Para entender cómo se deben limpiar, proteger y lubricar nuestras armas, debemos tener en cuenta que existen dos conceptos que están relacionados pero que son eventualmente diferentes, y que se refieren al óxido o herrumbre por un lado y, por el otro, a la corrosión.
Cuando se habla de oxidación, principalmente se refiere a un cambio o transformación de degradación primaria y superficial de un metal, que ocurre cuando éste reacciona químicamente al entrar en contacto natural con el oxígeno, donde la eventual humedad se deposita, actuando como un conductor, pero que a diferencia de la corrosión no afecta la propiedad mecánica estructural, por lo que –generalmente– es una circunstancia reversible que puede ser modificada y reparada. La coloración de la oxidación de los metales varía según su composición, pudiendo ser de tipo ferrosa (hierros y aceros) o no ferrosa, como en el caso de bronce, cobre, aluminio, etc.
Debemos tener conocimiento de que el concepto de oxidación no se limita exclusivamente a los metales y que, en general, todos los materiales o elementos tienden a degradarse o descomponerse a través del tiempo, incluso el mal llamado acero inoxidable, ya que en realidad es un compuesto resistente a la oxidación, pero que en ciertas circunstancias, y que de acuerdo al grado de calidad, puede descomponerse y degradarse.
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Polímeros sintéticos
Un caso muy concreto es lo que sucede con los plásticos usados para la confección de armazones, cargadores y diferentes partes de las armas de fuego, neumáticas y también blancas, que al exponerse reiteradamente al calor, la luz solar, la humedad y el oxígeno pierden sus características originales de dureza y flexibilidad. En un punto circunstancial avanzado y extremo, los polímeros plásticos (sintéticos) usados en las armas pueden volverse débiles y quebradizos, transformándose y desintegrándose radicalmente por un proceso crónico opuesto al que lo creó, denominado despolimerización. En este caso concreto, como en otros, los materiales pueden degradarse lento o rápido de acuerdo a sus características propias, pero también puede ocurrir por el ataque de agentes naturales diversos y químicos, como los solventes y los ácidos.
Como ya hemos mencionado en otras oportunidades, existen por un lado los polímeros naturales o biopolímeros como el caucho, seda, madera, celulosa, lana, azúcar, etc. Y, por otro, los polímeros sintéticos o artificiales, que son creados en laboratorios a partir del petróleo, y que tienen características y propiedades para usos específicos. Entre ellos podemos mencionar la baquelita, el acrílico, policarbonato, PVC, las poliamidas, el polietileno, etc.
Volviendo específicamente a los metales, tenemos que tener en cuenta que la corrosión –puntual y conceptualmente hablando– se refiere a un deterioro o descomposición temporal más avanzado y profundo respecto de la oxidación, que compromete la estructura interna del metal y que, en general, provoca un daño irreversible e irreparable, lo que afecta las propiedades de flexibilidad y resistencia mecánicas.
Para evitar principalmente la oxidación en las armas, los fabricantes practican en primer lugar lo que se conoce como tratamientos superficiales, como el cromado, niquelado, fosfatado, pintado, anodizado, etc., que ayudan a prevenir y –ocasionalmente– a retrasar la oxidación y posterior corrosión. Aunque no siempre esto resulta del todo efectivo debido a los ataques reiterados y constantes de agentes climáticos o productos no naturales a los que se someten los metales de manera circunstancial. Es por eso que se recomienda en todos los casos usar algún lubricante de tipo semisólido, como las grasas o algunas vaselinas específicas, o líquidos como los aceites, para proteger aún más el metal de los agentes oxidantes o corrosivos que podrían afectarlos.
En mi caso particular, si necesito lubricar el arma superficialmente para uso diario y corriente, utilizo un tipo de aceite liviano que sea preferentemente neutro, sin el agregado de solventes o aditivos, como puede ser la silicona industrial, que además de proteger el metal, protege también las partes plásticas o de goma, evitando así el mencionado deterioro o proceso de despolimerización.
Por otro lado, si necesito guardar el arma por un período de tiempo prolongado, la opción más apropiada sería utilizar algún lubricante de propiedades semisólidas, como la vaselina industrial o alguna grasa alternativa como la de litio. En ambos casos, el aceite o la grasa actúan como protección transitoria y temporal sobre la superficie del metal, aislándolo de la interacción con la humedad y el oxígeno.
Otro tipo de lubricantes
Los aceites lubricantes de motor son también efectivos, siempre y cuando usemos alguno de grado sintético, ya que en general al pasar un cierto período de tiempo, éstos también se degradan por contener diferentes aditivos y componentes como el azufre.
Por otro lado, para lubricar las partes que están en constante movimiento o fricción por contacto directo, como las guías de corredera, el sistema de disparo, etc., lo recomendable para minimizar el desgaste es utilizar una pequeña cantidad de grasa o aceite con aditivo de teflón o disulfuro de molibdeno.
Si necesitamos limpiar un arma de fuego luego de haber efectuado varios disparos o haber transitado con ella en una zona de polvo y humedad. Si es un arma corta, lo aconsejable es colocarla en un recipiente de similares dimensiones, desarmarla y sumergir todas las piezas ligeramente en solvente o aguarrás pero nunca en thinner (porque ataca los plásticos y las gomas). A continuación, efectuar rápidamente una limpieza total utilizando un cepillo de dientes para las partes de más difícil acceso, y otro pincel de uso muy común en talleres mecánicos para limpiar las partes generales y de acceso sencillo.
Hoy en día existen solventes industriales (dieléctricos ecológicos) que no atacan el medio ambiente y son biodegradables, y que pueden ser usados de manera muy efectiva para limpiar distintos metales y otros materiales. El agua hirviendo (se evapora) también es muy útil en casos excepcionales donde no podemos usar otras cosas. Y eventualmente también lo son algunos hidrocarburos, como nafta, gas oil o kerosene, si no hay otras opciones.
Una vez pasados ambos cepillos por el exterior e interior de cada pieza, debemos escurrir las superficies y luego terminar de secar con un trapo o franela para, finalmente, utilizar el lubricante adecuado a la circunstancia de uso o guarda. Excepcionalmente, al uso aislado de solventes o aguarrás se pueden utilizar aceites multiuso en aerosol, que contienen en su composición una mezcla de disolventes, lubricantes y aditivos, los que facilitan la remoción de suciedad y partículas residuales resultantes del disparo.
En el caso de los cañones, podemos utilizar una baqueta de fieltro, un paño o trapo embebido en amoníaco, solvente o aguarrás, o bien usar algún producto comercial desencobrante y desemplomante. El uso de cepillos metálicos sólo debe hacerse excepcionalmente para minimizar la erosión del ánima. En el caso de utilizar un desemplomante, desencobrante o amoníaco, obligatoriamente deberemos terminar de limpiar o enjuagar el ánima con solvente o aguarrás y pasar una fina capa de aceite, a fin de interrumpir la acción química de los productos antes mencionados.
Como regla estricta, no es conveniente pasar la baqueta en dirección desde la boca del arma hacia la recámara y sí a la inversa, a fin de no dañar el biselado milimétrico y uniforme que se le practica de fábrica al extremo final del ánima, el cual cumple la función de ajustar la precisión del arma y facilita la correcta salida del proyectil hacia el exterior, evitando que se produzcan vicios en el vuelo libre.
Por último, es importante tener en cuenta que la limpieza y el mantenimiento de nuestras armas es un factor imprescindible a nivel funcional, pero que además existe otra circunstancia importante igual de relevante, que es la perfecta conservación general, la cual se verá reflejada al momento de querer venderla o pasarla de una generación a otra, ya que mantendrá o aumentará inclusive el valor monetario e histórico.
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