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PESCA | 15-08-2019 13:28

¿Cómo se fabrica una caña?

Proceso de realización de la mejor herramienta que tenemos para desarrollar el deporte tan amado. Cómo se seleccionan los materiales y qué pruebas deben superar.
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"Hacer una buena caña lleva años.” No son palabras mías, sino de Pablo González, gerente de Ventas de Tech que, con distintas empresas, lleva más de diez viajes a China durante este siglo buscando perfeccionar las cañas que se presentan en la Argentina. Conversando con él podemos ver el largo proceso para construir uno de los elementos fundamentales del equipo del pescador deportivo. Una empresa puede comprar una caña estándar o hacer una a medida y gusto de los pescadores locales. Siendo esta la mejor opción, entonces se procede a enviar una muestra, se recibe una devolución de la caña armada, se la prueba localmente, se la corrige y envía nuevamente para recién estar en condiciones de entrar en producción. Un proceso, como dice González, que puede tardar entre uno y dos años. 

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La fabricación

El grafito es el mejor material que se conoce para hacer una caña. Es más resistente que el acero y solo pesa una quinta parte. Se trata de una fibra sintética plástica que se somete a distintas temperaturas para que se modifiquen las moléculas del plástico y convertirlas en átomos de carbono. Este proceso también le cambia el color hasta volverlo negro. 
A estas fibras de grafito sueltas se las une con una resina especial pretemplada, que se coloca sobre un rollo de papel para armar lo que se conoce como tela de grafito. Luego, un baño electrolítico con ciertos químicos y la presión ejercida por unas prensas le otorgarán la dureza buscada. Por este proceso surgen diversos tipos o clases de grafito, diferenciados por los TPSI (toneladas por pulgada cuadrada, en inglés). Esta medida es la resultante entre el esfuerzo o tensión y la deformación, siempre frente a una resistencia externa. 
Un módulo de grafito para una caña, por ejemplo, es de 24 o 36 TPSI. Cuanto mayor sea el módulo, el material es más duro, más rígido y más liviano. Por lo tanto, una caña gana en rapidez cuando está construida con estos dos últimos tipos de grafito. Pero si lo exageramos, se rompe más fácilmente frente al doblez a que es sometida. Es decir, se transforma en un cristal, una punta de lápiz de grafito, dura, pero quebradiza. El TPSI más alto que se usa para cañas de pesca es 62 y lo presenta en el butt (mango) por ejemplo la Legend Xtrem de St. Croix, una caña tope de gama. No está presente en toda la vara sino en el mango, donde hay más cantidad de grafito, paredes más anchas, mayor diámetro y se hace más fuerza, más potencia.

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Grafito, resina y adhesivo 

A ese grafito combinado con la resina se le coloca, antes de llevarlo al horno, un adhesivo protegido por una fina capa aislante, que se quitará (como hacemos con una calcomanía) para envolver y pegar la plancha de carbono al mandril. Esta suma de hilo de grafito, resina y adhesivo se denomina Prepeg. ¿Qué es el mandril? Un cono metálico sobre el que se envolverá, a presión con una máquina, la futura caña, o sea, la lámina de grafito. Este proceso lo hace un aparato especial para que la presión sea pareja y justa. En gran medida, el libraje de la vara, es decir, para cuántas libras de línea estará diseñada, surge en esta operación, determinado por la cantidad de vueltas dada por la plancha fría en torno al mandril caliente. 
El mandril se elabora con un sistema computarizado para lograr mayor precisión. Se tornea en acero rápido templado, porque luego debe pasar por el horno, con la medida interior del blank o cuerpo de la caña. Una vez que está el mandril recubierto, se lo envuelve con un vinilo especial que soporta la temperatura de horneado, de unos 250 a 400 grados centígrados aproximadamente. Si se excede la temperatura, se quema y se quiebra; al contrario, por defecto, las fibras no se unen correctamente. 
La caña se saca del horno con el mandril caliente y, obviamente, guantes especiales. Si el mandril se enfría, la caña se contrae y resulta imposible despegarla. Todo el proceso de fabricación de cañas es manual, aunque se trate de países de industria avanzada, como los Estados Unidos. A continuación se le saca el celofán y se limpia tramo por tramo. La resina, al dilatarse y querer salir del envoltorio con el calor, deja unas marcas, como si fuera un hilo que se enrolla en diagonal a la vara. Este excedente de material no cumple ninguna función que no sea cosmética. Muchas empresas prefieren, en esta etapa, pulirla y que no se vean esos sobrantes. Va en gusto.

Pintura y test de resistencia 

El siguiente momento está destinado a pintar la caña. Una por una se las coloca en una cubeta especial llena de pintura. Después se las extrae por un orificio que tiene una membrana de goma con un diámetro específico para cada modelo. Al pasar por allí, por presión, queda exactamente untada con la capa justa que necesita. Se trata de pinturas epoxi, generalmente, porque las vinílicas se terminan resquebrajando en la flexión o se ponen amarillas con el uso y el tiempo.
Otra vez las cañas vuelven a un horno para que se seque la pintura en poco menos de media hora, lo que llevaría dos o tres días sin ese calor adicional. De todo el lote se toma una caña para proceder al test de resistencia, que se realiza por medio de un brazo mecánico y un dinamómetro. Si la vara no se rompe a la medida esperada, se reconoce que el lote está bien construido. No obstante se la sigue esforzando hasta su ruptura. Si se quiebra en tres partes es una vara perfecta. Si se rompe al medio, la vara no pasa el test y todo el lote es reprobado. 

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De todos modos, nunca una vara es de carbono puro, aunque puede llegar a contener el 99 por ciento. El resto es una mezcla de resinas o fibra de vidrio, que siempre es necesaria para darle resistencia y flexibilidad. Algunas firmas mezclan las distintas calidades de carbono en las partes de su caña, lo que las optimiza pero también encarece.

Cosmética

Nada mejor que las mujeres para realizar todos los procesos de armado de una caña. Son mucho más prolijas y constituyen la mano de obra total de esta industria. Muchos pescadores piensan que este es el tema más importante, pues empiezan eligiendo su caña por la belleza que tiene en la casa de pesca. Sin embargo, es todo estética y queda en el gusto de cada usuario. 
Los colores clásicos de las cañas van entre el negro y el marrón, gama que en los últimos años se ha ampliado a blanco, dorado, rojo, azul y fucsia, por citar solo algunos ejemplos. En algunas modalidades a la espera, donde es muy importante que el pescador observe el movimiento de la punta de su caña, por el sutil pique, sirve mucho que este tramo tenga un color que contraste con el del agua en la que está pescando. Esto no es necesario en el baitcast, el spinning o el trolling, por ejemplo.
Con un pegamento se coloca el mango, generalmente de corcho o goma Eva, y el regatón, si no es parte del mango. Con un láser se alinea el mango con el puntero y los pasahílos que van atados con hilo del nailon, al que luego se lo cubre con pegamento epoxi transparente. Luego las cañas se colocan en un tambor giratorio horizontal que permite que se seque el epoxi y no se manche el resultado final. Fin del proceso.

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Néstor Saavedra

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