En época invernal y con temperaturas muy bajas del agua, las especies migratorias se acercan a las costas del Río de la Plata: bagres de mar, pejerreyes y, también, las primeras corvinas rubias, a las que decidimos ir a buscar por la zona de Atalaya, cerca de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Nuestro amigo y referente de la zona, Javier “Piti” Sancho nos había anticipado que había un gran volumen de ejemplares de buen tamaño, los que se venían dando a unos 3.000 m de la orilla, lugar al que se arriman para su reproducción y también para desparasitarse en la piedra del fondo del río. Recordemos que esta especie navega desde el mar de agua salada y entra en la Bahía de Samborombón para terminar en las aguas menos salobres de esta zona y así poder también alimentarse del mejillón de piedra asiático durante unos cuatro meses. Finalizada esta etapa, migra hacia las aguas saladas de la zona del Partido de la Costa.
Tres lagunas para subirse al bote y no fallar
Junto a Alberto Frontoni, Daniel Pavoni y Carlos Martínez llegamos al pesquero en un momento que se presentaba con marea baja, lo que no dejaba salir las embarcaciones. En esta zona se necesita tener un metro de calado como mínimo para poder navegar hasta la salida del canal. Finalmente nos embarcamos a las 10:30 y media hora después ya estábamos en el lugar donde el guía ancló su embarcación. Como los equipos los habíamos armado en la costa para ganar tiempo, tiramos ni bien se apagó el motor. Hay que saber que esta pesca sólo dura un par de horas a causa de la marea: el mejor momento de embarcado se da durante la parada de agua, cuando el río se encuentra estacionado. Justo en ese momento la corvina se pone a comer el mejillón asiático (mide hasta 3 cm) de esta zona, traído por los barcos de oriente hace muchos años, alimento que se pegó a los malecones (como en la localidad de Berisso) y del cual se alimenta también la boga.
Piques instantáneos
Tres cañas fueron más que suficientes, y en una de ellas no tardó en llegar la primera rubia de la temporada. El encarne: camarón y langostino en cada uno de los dos anzuelos que conforman la línea. Fundamental, atarlos con hilos de goma ya que los lances son cortos y no bruscos, de esta forma evitaremos perderlos (el camarón fresco tiene que estar pasado por el anzuelo en su totalidad). Las cañas son un frenesí de piques apenas los aparejos tocan el fondo de piedra. En pocos minutos todas tenían pique constante con ejemplares de entre un kilo y kilo y medio, tamaño promedio de la especie que llega a esta zona.
Otro dato a tener en cuenta es la plomada, que varía desde los 40 hasta los 70 gramos, según la correntada. Lo ideal es que no derive por la corriente y que nos permita pescar casi debajo de la embarcación. En cuanto a las cañas, rígidas de 2,10 a 2,40 m como máximo, y los reeles del tamaño 3500 a 4000, a gusto del pescador, aunque también se usan los de bajo perfil o rotativos del tamaño 5000. Por último, el sedal: nosotros utilizamos multifilamentos gruesos (de 0,25 mm de diámetro y 30 lb de resistencia; 1 lb = 0,453 g).
La pesca de la corvina es de espera. Cuando tenemos cabezazos en la puntera de la caña, recogemos instantáneamente con clavadas no bruscas y a posterior izamos con un copo, ya que la especie tiene unas púas en el lomo y en los costados que pueden ocasionarnos algún accidente.
Habían transcurrido cuatro horas de pesca cuando el viento empezó a incrementarse del cuadrante Norte, así que a las tres de la tarde, con más de dos cajones de corvinas de buen porte en nuestro haber, a las que se sumaron algunas sorpresas que sobrepasaron los dos kilos de peso, emprendimos el regreso al embarcadero.
El dato para destacar es que el tamaño de las piezas mejoró cuando encarnamos con langostino fresco de mayor tamaño. Es conveniente también llevar magrú fresco, ya que en oportunidades anteriores nos había dado muy buenos resultados. Resta decir que casi no nos movimos del lugar en todo el día, ya que cada cinco minutos –o menos– teníamos un pique en cada caña. El sector que Javier tenía marcado en su GPS resultó un point infalible.
Conclusiones
Esta pesca calificada en cantidad y tamaño es la ideal para iniciar a las personas que quieran incursionar en la especie, siempre siguiendo los consejos del guía local, ya que no es fácil de ubicar esta variedad migratoria. El referente tiene los puntos marcados en un navegador satelital y sabe buscar desde el día más propicio por los vientos, ya que se pesca anclado y no al garete como el pejerrey, por lo que no debe superar los 15 km/h. Es fundamental llevar anzuelos con mucho filo, ya que los piques son constantes. Recomendamos devolver ejemplares menores al kilo de peso (que en esta ocasión fueron varios), a fin de que se puedan reproducir.
Atalaya es un magnífico lugar, con múltiples servicios, entre ellos, el camping municipal que cuenta con muelle, espacio para dejar los vehículos, fogones y asientos de material para poder descansar a la sombra después de una jornada de pesca.
Comentarios