Thursday 11 de December de 2025
4X4 | Hoy 07:00

Primera travesía de motorhomes 4x4 de la República Argentina: si algo de off road faltaba... ya llegó

Atreverse a desafiar caminos y lugares desconocidos no es algo frecuente entre los rodanteros, quienes suelen apostar a lo seguro en materia de rutas y campings. Esta alternativa de Mainumby4x4 rompe el molde porque lleva a descubrir sitios increíbles en medio de paisajes privados y con todo organizado.
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Durante años fueron mundos paralelos: los amantes del off road por un lado, los usuarios de motorhomes por otro. Hasta que un día los caminos se cruzaron, literalmente. Y lo que nació como una idea descabellada –una caravana de motorhomes 4x4 abriéndose paso por la montaña patagónica, lejos del asfalto y de los campings tradicionales– se transformó en una experiencia inédita: la primera travesía en motorhomes 4x4 de la República Argentina. Otra idea de overlanding que Mainumby4x4 hacía realidad por los alrededores de Esquel y Trevelin, en pleno corazón de la cordillera chubutense.

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El punto de encuentro fue a orillas de la laguna La Zeta, ese espejo azul donde el aire huele a hierba fresca y promesa de aventura. Allí, la organización recibió a los participantes con un asado monumental, el mejor combustible para empezar a unir dos mundos que hasta ahora viajaban por carriles distintos: el off road y el rodantero. Dos maneras de entender la libertad que, por primera vez, se daban la mano.

Mientras el humo subía lento y el mate iba y venía, Verónica Romaña, directora de la travesía, desplegó su arsenal de accesorios de rescate sobre el pasto: eslingas, grilletes, poleas de reenvío, planchas de desatasco y compresor. En una charla distendida –mitad clase técnica, mitad fogón– explicó cómo y cuándo usar cada herramienta, y profundizó en temas como el empleo de la baja, de las ayudas tecnológicas de los vehículos y de ciertas maniobras específicas. Fue una clase maestra sobre eso que los off roaders saben bien: manejar contra el instinto, leer el terreno y desarrollar la técnica. 

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Tras una noche de lluvia suave, de esas que golpean el techo del motorhome provocando el mismo efecto que una mecedora, el amanecer en Esquel se abrió en un tono azul acero. El brillo sobre La Zeta auguraba un gran día. Enseguida el sol se filtró entre las nubes y encendió el valle. Con el café aún humeante en mano, las rodantes comenzaron a alinearse sobre el camino de ripio que lleva al campo de tulipanes de Trevelin –primera escala del circuito–, una postal que parece inventada para probar que la Patagonia puede ser también un arcoíris de colores.

La travesía arrancó serena, ideal para que cada conductor sintiera el pulso del vehículo antes de enfrentar los primeros desafíos. En ese sitio –el único del planeta donde los tulipanes florecen al pie de la cordillera– detuvimos los motores y nos internamos entre más de dos millones de flores que se movían al compás de la brisa. Era imposible no pensar que el viaje ya valía la pena.

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Campo de tulipanes: una experiencia que solo se aprecia un mes al año

Apenas unos 14 km al sur de Trevelin, Chubut (RN 259, zona de Nant y Fall), en la Patagonia profunda, el paisaje se vuelve irreal. Sobre un valle que parece pintado a mano, millones de tulipanes despliegan su geometría perfecta en franjas de rojo, amarillo, violeta, morado y blanco. Detrás, como un telón, se levantan los Andes todavía nevados. Es el famoso campo de tulipanes de Trevelin, un fenómeno que dura apenas un suspiro y que, cada primavera, transforma al pueblo galés en un rincón de Holanda perdido en el fin del mundo.

La floración ocurre entre comienzos de octubre y principios de noviembre, aunque su apogeo suele darse en esas dos o tres semanas mágicas del mes cuando la primavera estalla con fuerza. Los bulbos -plantados en otoño y dormidos bajo las heladas del invierno- despiertan con los primeros días templados. En poco tiempo, los tallos se alzan y el campo se convierte en un tapiz multicolor que no parece real. Luego, cuando el viento patagónico empieza a soplar más fuerte, las flores caen y todo vuelve al verde. Un ciclo breve, casi simbólico.

El proceso es artesanal y preciso. Se plantan más de 2.000.000 de bulbos de distintas variedades, cada uno con su tiempo y color. Después de la floración, los bulbos se extraen, se secan y se guardan para volver a plantar al año siguiente. Ese trabajo silencioso (y de exportación), repetido durante décadas, fue el que convirtió un cultivo familiar en uno de los atractivos naturales más fotografiados de la Argentina. De hecho, todo está muy bien organizado mediante senderos autoguiados, foodtrucks y hasta un restaurante.

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Cada octubre llegan miles de visitantes de todo el país (entrada: $ 32.000 por persona). Algunos lo descubren por casualidad; otros lo esperan todo el año, al punto que los hoteles de toda la zona se quedan sin habitaciones disponibles desde meses antes. Hay quienes buscan la postal perfecta y quienes simplemente caminan entre los surcos tratando de entender cómo algo tan simple -una flor, un campo, un horizonte- puede generar tanta emoción.

Solo hay unos pocos lugares en el mundo con un espectáculo similar: Keukenhof, en los Países Bajos, y el valle de Skagit, en Estados Unidos. Pero ninguno tiene esa mezcla de viento frío, silencio cordillerano y luz patagónica. En Trevelin los tulipanes no son sólo flores: son un recordatorio de que, a veces, la belleza florece en los sitios más improbables, y dura exactamente lo que tiene que durar.

Por qué una travesía organizada

Después del almuerzo, retomamos la marcha rumbo al río Baguil. La propuesta no era un simple paseo: eran caminos privados, trazados especialmente para esta nueva forma de viajar, donde la seguridad, la autonomía y la aventura se mezclaban en dosis justas. Lugares que no figuran en folletos ni se consiguen con una reserva online; hacen falta gestiones, permisos y un concepto distinto del viaje. Nada de campings ni rutas trilladas, sino un circuito propio, con pasos por estancias, riberas de ríos y zonas de montaña donde normalmente no llegan los vehículos. El objetivo: ofrecer a los amantes de los campers y motorhomes una alternativa distinta, segura y organizada, sin resignar el espíritu de exploración.

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A pocos kilómetros de Trevelin, la caravana abandonó el ripio principal y se sumergió en un bosque denso. La huella se estrechó hasta volverse una cicatriz de barro fresco, herencia de la lluvia nocturna. Cada obstáculo requería estudio. Estos vehículos, con su altura y peso, obligaban al cálculo de dos nuevas dimensiones, lo que imponía un ingenioso desafío, porque el centro de gravedad cambiaba las reglas del juego y convertía en maniobra delicada lo que para una 4x4 convencional sería apenas un trámite.

En este tramo –y en otros también–, cada metro se ganaba con estrategia: spotters guiando desde afuera y movimientos lentos. El secreto estaba en la paciencia y la precisión, más que en la potencia. Las raíces formaban escalones resbaladizos, las ramas amenazaban con golpear los techos y más de una vez fue necesario echar mano a la motosierra para abrirse paso hacia el corazón de la montaña. 

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La charla del día anterior pareció un presagio: hubo que usar malacate y polea de reenvío para ayudar a las camionetas a superar un huellón profundo que amenazaba con tragarse las ruedas. Y lo mejor –sin duda– son esos momentos de camaradería en los que todos colaboran y nadie se olvida: unos con palas, otros con machete, algunos cebando mate. 

Tortas fritas y silencio magistral

El segundo campamento fue junto al río Baguil, un rincón escondido en el monte donde el rugir del agua habla de soledad, inmensidad y tierras salvajes. A media tarde, el olor a tortas fritas recién elaboradas servidas calentitas junto a dulces caseros inundó el aire. Sin duda, la gastronomía fue un punto muy celebrado: almuerzos caseros al aire libre, picadas con sabor a campo y cenas bajo un cielo renegrido decorado con millones de estrellas. La intimidad del desayuno quedaba librada a cada participante, quien lo disfrutaba a gusto sobre su motorhome. 

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Todo lo demás estaba organizado, incluso los servicios de energía eléctrica 220 V portátil, la conexión de Wi-Fi satelital Starlink, las radios VHF para escuchar los consejos de conducción y los relatos del guía. También había asistencia mecánica ligera en caso de necesitarlo (herramientas y conocimientos elementales), lo que no fue necesario.

El segundo día nos tomó en plena trepada hacia los Túneles de Hielo, ese rincón donde en invierno la montaña se anima a fabricar una cascada congelada que parece de otro planeta. Los últimos kilómetros fueron –otra vez– un examen de precisión: troncos caídos que nos frenaban en seco y obligaban a encender la motosierra, curvas angostas donde las ramas casi rozaban los espejos. Y Romaña, firme y con precisión milimétrica, marcando cada obstáculo: “Ruedas derechas sobre el borde del pasto… despacio...”. El grupo respondió con una disciplina envidiable.

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Después venía la recompensa. Era el momento de aflojar los hombros, de dejar que el silencio hiciera lo suyo. De entender que estábamos viviendo algo especial, algo que muy pocos saben encontrar: un privilegio puro, simple e irrepetible de la vida. Un viaje de overlanding en pareja nunca antes realizado. Un triunfo íntimo. Un motivo más que suficiente para celebrar. A diferencia de una travesía clásica en camionetas 4x4, los motorhomes imponen otro ritmo: menos vértigo, más contemplación. Cada parada se transforma en hogar, cada campamento en un pequeño pueblo rodante. Mientras todo esto ocurría, el sol se deslizaba detrás de las montañas con esa lentitud que solo tiene la cordillera. 

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Noche frente al lago Futalaufquen

La última jornada tuvo su broche perfecto: desandar camino hasta el famoso puente sobre el increíblemente azulado río Arrayanes y luego hasta una lujosa hostería frente al lago Futalaufquen, en pleno Parque Nacional Los Alerces, en la cual las duchas calientes y los mullidos colchones se sintieron como un premio. Afuera, el lago se movía apenas, reflejando la luna y las primeras estrellas. Adentro, la cena nos reunió a todos por última vez en este viaje: anécdotas, fotos, vacío al asador y la promesa de una próxima edición. 

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Porque si algo quedó claro desde el primer kilómetro es que Mainumby4x4 abrió una nueva puerta en el turismo aventura argentino. Ya no se trata sólo de recorrer, sino de habitar los caminos con la seguridad como prioridad. Entonces la experiencia se vuelve única y contagiosa.

Más info: las travesías en motorhome 4x4 son organizadas por Mainumby4x4. Más información acerca de próximos destinos, WhatsApp: 11 6036 1111. Instagram: @mainumby4x4. Web:
mainumby4x4.com 

 

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Marcelo Ferro

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