En el corazón de la provincia de Cáceres, el Parque Nacional de Monfragüe es una joya natural reconocida como Reserva de la Biosfera y la mejor representación de Bosque Mediterráneo en Europa. Este vasto territorio de 116.000 ha es un santuario para la observación de aves, atrayendo a amantes de la naturaleza y ornitólogos de todo el mundo. Está situado en el centro de un triángulo formado por las ciudades de Cáceres, Plasencia y Trujillo. Su eje principal es el río Tajo, que lo atraviesa a través de suaves montañas y extensas dehesas. El parque también incluye los ríos Tiétar y el embalse de Torrejón-Tiétar.

Sin duda es el reino de rapaces. Alberga la mayor colonia de buitre negro del mundo, una especie majestuosa que sobrevuela los cielos extremeños. Pero su riqueza avifaunística no se detiene ahí; es hogar de la esquiva cigüeña negra, la imponente águila imperial ibérica, el águila calzada, el águila culebrera, el buitre leonado, el halcón peregrino, el elanio azul, el búho real, la perdiz roja, el alimoche, la abubilla y el abejaruco, entre muchas otras. Como explica el guía César Olmedo durante la visita, un verdadero especialista en aves capaz de detectarlas a la distancia: "Hay un montón. Y es según la zona es donde se agrupan. Por ejemplo el picapinos, conocido también como carpintero, es otra de las especies que se pueden avistar. La mayoría de estas aves pueden observarse en excursiones guiadas recurriendo al equipo adecuado, a veces tan cerca que parece que los podríamos tocar, ofreciendo una experiencia de avistamiento inigualable".
Monfragüe: un ecosistema de convivencia sostenible


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El nombre Monfragüe proviene del latín "Mons Fragorum", que significa "monte fragoso" o "monte frondoso", una descripción que el guía atribuye a su ubicación "entre dos serranías, formaciones apalachenses". Y no sólo es un refugio para la fauna, sino también un ejemplo de coexistencia entre el ser humano y la naturaleza. Como Reserva de la Biosfera permite los usos tradicionales del campo, como la ganadería, la caza, la agricultura y la apicultura, prácticas que se han mantenido durante siglos y han contribuido a configurar un ecosistema de uso sostenible. "El ser humano ha habitado estas tierras desde tiempos inmemoriales. Es uno de los lugares con más pinturas rupestres de Europa. Lo que pasa que la mayoría de esas pinturas están en zonas que no son visitables. Podemos ver un 20 % del parque, el resto es única y exclusivamente para proteger su flora y fauna", detalla Olmedo luego de identificar a simple vista a una pareja de milanos negros en el cielo.

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El parque se caracteriza por dos tipos de bosque claramente diferenciados: de umbría y de solana, marcando la distinción entre las zonas que reciben sol directo y las que permanecen en sombra. La flora emblemática incluye encinas, alcornoques (el árbol del que se extrae el corcho), madroños, brezos y arces de Montpelier. La presencia de ciervos añade otro atractivo para los visitantes.

Uno de los puntos de observación más emblemáticos es la Peña Falcón, también conocida como Salto del Gitano que tiene su proia leyenda. Desde allí se divisa el embalse de la presa de Alcántara y el único sonido que rompe el silencio es el canto de los pájaros, creando una atmósfera de paz y conexión con la naturaleza. El trazado del recorrido está diseñado con miradores estratégicamente situados para que el viajero pueda observar la fauna sin intervenir demasiado en su hábitat. Además, ofrece diversas rutas senderistas, como la Garganta del Fraile, que no presenta gran dificultad y está identificada con colores en la cartelería. Un programa innovador es el trekking para no videntes que, mediante una aplicación móvil, les indica el camino con sonidos, permitiéndoles disfrutar de la experiencia del parque de manera autónoma.
Villarreal de San Carlos: una parada educativa
En las afueras del parque se encuentra la pedanía de Villarreal de San Carlos, un pequeño caserío que actúa como centro neurálgico para los visitantes. Aquí se ubica un Centro de Interpretación muy bien instalado, donde su responsable, Inés, enseña de forma gráfica la diferencia entre las plumas de las aves carroñeras diurnas y nocturnas.

Fue fundada entre 1758 y 1788 por Carlos III como guarnición fija para vigilar la zona de Monfragüe, asolada en aquellas fechas por bandolerios. Los asaltos entre el puente del Cardenal y el puerto de la Serrana eran muy frecuentes. Así creó una casa cuartel, casa curato, iglesia y escuela; además de agregar fuentes de agua para abastecimiento de los vecinos. Nunca llegó a tener una gran cantidad de habitantes por lo que quedó como una pedanía de Serradilla. El gentilicio se deriva de la finca donde se ubica la pedanía que se denomina Lugar Nuevo. Es el único núcleo urbano dentro de los límites del parque. Tiene alojamientos del estilo de casas de campo, a muy buenos precios.

Para aquellos que deseen sumergirse por completo en la experiencia de Monfragüe, se recomienda alojarse en la Hospedería del Parque, un hotel moderno con restaurante donde reina el silencio, ideal para tomarse varios días y recorrer a fondo este santuario natural. Allí tuvimos un almuerzo espectacular que incluyó fiambres ibéricos, bacalao natural delicioso y un postre típicamente extremeño. Vale la pena, comer con unas vistas impresionantes del parque.

El Parque Nacional de Monfragüe es un destino imprescindible para quienes buscan conectar con la naturaleza en su estado más puro, observar una biodiversidad excepcional y explorar un paisaje marcado por la historia y la convivencia sostenible entre el hombre y el entorno.



























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