Una de las claves más efectivas para lograr una buena aclimatación es la lentitud. En la altura todo tiene que tomarse con una enorme calma, desde la forma de ascenso hasta cada movimiento que realicemos cotidianamente. También es conveniente, antes de comenzar el ascenso, permanecer durante algunos días en alturas bajas –como los 2.500 msnm– para que el cuerpo pueda comenzar a adaptarse. Subir despacio y permitir que el cuerpo se aclimate correctamente es una de las prevenciones principales para evitar el mal agudo de montaña (MAM).
Otro factor importante es la hidratación y, sumada a ella, la alimentación. Es necesario consumir en mayor medida hidratos de carbono para obtener energía, pero también es recomendable no cargar demasiado el estómago ya que la digestión en altura se vuelve mucho más lenta, y comer demasiado puede traernos pesadez y molestias. Las hojas de coca son utilizadas desde hace más de 5.000 años por comunidades aborígenes altiplánicas y consumirlas de distintas formas (mascándolas o en té) puede producir un alivio de los síntomas y también una adaptación a la altura con menos malestares. Existe un medicamento para el MAM llamado Diamox, pero debe usarse bajo estricta prescripción médica. Siempre es mejor dejar que el cuerpo se adapte en forma natural y relegar la medicina para casos extremos.
Claves para pedalear en la altura
Como en muchas actividades, es recomendable hacerse un chequeo médico general antes de intentar travesías en la altura, ya que nos vamos a ver exigidos. Y se aconseja que personas que tengan enfermedades cardíacas, de la sangre, insuficiencia respiratoria, sean madres en tiempo de gestación o niños menores de tres años no suban a más de 3.000 msnm.
Desafío de altura por la Ruta de los Seismiles
Finalmente, si cumplimos con los requisitos mencionados anteriormente, podemos decir que pedalear en montaña recompensa, porque es una de las experiencias más bellas que podemos regalarnos. Si bien vamos a sentir que estamos cansados y a creernos las personas más débiles del mundo porque necesitaremos parar a respirar cada pocos metros, además de preguntarnos quién nos mandó a subir montañas en bicicleta, también vamos a lograr sentirnos en el corazón del planeta, a valorar cada bocanada de aire, a ganar humildad en cada vuelta de pedal y a encontrarnos eternamente agradecidos por haber podido llegar hasta esas cimas con la bici, donde la naturaleza se impone para demostrarnos donde está lo puro e invaluable de estar vivos.
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