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PESCA | 04-02-2013 11:39

Cerquita de la costa

Una pesca embarcada muy entretenida en Mar de Ajó, con mucha variedad y buenos piques. Claves para lograr buenas capturas. Galería de imágenes.
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La costa bonaerense entre San Clemente y Mar del Plata ofrece diferentes posibilidades de pesca, sobre todo durante la primavera y el verano, lapso en el que no sólo disfruta el pescador habitual sino también el turista que está vacacionando. Todos ven cómo rinde la pesca embarcado cada vez que llegan a la costa con cajones de corvinas, pescadillas, borriquetas, gatusos, rayas, chuchos y otras especies, haciendo que crezcan las ganas de intentarlo. Por su parte, una buena infraestructura brinda la posibilidad de contratar embarcaciones con todos los elementos de seguridad, como balsas de rescate, bengalas, radio, salvavidas y lo exigido por la Prefectura, dependencia donde también se hace un rol de salida de pasajeros.

Las embarcaciones además están provistas del equipo necesario para la pesca, como cañas cortas de no más de 7 pies (2,10 m) de acción de punta en fibra de vidrio o grafito, reel rotativos cargados con nylon 0,50/0,60 mm y líneas de 0,60 mm con uno o dos anzuelos 3/0 o 4/0 en brazoladas también de nylon 0,60 de 80 cm de largo. El servicio se completa con la provisión de carnadas como anchoíta, langostino, magrú, calamar, chispirones, etc.

Había entablado comunicación con la tradicional Casa Rogelio, en Mar de Ajó, propiedad de la familia Virgone. Además de tener un negocio de pesca, playa y camping, ofrece salidas embarcadas cuando el clima lo permite, en un semirrígido capitaneado por Juan José Neves y equipado con un motor 115 HP, con capacidad para ocho personas que pescan cómodas. Como en casi toda la costa, la salida se hace desde la ribera. Hasta allí se acerca la embarcación sobre un trailer y se baja a la playa enfrentándola al mar en poca agua. La orilla tiene bancos y canaletas, que generalmente son dos en esta zona. Se pasa el primer banco, donde el oleaje la hace flotar y se accede a la primera canaleta. Luego se pasa el segundo y a la próxima canaleta, donde el semirrígido vuelve a flotar. Los pescadores se suben con el motor ya en marcha. Y el capitán maniobra buscando aguas más profundas en las que el oleaje no moleste y se navegue sin sobresaltos.

En esta zona el fondo del mar es arenoso plano, con un suave declive sin canaletas ni formaciones rocosas, lo que hace que algunas especies no se pesquen, como es el caso de besugos, pargos, meros, castañetas, salmones blancos, etc. La profundidad promedio donde se hace la pesca varía entre 10 y 14 m, y para llegar hay que navegar entre 6 y 10 km. Al arribar al lugar indicado se ancla, dándole suficiente soga.

En esta ocasión participaron de la salida un grupo de mendocinos y otro de Las Flores, que estaban muy ilusionados con la pesca porque ya habían visto que en días anteriores se capturaron varias corvinas de más de 2 kilos.

Los preparativos

Juan José repartió las cañas para aquellos que no tenían equipo, preparando la carnada a base de anchoíta y langostino, ubicándola en el centro de la embarcación. Se encarna enhebrando parte del langostino en el anzuelo, adosándole media anchoíta y atando con hilo ambas carnadas para que al bajarlas no se desprendan ni rompan. Tanto la frecura como la presentación de la carnada son vitales para hacer la diferencia. Además, la muerte del anzuelo debe quedar libre para que al cañar clave en la boca del pez.

La mayoría de las líneas era con un anzuelo cerca del plomo. Las especies que intentaríamos pescar generalmente pican contra el piso, excepto las pescadillas que, además de tomar a fondo, también lo hacen a media agua.

Era el momento de destrabar el reel para poder bajar las carnadas a plomo desde la embarcación. Estábamos pescando en unos 12 m de profundidad. Al llegar al fondo se traba el reel, recogiendo el nylon suelto y haciendo que la línea quede en posición de pesca.

Los primeros minutos transcurrieron sin respuesta. El pique inicial lo tuvo el hijo de Juan José, que pescaba en la popa de la lancha. Con un fuerte cañazo clavó algo que le hizo curvar la caña hasta casi el mango. Con el reel trabado, paraba la caña tratando de traer al pez, recogiendo nylon a medida que la bajaba. Así hasta que apareció una hermosa corvina de mas de 2,5 kilos. A mi costado también venía trabajando otra caña, saliendo otra corvina pero en este caso carbonera. Los piques se daban por rachas: cuatro o cinco pescados y se cortaba sin motivo aparente, para retornar al rato. Como todos probaban a plomo, cambié mi técnica de pesca. Ahora intentaba con línea de dos anzuelos, con brazoladas de 80 cm. En vez de pescar a plomo, tiré de balcón (hacia el costado, en forma transversal a la correntada) unos 10 m, con un plomo relativamente liviano de 100 gramos de forma redonda.

Al tocar el fondo le di panza, aflojando nylon y destrabando el reel. La línea tomó la dirección de la corriente y bajó la brazolada de arriba hasta fondearla. Es decir, estaba pescando con las dos brazoladas sobre el fondo, siendo la más atractiva la de arriba porque se despegaba más de la madre de la línea. Con pequeños movimientos de caña arrastraba el plomo, incentivando la acción de las carnadas. Y así fue como un violento cabeceo de caña me anunció el pique de una corvina que vorazmente me comió las dos carnadas. Imposible perderla. Era grande, similar a las que habían sacado mis compañeros.

La pesca se multiplicó, cobrando varias especies: gatusos, testolín, rayas, lenguado, pez palo y brótolas. Los piques se sucedieron hasta que nos pasó una embarcación a unos 100 m delante, cortándonos la pesca. Decidimos cambiar de lugar.

 

Un buen final

El nuevo punto elegido estaba a unos 1000 m al norte. La profundidad era de 14 m. Bajamos las líneas buscando respuestas, pero los ejemplares que picaban eran en su mayoría chicos. Roncadoras de no más de 300 gramos, mechadas con alguna que otra corvina buena.

Retornamos al sector anterior. Antes de llegar el guía apagó el motor, dejando derivar la embarcación sin hacer ruido, para después arrojar el ancla. La pesca fue buena, incrementándose a medida que se iba desgranando la anchoa en el agua, formando un pequeño cebadero.

Llegó la hora de regresar, por lo que cada pescador recogió su caña y se la pasó a Juan José para atarla. La vuelta fue normal, con una gran cantidad de veraneantes se acercó para ver qué habíamos pescado. Quienes disfruten sus vacaciones en el Partido de la Costa pueden intentar esta pesca divertida. Corvinas, brótolas, gatusos, rayas, bagres de mar y otras especies lo están esperando.

Nota publicada en la edición 485 de Weekend, febrero de 2013. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.

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Jorge Araneo

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