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BIKE | 04-12-2020 08:21

Arriesgada aventura en MTB en busca de viejas sendas cordilleranas

Cómo se gestó el proyecto santacruceño de unir El Chaltén con Los Antiguos a través de la montaña, por un camino sin huellas paralelo a la Ruta 40. El misterio de la U.
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Una antigua huella bordeando una quebrada, la union de dos ríos, la roca oscura y cuadrada en la cima de un cerro, el paisano del puesto que nos estrecha la mano para comenzar la charla y contarnos sobre una pasada díficil y peligrosa. Esta vez no hay un camino que seguir, por eso cada dato o referencia se vuelven piezas fundamentales para avanzar. Esta vez, el camino se irá formando de a poco como las líneas de un dibujo, inexacto y desprolijo, bajo nuestros pasos.

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Estamos en la provincia de Santa Cruz y el objetivo de la travesía es realizar la primera etapa de un proyecto al que llamamos Tehelche Trail, en el que nos propusimos trazar un sendero entre El Chaltén y Los Antiguos, que vaya pegado y en paralelo a la cordillera de Los Andes, como una alternativa a la Ruta 40, en el que poder transitar inmersos en la montaña, y para ello tendremos que ir por los cerros relevando el camino en etapas y abriendo una antigua huella de caballo que solía utilizarse años atrás entre las estancias.

El Chaltén-Lago San Martín
    (Primera etapa)

Cruzamos varias tranqueras hasta llegar finalmente al puesto de la seccional Cristina, donde pediríamos permiso para pasar y, de ser posible, algo de información extra que pudiera ayudarnos. Los datos que habíamos logrado reunir hasta el momento sobre aquella antigua pasada no eran muchos, se basaban en algunos comentarios de Piro, un paisano que la había realizado a caballo, y en el análisis de imágenes satelitales.
Después de charlar un rato con Lorenzo, el puestero de la estancia, cruzamos otra tranquera y tomamos una huella de vehículo que nos llevaría hasta el inicio de la pasada. Nos esperaba una profunda quebrada que se perdía entre cerros verdes y ocres. La huella de vehículo se convirtío en un sendero angosto y el sonido del río Barrancas nos dio la confirmación de que habíamos llegado al punto de partida. Bajamos de las bicis y comenzamos a subir entre grandes coirones y rocas.

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Arriba, la huella a veces nítida y a veces invisible, contorneaba la montaña hasta algún punto lejano que nuestros ojos no llegaban a distinguir con claridad. Abajo, muchos metros por debajo nuestro, el Barrancas se había vuelto un hilo oscuro y lejano. A nuestras espaldas, el Viedma con sus aguas turquesas y montañas nevadas nos acompañaba en el horizonte. Y, finalmente por delante, el entusiasmo de una nueva e intrigante geografía por descubrir se reflejaba en nuestras miradas.

Calculadora en mente

Cargábamos con comida para cuatro días para ir livianos. Según lo que nos había contado Piro, ellos habían demorado un día entero en cruzar a caballo hasta el lago. Teniendo en cuenta ese dato, en base a nuestra experiencia y cálculos, nosotros en cambio podríamos llegar a tardar aproximadamente dos días con las bicis a cuestas en caso de no poder pedalear demasiado.
Ese primer día el sendero nos llevó por hermosos precipicios hasta un gran valle de pastos amarillos en donde elegimos pasar la noche. La idea original era llegar hasta un pequeño puesto abandonado en medio de la montaña, del que teníamos algunas referencias, y a partir del cual la huella desaparecía. Pero cuando el sol comenzó a caer recordamos las palabras de Lorenzo, el puestero de la estancia, quien nos había alertado –preocupado– sobre un paso difícil y peligroso unos pocos kilómetros antes del puesto. Y fue entonces que decidimos dejar ese tramo para el día siguiente.

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Los consejos de Carlos

Muy temprano a la mañana nos despertaron los ladridos de varios perros y los gritos de un hombre montando a caballo. Era Carlos, quien al vernos fuera de la carpa se acercó con toda su linda manada perruna para desmontar del caballo, estrecharnos la mano y compartir unos mates. Carlos era otro de los puesteros que trabajaba en la estancia y estaba haciendo su recorrida diaria por los cerros para controlar el ganado. Al principio, por la gran curiosidad al vernos en aquel lugar con nuestras bicis, nos interrogó preocupado, pero luego de dos termos de agua caliente, una larga charla sobre puesteros, lugares e historias que compartíamos, nos fuimos ganando su confianza hasta que, finalmente, nos habló en detalle sobre el cruce hasta el lago, dibujando en un papel una especie de U que, según él, sería el punto más importante al que prestar atención para seguir correctamente el rumbo.

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Antes de despedirse nos estrechó nuevamente la mano y nos obligó a prometer que iríamos a comer un asado al puesto cuando bajáramos. Santa Cruz para nosotros siempre había sido así: lugares inhóspitos, naturaleza que impacta y sacude. Asados, tortas y mate caliente en algún puesto lejano. Santa Cruz es, aún, grandes distancias por explorar y de las cuales seguir aprendiendo.

En busca de la U

El segundo día llegamos hasta el cruce de un arroyo en donde comenzaba la pasada difícil y empinada de la cual nos habían hablado tanto. Dejamos la bicis y subimos caminando para ver cuán complicada era, y una vez que estuvimos seguros, volvimos por ellas para pasar con cuidado. El sendero hasta el puesto seguía muy bien marcado y en constante subida, por lo que nos llevó una rato largo llegar. Cuando por fin lo hicimos, decidimos dejar nuevamente las bicis y relevar la dirección a seguir caminando, ya que a partir de ese punto dejábamos de tener una huella que nos indicara el camino, y hacerlo con las bicis teniendo la posibilidad de errar el rumbo nos demandaría un esfuerzo innecesario.

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Cargamos agua, algo de comida en las mochilas y salimos en la dirección que nos parecía más lógica según la información que manejábamos. Bajamos y subimos algunos arroyos. Llegamos al nacimiento del río Barrancas. Cruzamos mallines. Pasamos cascadas y hermosos valles hasta una gran meseta de altura en la que un enorme grupo de guanacos nos recibió curioso. Un extenso alambrado con tranquera en medio de la inmensidad de aquel paisaje nos indicó que íbamos en la dirección correcta, justo cuando una lluvia intensa y fría empezó a caer sobre nosotros, con fuertes ráfagas de viento como protagonista.

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Seguimos caminando un largo rato hasta que la meseta dio paso a un gran valle surcado por ríos y rodeado de grandes montañas nevadas. Entonces, sacamos el dibujo que nos había hecho Carlos y lo desplegamos con cuidado para que no se volara. Habíamos llegado a la U. Lo que nos esperaba más adelante posiblemente sería la parte más difícil de la travesía, pero no lográbamos ver con exactitud por dónde seguir.

La experiencia manda

Eran las dos de la tarde y aún teníamos que volver hasta el puesto por nuestras bicis, y recorrer nuevamente todos esos kilómetros mucho más lento, ya que las llevaríamos a cuestas hasta llegar a la zona más plana en donde podríamos pedalear algunos tramos. El clima estaba empeorando y, sacando cálculos de los tiempos, entendimos que quizás teníamos para dos días más hasta llegar al otro lado, justo lo que llevabamos en comida. Ya habíamos estado muchas veces en situaciones parecidas y con los años la cordillera nos había enseñado a enfriar la ansiedad y ejercitar la paciencia. Esta vez habíamos llegado hasta la U. El valle, los cerros nevados, los ríos y aquel hermoso lago del otro lado de las montañas nos esperarían en ese mismo lugar hasta que pudiéramos volver para completar
el cruce y seguir abriendo camino.

Algunos consejos

  • Durante el recorrido hay varios lugares donde se puede recargar agua.
  • La pasada está marcada con claridad hasta el puesto que se encuentra arriba en la montaña y luego se pierde. Se recomienda llevar GPS.
  • La huella sigue el cauce del río Barrancas y pasa por terrenos privados de estancias, por lo que es necesario pedir permiso para ingresar.
  • La pasada actualmente no se utiliza, eso significa que es un lugar completamente agreste en donde es indispensable ser respetuosos y, sobre todo, tener la experiencia y el equipo necesario para valerse por sí mismo.
  • No se recomienda para personas que no tengan conocimiento previo en travesías técnicas de varios días por zonas aisladas.

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Mapa de la zona

Ubicación: el sendero que nos propusimos abrir es un recorrido de más de 400 km a lo largo de toda la zona cordillerana de Santa Cruz; va desde el pueblo de El Chaltén y cruza por una quebrada hacia el lago San Martín, para continuar entre cerros y pasar por las zonas de Tucu-Tucu, Parque Perito Moreno, lago Pueyrredón y lago Posadas, hasta la emblemática Ruta 41 que concluye en Los Antiguos. La huella que alguna vez fue el único lazo entre antiguas estancias, hoy es una de las geografías más agrestes y desconocidas de la patagonia austral.

 

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Marisol López

Marisol López

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