Cada 14 de febrero, los seres humanos suelen celebrar el Día de San Valentín, también conocido como el Día de los Enamorados, cortejando a sus seres queridos con cajas de bombones, ramos de flores o cenas románticas a la luz de la vela.
Si bien esto es algo que, por motivos obvios, los animales no pueden realizar, hay algunas especies, como la jirafa, el oso panda y los caracoles terrestres, que llevan a cabo rituales de cortejo por demás sorprendentes, y hasta si se quiere envidiables, para demostrarle el amor incondicional a sus parejas.
A diferencia de los gatos y de los perros, las jirafas no entran en celo, tampoco tienen una temporada de cría, ni hacen llamadas de apareamiento, ni dan pistas visuales de que están listas para aparearse para demostrarse su amor.
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Para hacer el amor, la jirafa macho lleva a cabo lo que científicamente se conoce como una "respuesta flehmen" al doblar el labio superior hacia atrás, mostrar los dientes e inhalar con las fosas nasales cerradas durante varios segundos.
Según un artículo publicado en la revista Animal, en promedio, las jirafas machos se acercan a 150 hembras antes de encontrar una que esté lista para poder aparearse.
Por su parte, los osos pandas (Ailuropoda melanoleuca) son notoriamente difíciles de aparear en cautiverio, y solo lo hacen durante la primavera, cuando las hembras entran en celo, por única vez en el año y durante un lapso que no supera los cuatro días, por lo que el panda macho necesita actuar en ese momento para demostrarle su amor y procrear, o deberá esperar durante todo un año para volver a intentarlo.
Según un informe elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, las jirafas alcanzan la madurez sexual entre los 5 años y los 6 años y medio y al momento de nacer pesan entre 90 y 130 gramos, y tienen el tamaño de una barra de manteca.
Por último, en el caso de los caracoles terrestes, al ser hermafroditas, cualquiera es capaz de fertilizar al otro y ambos están equipados con dardos de amor que utilizan para apuñalar a su pareja, después de pasar un poco de tiempo dando vueltas y tocándose con sus seudópodos musculosos.
Así, según un estudio publicado en la revista The American Naturalist, mientras algunas especies de caracoles disparan dardos individuales, otras lanzan dardos múltiples, en tanto que también hay algunas que solo usan un dardo para pinchar repetidamente a su pareja durante aproximadamente una hora.
Los investigadores afirmaron que vieron muchas similitudes entre esos rasguños en la roca y los llamados "rasguños de nidos" creados por ciertos tipos de pájaros machos como parte de sus exhibiciones de cortejo.
“Los machos de una serie de especies que anidan en el suelo, incluidos los urogallos, los frailecillos y varias aves costeras, raspan el suelo frente a las hembras, como para demostrar lo buenas que serían para construir un nido, hacen cientos de rasguños a la vez, y, por lo general, acompañan el raspado con abanicarse la cola, hincharse y pavonearse”, explicaron los especialistas.
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