Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero, viene creciendo a pasos agigantados. Y, al compás de los atractivos turísticos convocantes como el autódromo, su casino y la notable explotación de sus termas –especialmente en invierno–, también podemos sumarle una atractiva oferta pesquera.
Los ámbitos son variados, como variada es la geografía hídrica que ofrece esta porción del NOA. Porque podemos pescar en el inmenso lago del Dique Frontal o bien en el bello río Dulce que, apoyado en un lecho de toscas y arena, realiza un sinuoso recorrido hasta llevar sus aguas a la laguna Mar Chiquita de Anzenuza, en el norte cordobés.
El Dique Frontal, maravilla de la ingeniería hidráulica, embalsa aguas provenientes de ríos de montaña tucumanos. En orden, mencionamos al Salí, al Gastona, al Medina y al Marapa, todos nacidos en las sierras de Tucumán. De las 40 mil hectáreas embalsadas del Dique Frontal, parte hacia abajo el citado río Dulce.
Esta visita de Weekend contó con el apoyo de dos reconocidos guías locales: el gran Lito Guaraz, y Rubén Giménez. Con el primero procuramos pescar bogas. Con el segundo, tarariras. Dos especies de estación con buenas perspectivas de cara a julio y agosto, meses donde el dorado presenta un comportamiento caprichoso.
Luis Osvaldo Ventimiglia: inesperada partida
El plan de pesca de bogas fue con la guía del maestro Lito Guaraz, uno de los primeros guías del NOA, un verdadero conocedor de cada recodo del río Dulce. La opción del ámbito elegido estuvo a unos 20 km de Río Hondo, aguas abajo de este cauce parecido a los de montaña, con todo su recorrido asentado en fondo de tosca desparejo, con pozones, donde podemos pasar de 60 cm de profundidad a 2,5 o 3 m. Durante su tramo se arman rápidos y cascaditas que contribuyen a la belleza del paisaje que, en una cancha de unos 50 km, es donde entrega sus mayores tesoros.
Por las bogas
En cuanto a técnicas, la pesca de bogas se hace con boya o a fondo y línea simple de un anzuelo. Con boya, de tamaño esférico, algo grandes para lo que usaríamos en el Río de la Plata pero sin llegar a ser doraderas, y una bajada en donde el anzuelo deberá ir peinando el fondo, para lo cual hay que tener en claro en qué profundidad estaremos pescando. A fondo se usa un plomo pasante y una brazolada de 50 cm que penderá de un esmerillón destorcedor. En uno u otro caso, el remate de la brazolada debe ser hecho con un pequeño leader de 10 lb (1 lb = 453,592 g) del que ataremos un anzuelo de pata corta y fuerte, tipo Chinu o Mustad boguero.
La carnada es otro punto clave y aquí tiene sus particularidades: las dos clásicas son las postas de sábalo y el corazón vacuno, aunque Lito tiene predilección por la carne de cangrejo del propio río Dulce. “Se usa la de las patas, y la corto con tijera tipo rollitos, porque con cuchillo y a lo largo, la desgarrás y se sale del anzuelo”, explicó quien también saca la tapa superior del crustáceo y usa ciertas áreas blandas internas.
Bogas de dos kilos
En cuanto a las postas de sábalo, si está muy activa la boga chica o mediana, descarnadora, las postitas deberán encarnarse con cuero o serán desprendidas fácilmente. Si, en cambio, hay poco pique y las que salen son buenas, hay que usar la carne de sábalo sin cuero.
La estrategia de pesca fue la siguiente: entre tres pescadores, cubrir unos 50 m de río, cada uno con una caña de flote y otra de fondo. Los piques se hicieron desear bastante pero la recompensa fue grande: cada boga clavada pasó los 2 kilos y ofreció una lucha magnífica en estos ámbitos llenos de obstáculos.
Se impone el uso de copo o varar la pieza para asegurarla. A decir de Lito, si deseamos llevar algún ejemplar para consumo, esta boga es ideal, puesto que el sabor exquisito de su carne deriva de la alimentación de conchillas que tapizan el fondo de tosca y de los citados cangrejos del Dulce.
No se nos dieron esta vez, pero los portes suelen pasar los cuatro kilos y hasta superar la barrera de los cinco. Aunque lo normal es lo que nos tocó vivir, una pesca de seis a diez bogas por grupo, de 1,5 a 3 kilos, tremendamente deportiva si se usan cañas livianas y nailon del 0,30 en un ámbito donde el pez lleva las de ganar. Reforzar equipos –algo que vimos con mucha frecuencia entre pescadores locales– conspirará contra el disfrute y también contra el rinde, puesto que cañas gruesas no marcan bien el pique y hasta asustan al pez ofreciendo resistencia. Además, no se requieren tiros largos, por lo que tampoco se justifica tener que usar equipos pesados, ya que difícilmente necesitemos plomos que pasen los 70 g.
No quisimos despedirnos de Termas de Río Hondo sin hacerle un tiro a las tarariras y armamos un plan de búsqueda de la especie con otro guía local, Rubén Giménez, creador del grupo de pescadores “Macho como el quebracho”. Este guía, que tiene lancha para salir a a buscar dorados cuando está firme su pesca, también nos propuso un plan costero buscando bajos donde, pese al agua extremadamente fría, podríamos llegar a tener suerte con las tarariras.
La patria de la tararira
Arrancamos los intentos en la costa del Dique Frontal que da frente al autódromo. Allí, en fondo de suave declive sobre mucho pasto sumergido y lentejillas tapizando la superficie, la tararira encuentra su patria. Pero el día que nos tocó no podía ser peor: mucho frío y viento de frente batiendo la superficie. No obstante, paseamos nuestras ranas antienganche, logrando tres o cuatro piques tardíos que no pudimos traducir en taruchas afuera.
En el Jeep de nuestro guía visitamos otro sector del río Dulce, buscando reparo al viento en zona de juncales. Allí, protegidos por barrancas, el cauce de agua ofrecía recodos calmos donde también paseamos nuestras ranas. Lo hicimos sin éxito hasta que le adosé una cuchara a una ratita de látex, motivando el ataque de algunas taruchas chicas. Rubén hizo lo mismo y también logró las suyas.
Pero no conformes, volvimos a recorrer el Dique Frontal buscando nuevos ámbitos tarucheros. Y dimos con ellos pero, al estar tan batida el agua por un viento cada vez más intenso, no hubo suerte con las dientonas de gran porte.
El ocaso ponía fin a nuestra jornada y cambiamos el plan, buscando algunas bogas de orilla, en aguas del propio dique. Logramos un par pero de pequeño porte, en un ámbito donde otros aficionados vadeaban con el agua al pecho. Así las cosas, nos prometimos volver por las buenas tarus cuando el agua caliente un poco y sumar la búsqueda del dorado, magnífico pez que se adaptó a éstos ámbitos desconectados de la cuenca parano-platense, en donde reina como predador tope persiguiendo bogas y sábalos.
Lo dicho: Río Hondo es más que termas y carreras. La pesca también se anota como atractivo turístico en la agenda. Vaya y disfrute.
Nota completa en Revista Weekend del mes agosto 2018 (edicion 551)
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