes de tocar el agua, fue un pique instantáneo y agresivo en el que lamentablemente ganó el pez: me agarró por sorpresa y no me dejó clavarlo de la mejor manera. Cuando giré la cabeza, mis dos compañeros estaban peleando con sendos ejemplares bien clavados que sí pudimos subirlos a la embarcación. Seguimos en una lenta deriva con resultados más que positivos y con buenos portes de dorados que tomaban desesperadamente nuestros señuelos en la caída, o dentro de los primeros dos manijazos que le dábamos al reel. 

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Volver al origen

Casi como corolario del día, el Dr. Langer anunció mediante una clavada firme que su pescado era uno de los buenos, corría para todos lados hasta que pudo ser dominado por el pescador, realmente un gran ejemplar de casi 75 cm de largo. Mi trabajo ya estaba realizado tras fotografiar excelentes pasajes de la pesca y muy buenos portes de dorados, pero el pescador siempre quiere más y, en la navegación de regreso a la guardería volvimos a tocar los puntos que a la mañana no nos habían dado resultado, con un cambio inesperado e inimaginable ahora: los dorados estaban ahí. 
Intentamos con señuelos del tipo popper pero sin respuesta, sólo algunos movimientos. Cuando pusimos los que bajaban más de un metro, parecía que caían en la boca de los peces. Nuevamente una sucesión de piques con dorados de todos los tamaños que nos hicieron disfrutar de los últimos momentos de la jornada antes de que caiga la noche. Acomodamos un poquito las cosas, nos abrigamos y llegamos junto a otros pescadores a la guardería, momento ideal para contarnos cada una de las pescas realizadas. Sin duda, esta ciudad ofrece diferentes opciones y lugares para realizar una pesca más que aceptable, con portes destacados y una atención superlativa como 

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Julio Pollero

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